El tejido que nos une

“El tejido que nos une”, genera una serie de estímulos desde lo visual, lo sonoro o lo gráfico. Un gran documental que a través de historias te enseña a contar historias.

Publicado

1 Jun, 2024

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Escribe Rubén Cano Mendoza

Ensayando un buen comienzo

Cuando terminé de leer “El tejido que nos une”, noté una clara influencia de Steven Pinker, un extraordinario escritor que escribe, justamente, sobre cómo escribir bien. Quisiera, en ese sentido, compartir un pequeño párrafo que no es necesariamente de Pinker, pero que cita en su libro “El sentido del estilo”. Es un extracto de otro libro titulado “Destejiendo el arco iris” de Richard Dawkins, que creo que resulta oportuno.

“Vamos a morir y por eso somos afortunados. La mayoría de gente nunca va a morir porque nunca va a nacer. La gente que podría haber estado aquí, en mi lugar, y que efectivamente jamás verá la luz del sol supera en número, y con muchísimo, los granos de arena de Arabia. Desde luego, entre esos fantasmas no-natos hay poetas mucho más importantes que Keats, científicos más importantes que Newton. Eso lo sabemos porque el conjunto de personas posibles que permite nuestro ADN supera enormemente el conjunto de personas reales que efectivamente existen. Frente al abismo de estas alucinantes probabilidades, somos tú y yo, con toda nuestra vulgaridad, los que estamos aquí”.

Richard Dawkins

Dicho esto, quería advertir que esta mesa pudo haber tenido dos presentadoras mujeres o un hombre y una mujer. Pero tuvo dos presentadores hombres producto de estas “alucinantes probabilidades” que describe muy bien Dawkins. No responde a ninguna falta de sensibilidad de género o representa, mucho menos, una apología al machismo. Simplemente responde a esas “alucinantes probabilidades” en las que todos nosotros, “con toda nuestra vulgaridad”, estamos aquí, de alguna forma, “destejiendo” “El tejido que nos une”.

Richard Dawkins

La tensión narrativa

Debo confesar que esa sutil aclaración responde a mi sesgo de comunicador, a mi sentido arácnido que me alerta sobre cualquier escenario potencial de crítica basada en prejuicios o estereotipos, más aún en tiempos de trolls, fake news y deep fakes. Pues les diré que “El tejido que nos une” permite desarrollar ese sentido arácnido. Y es que, justamente, hay un capítulo donde los autores analizan el contrapunto entre los estereotipos y los arquetipos.

Según “El tejido que nos une”, los estereotipos “reproducen prejuicios que refuerzan percepciones negativas” y que, “cada vez que los utilizamos, reforzamos una creencia falsa y a la vez nos hacemos parte de una injusticia repetida y socialmente muy perjudicial, ya que no valoramos a cada persona por el contenido de su carácter, (…) sino por su pertenencia a un colectivo definido de manera arbitraria”.

Y el ejemplo más claro que utilizan los autores es para todos nosotros muy conocido: el de “un político peruano (que) dijo, en una conferencia, que los andinos son tristes y pesimistas; mientras que los brasileños, debido a su «sangre africana», son optimistas y alegres”. Parafraseando a Norbert Elías, citado también por Marquina y Salas: “Si la humanidad es capaz de sobrevivir a la violencia de frases como esta, quizás nuestros descendientes nos deberían considerar bárbaros tardíos”.

Mas bien, en cuanto al concepto del arquetipo, que desarrollan muy bien los autores, destacan gratos ejemplos clásicos de la literatura como el Cid campeador, Aquiles o el Quijote además de los protagonistas de historias extraordinarias como «La guerra de las galaxias» o «El Señor de los Anillos».

Star Wars nos entrega una serie de personajes memorables.

El clímax

Para ello planteo una pregunta retórica como recurso, tal como lo sugiere en uno de sus capítulos “El tejido que nos une”. Finalmente, después de tanto floro ¿De qué trata el libro? Puedo resumir el sentido del libro en una sola frase: somos las historias que nos contamos. Ya sea como especie, como sociedad, nación, país o de manera individual.

En efecto, en sentido básico, “(…) los seres humanos construimos nuestro mundo (…) mediante estructuras lingüísticas y narrativas” según cita el texto. Esto nos permite, por un lado, “representar nuestras creencias auténticas”, pero, por el otro, también nos permite “manipular y mentir”. En ese sentido, las historias y sus recursos también son armas poderosas de persuasión y control. Y para ello, debemos entender y controlar el lenguaje, tanto para proponer y aportar como para cuidarnos o defendernos.

Justamente lo señalan los autores en el libro cuando afirman que “ser dominados por el lenguaje es algo común y no requiere ejercicio. En cambio, dominarlo demanda estudio y mucho ejercicio”. El dominio del lenguaje es absolutamente determinante para nuestra vida en sociedad, más aún en esta época de populismo, polarización y posverdad como bien lo ha planteado Moisés Naím en “La revancha de los poderosos” y que los autores lo resumen de la siguiente manera:

“Wayne C. Booth (2020) desarrolló de manera convincente la idea de que el abandono del estudio del lenguaje y de las habilidades retóricas implica una fuerte debilidad para el sostenimiento de la democracia, pues dejar que el lenguaje opere sin que tengamos un dominio sobre él es un camino seguro para una vida personal y social guiada por la intuición, los prejuicios y, sobre todo, la imposibilidad de dialogar”.

Moisés Naím

Les confieso que para un comunicador como yo era importante dejar en claro ello porque, de alguna manera, y parafraseando al libro, “no solo se trata de saber decir, sino también de saber escuchar y, como consecuencia de ello, saber cómo responder o interactuar”.

Rubén Cano, Daniel Salas, Percy Marquina y Alfonso de los Heros, en la presentación de "El tejido que nos une".
Rubén Cano, Daniel Salas, Percy Marquina y Alfonso de los Heros, en la presentación de «El tejido que nos une».

Un buen final en fade out

“El tejido que nos une”, al fin y al cabo, es un libro amable. Genera una serie de estímulos que van desde lo visual, lo sonoro o lo gráfico. Se trata de un gran documental que a través de historias te enseña a contar historias. Todo un metatexto.

Al abrirlo iniciamos un paseo vívido y entrañable por momentos íntimos de la historia, enunciando apasionadamente en la boca de Churchill o Martin Luther King los discursos trascendentales del siglo XX que conmovieron y movilizaron a la humanidad entera; sintiendo el terror e incertidumbre del soldado que desembarcó en Normandía y que no tenía idea que su sacrificio sería clave para contrarrestar el terror fascista en el mundo; o elevándonos hacia lo sublime en una “metanoia” a través del análisis estético musical de la Quinta de Beethoven o Hey Jude de The Beatles. 

Es gracias a estos estímulos por los que uno puede ir aprendiendo, por ejemplo, a reconocer la bella pero muy poco usada figura retórica que representa la hipálage, que he utilizado al decir que “El tejido que nos une” se trata de un libro amable. O lo poderosa que es la metáfora, tanto para construir paradigmas como para destruirlos. Como cita el texto, “las metáforas no son ornamentaciones ni recursos estrictamente artísticos. Son, sobre todo, estructuraciones cognitivo-semánticas que organizan nuestras percepciones. De esta manera, pueden ser liberadoras (cuando nos ayudan a ver las cosas de una manera distinta), pero también opresivas (cuando nos sumergen en una visión que no somos capaces de cuestionar)”.

El siglo XX en una portada.

Y así como nuestros queridos autores nos entregaron la metáfora de “El Estado como padre”, que desde ciertos estereotipos podría alimentar nuevamente la idea de la apología al machismo que desestimé al inicio, no sé si hago bien en equilibrar la figura de género al plantear la metáfora que nos regaló nuestra presidenta, Dina Boluarte, al decir que “es la madre de todos los peruanos”. Aunque de la paternidad de César Acuña sobre nuestros compatriotas de La Libertad quizás ya no valga decir nada más.

Me reafirmo entonces en que, quizás, como señala Elías, nuestros descendientes definitivamente nos considerarán bárbaros tardíos.

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La imagen cabecera de este texto es del artista plástico Pancho Basurco, de su proyecto internacional «Anudando la Tierra».

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