Escribe José Carlos Picón
“Trilce” (1922) no es un enigma, o tal vez lo sea, pero, sobre todo, es la respuesta de la humanidad individual frente al latido vital diario, musical, dodecafónico y lírico, un astro multidimensional que incendia los pechos para el éxtasis insomne o la estoica explosión.
El editor Cayre Fonseca toma la idea de juntar a una pandilla de poetas de diversas nacionalidades hispanohablantes. Esta consistía en que cada autor adoptara una pieza del vanguardista libro y elaboraran un trabajo con hueso, músculo, audacia, inteligencia a partir de aquellos textos.

El resultado es un pequeño libro poderoso en su diversidad de voces que evocan, en nuevos y breves proyectos de escritura, la esencia, el tópico y el nervio de los versos vallejianos.
Participan Mario Montalbetti dando la bienvenida a esta experiencia, con una suerte de manual de alegoría objetiva. Una inducción a la transparencia y, a la vez complejidad del lenguaje, quintaescencia de la vitalidad de Trilce.

Victoria Guerrero no solo reinterpreta o reescribe aquel número “I” cuya exégesis resulta en las necesidades y pulsiones más básicas e instintivas del ser humano. Lucía María (México), por su parte, aborda el “IX” en el que el poeta de Santiago de Chuco señala “Vusco volvvver de golpe el golpe”. El golpe de la poeta mexicana atraviesa el dolor del aprendizaje familiar y su rendición ante lo humano.
Por otro lado, Inti García, también de México, evoca el poema “XI” con gracia e ironía. En concreto, utiliza el humor para desentrañar la ternura: “versos / uno y dos / no tengo más en la cabeza”. ¿Cuáles son aquellos versos referidos? Aquí van: “He encontrado a una niña / en la calle, y me ha abrazado”.
El argentino Diego L. García aborda, de alguna manera, el “XIII” trílcico. El sexo, la pasión, la culpa. Tópicos del universo vallejiano que conviven con otros que tienden a la empatía colectiva y a la angustia solitaria. El peruano Manuel Fernández con su acostumbrada ironía transparente y barrial, pone en valor el tema del “XIV”, las carencias financieras, las carencias en general.

Poeta arequipeña, Ana Carolina Zegarra, eleva un canto al amor conyugal desde su reinterpretación del “XVII”. En tanto, Roger Santiváñez se hace de la esperanza, la fe y Dios, estampados en la dinámica del “XXXI” para, de forma lúdica, engrasar coloquial y experimentalmente, algunos tanteos lingüísticos.
Luis Eduardo García emplea el meta texto operando una formulación tecnológica de inteligencia artificial para intervenir el poema “XXXIII”; muy interesante y divertido. En su momento, María Belén Milla penetra la divinización, la devoción del amor, del encuentro y el cuidado del ser amado contenido en “XXXV”, para dar vida a una de las piezas más largas del conjunto.

Desde Chile, Elvira Hernández, trabaja con el texto de poema “LXVIII” y refiere en su devenir poemático, temas como la identidad nacional, el luto relacionado a la no pertenencia y el exilio, rescatando la imagen desvaída del paletó de Vallejo que verticalmente, lleva a toda asta.
Por último, Berta García Faet nos trae desde España su ejercicio con el poema “LXXVII”, abocándose a la intimidad no necesariamente sexual, las pulsiones emocionales, el amor romántico con el ludismo de una poeta que utiliza la llamarada del lenguaje adolescente para desbordar sentidos con solidez y madurez.