El teatro multidimensional de Mariana de Althaus

Mariana de Althaus lleva a escena una serie de conflictos de mujeres atrapadas en un mundo machista, quienes avivan su luz interior como fuego transformador y destructivo. Últimos días de “Quemar el bosque contigo adentro” en la Alianza Francesa de Miraflores.

Escribe José Carlos Picón

El ser humano puede ser un desastre natural, un sismo, un tsunami, un incendio. Y en “Quemar el bosque contigo adentro”, última puesta en escena de Mariana de Althaus, esta sugerencia no es desmedida.

Tres mujeres, abuela, madre e hija, viven retiradas de la ciudad en una casa del bosque. La sensorialidad de la directora está materializada en la disposición de matas y hojas de eucalipto por todo el escenario, para transmitir, mediante el sentido más vinculado al recuerdo –el olfato-, la sensación de estar inmerso en un paisaje profundo, oscuro, casi salvaje.

Tres mujeres conectadas a través del flujo del tiempo, la experiencia, la vida y la descendencia. Un hilo que, violentamente, es transgredido por el azar, la naturaleza o el instinto humano.

La abuela (Grapa Paola) es una vidente que en sus últimas lecturas del tarot ve fuego por todas partes. La hija (Alejandra Guerra), profesora de escuela, es feminista y ha sufrido de violencia sexual por parte de una autoridad del colegio donde trabajaba. La nieta (Macla Yamada) es una adolescente con deseo de libertad e independencia, se siente oprimida por su entorno; muy informada sobre diversos temas, sufrió el abandono prematuro del padre (Luis Cáceres), quien busca reconciliarse con ese pasado y pasar tiempo son su primogénita.

En esta obra, de Althaus recurre, como en “El lenguaje de las sirenas”, a lo sobrenatural o, si se quiere, a aquello que la ciencia no tolera como objeto de estudio por no ser comprobado. Podría pensar que este recurso responde a una afinidad por el mito, la leyenda, a formas cotidianas de espiritualidad, que son el cable a tierra de sus personajes, la mayor parte de las veces, golpeados por un pasado trágico o doloroso, una vida de situaciones adversas, o por giros violentos e inesperados.

Escritora y dramaturga Mariana de Althaus. Foto: Andina

En este caso, la posibilidad de la muerte por combustión interna es un estigma nebuloso que orbita el microuniverso familiar. El elemento fuego está presente también en la inminencia de ruptura de la voluntad natural en un incendio sobre el bosque. El fuego que transforma, cambia, destruye o protege. El humano es un desastre natural, con consecuencias funestas, a veces trágicas. Los instintos y su contención es una problemática que es discutida en las líneas de la obra. A ese mismo nivel, la vulnerabilidad de la mujer, una de las principales víctimas de ese instinto desbocado.

El miedo asentado como combustible en “Quemar el bosque…” es contra algo que sucede a nivel absoluto, tanto en el plano humano como cósmico. El miedo parece despertar la llama de otro miedo, el miedo a lo desconocido, a lo fantasmal. Ese elan vital nervioso y oscuro de la obra convive con dosis de humor intermitentemente e in crescendo, en toda el área. En segundos, luego de la risa, aterrizamos en minutos de turbación, extrañeza y ansiedad. Esta es una puesta en escena multidimensional. Eso genera el texto y la representación de los cuatro actores sobre las tablas.

Para volver sobre aquello de los fantasmas, Flora Tristán, la gata de la familia, es el rostro y cabeza de la presencia de la bisabuela que desencadena otra historia dentro del relato. Multimensional y multirrelato, si caben los términos. Y, de otro lado, una suerte de conciencia enfermiza y natural, opera desde un ser de tinieblas con cabeza de conejo, una de las mascotas que la nieta tenía encerrada, es decir, como ella misma se sentía.

Hay una convivencia con otro mundo, uno que está a punto de desparecer en los habitantes de este planeta. El feminismo como zumo que activa diversas posiciones, hasta opuestas a rajatabla, llega a presentarse en las escenas de la obra. Por supuesto, también el machismo. La vulneración de los derechos de la mujer en nuestra sociedad, y el silencio y arbitrariedad de la justicia ante ello, es tema.

La maternidad y la paternidad son otros tópicos desarrollados en la acción. La vida interior, la espiritualidad. La emocionalidad disfórica o rota por estigmas del pasado, la resiliencia frente a hechos dolorosos. Grietas de carácter psicológico, como el aparente desborde patológico de la madre, proveniente de una agresión que desearía olvidar. La complejidad del teatro de Mariana de Althaus está ligado a su simbolismo contemporáneo, la profundidad en la prospección de los modelos humanos y sus hechos. Asimismo, es remarcable la fuerza de su puesta en escena, y las buenas actuaciones de los artistas. Esa fuerza va, esta vez, inclinada un poco hacia lo alegórico, a las formas poéticas de alcanzar la resolución espiritual, el clima humano en sus distintas estaciones.

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José Carlos Picón (Lima, 1979) es periodista y escritor. Ha colaborado en diversos medios impresos y digitales, en páginas culturales y en plataformas de entidades públicas y privadas. Cuenta con dos libros de poemas publicados, "Tiempo de veda", (2006) y "Canciones de un disco cualquiera", (2013).

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