Camino Inmemorial
Solo tengo esta sensación
de no haber conquistado nada,
y tenerlo todo,
o al menos lo más importante.
Tengo este lenguaje,
cuyas palabras son tan amplias
Que me avergüenza conocer tan poco.
Solo veo en mis manos
las huellas de tan poca vida
Que me dieron tanta y tanta felicidad
Que es imposible escribirla.
Solo tengo un corazón,
Tan normal y simple,
que entiende que lo excepcional
No es la fuerza sino la fe que uno tiene.
Tengo tan poco, y tanto a la vez,
Que solo queda agradecer a la vida
Por tanta felicidad que uno lleva,
Y por tan poca que resulta ser,
Al mirar el universo que nos espera
En cada paso de este inmemorial camino.
Álex Alejandro. Eso que canta Calamaro, de “Que más quisiera que pasar la vida entera / Como estudiante el día de la primavera” lo iba aplicando cada vez que podía financiar algún curso nuevo. Cursé estudios de comunicación para acercarme más a la literatura, para vivir leyendo esas novelas y lo hice por algún tiempo; pero después entendí que me faltaban más cosas. Por ese entonces, saqué con unos amigos muy queridos una revista web llamada “Sobreletras”, y me iba todos los días a recitales y presentaciones de libros. La pasé muy bien.
Así que por un lado, estudié posgrados en diseño de proyectos sociales y de inversión pública (SNIP) en ESAN y la PUCP, y por otro, me fui a Cuba a estudiar en la Escuela Internacional de Cine y Tv de San Antonio de los Baños. Alternaba con diferentes cursos cuyos temas o ejercicios nunca volví a tocar, y eran tan lejanos como contrapuestos.
Laboralmente, siempre desarrollé cosas en paralelo, en mi época en el Ministerio de Educación, iba diseñando instrumentos de monitoreo y evaluación de proyectos educativos, y por las noches entraba en mi blog de literatura en PDF.
Realicé diversos proyectos educativos y culturales (MuniCine, Festival de Cortos “Así es mi Perú”, entre otros), y me fui hablar con poco de ello a varios lugares. La ONG Ciudadanos al día eligió algunos de estos proyectos como los más destacados del Estado. Ahora veo un programa de lectura de la capital.
Al cumplir los veinte años, comencé a devorar libros tras libros, lo que me ayudó bastante; pero después me di cuenta que fue un error haber leído tan rápido y haber escrito tanto. Hoy ando releyendo novelas básicas y las disfruto más. Casi no escribo nada pero cuando lo hago lo siento más personal, y sobretodo más real.
He publicado algunos libros de poesía que andan perdidos igual que yo en el mundo literario, pero seguro andan felices en ese bello anonimato. Fue “cuaderno de luciérnagas” y después “El amor, el camino y un cartero”. Por ahora voy preparando un nuevo libro que le estoy dando forma desde hace un par de años. No hay apuro. Les doy mi mejor tiempo, en ese espacio entre una felicidad y otra.