«El mismo amor, la misma lluvia», el clásico de Campanella

"El mismo amor, la misma lluvia" cumplió 25 años y la recordamos como ese gran momento del cine argentino que empezó a cosechar éxitos.

Escribe Rocío B. Fernández

Cuando Campanella volvió de Nueva York, no tenía pensado quedarse en Argenrtina. Hacía casi 20 años que estaba asentado en Estados Unidos. El mismo amor, la misma lluvia (que en un principio se iba a llamar Acá es así) terminó convirtiéndose en una excusa para reencontrarse con familiares y amigos. Ese proceso de escritura, tantas veces interrumpido y modificado, fue retomado en el ‘98 y en enero del ‘99 se empezó a filmar.

A Ricardo Darín, Campanella no conoció en Nueva York. Darín estaba de vacaciones con su pareja de entonces, Susana Gimenez, y los vio caminando por la Quinta Avenida, se les acercó, de “cholulo”, según sus palabras, y pasaron tres días en donde iban a todos lados juntos. Y a partir de ese momento ya lo tuvo en mente para un futuro guion.

Si bien el personaje femenino de esta película está bien construido, su función es la de estar al servicio del personaje central. Soledad Villamil apareció un tiempo después. Una noche, José Martínez Suárez invitó a Campanella y a Castets a ver un espectáculo de tango en La trastienda que se llamaba Recuerdos son recuerdos, en donde cantaban Rita Cortese y Soledad Villamil, y ahí conoció a quien se convertiría en Laura.

Esta dupla brillará eternamente en la memoria de los cinéfilos por ser dos actores de primera línea, que pueden contar una historia con sólo mirarse, sin mover los labios.

El mismo amor empieza con el sonido de la lluvia; se abre una imagen empapada que conecta con la escena del embotellamiento, un escena totalmente recreada en estudio y que me animo a comparar con el inicio de . ¿Por qué? Por el carácter onírico que tienen las dos (mucho más la de Fellini, obviamente). Una es un sueño; la otra un recuerdo, que a veces no es más que la alegoría de un hecho concreto. Por la cámara que se va paseando por los personajes circundantes; en El mismo amor, lo hace casi contando una micro historia en cada auto, a lo Cortázar en La autopista del sur.

La película cubre dos décadas del país. La política está como telón de fondo, aunque no gravita en la historia. Los decorados, la indumentaria, la arquitectura y los automóviles van cambiando de tal manera que a veces no es ni necesario especificar el año en el que están.

La película termina con la misma imagen que con la empieza, dando así una significación cíclica y abierta. Campanella y Castets tenían la idea de ir juntándose cada diez años e ir siguiendo la historia de los personajes y del país como telón de fondo, con los actores envejeciendo, tal y como hizo Linklater en la saga Before y en Boyhood. Si bien esto no se dio, Campanella, aunque no con Castets, se sacó las ganas de juntar de nuevo a estos dos actorazos en El secreto de sus ojos.

El mismo amor, la misma lluvia es una película importantísima dentro de la filmografía de Campanella porque en ella encontró esa voz propia que lo identifica como autor y como artista, más allá de la aprobación o el rechazo. Es también la película que ascendió a Darín, que le permitió mostrar su carisma y su talento en un papel complejo y rico, si bien la película bisagra, la que lo ubicó en el lugar de prestigio y renombre que tiene hoy en día es Nueve reinas, del más grande de todos, Fabián Bielinsky, al que nunca me voy a cansar de nombrarlo y recordarlo.

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