Escribe José Carlos Picón
Abelardo Sánchez León es uno de aquellos poetas para quienes los actos son solitarios. “¿A quién debo dar explicaciones, /detalles, información reservada, /cuándo sé que los astros se alinean/en un cielo hondo y antiguo/para depositarla a mis pies?” (p. 40).
Cuestionamientos y evocaciones. El poeta se interpela. “Me intriga la manera de procesar mi cólera/e ir planteando el asunto con el propósito/de que se asienten las aguas/en una amalgama difícil de entender” (p. 52). Un poco de esto y lo otro trae “El tumulto del sueño” editado por Peisa. Un libro en que Sánchez León busca ir desanudando las ramificaciones que los eventos cotidianos o extraordinarios produjeron en su vida. Una de las voces más conmovedoramente solventes de la poesía peruana de todos los tiempos.
Ocho de sus poemas iniciales de juventud fueron incluidos en la antología “Estos 13” que reunió José Miguel Oviedo. El poeta de aquel tiempo mantiene hasta hoy su arraigo descarnado con la vida. Dramático, resignado, amargo. También sensible, entrañable, sosegado. Vital en el sentido de trajinar su experiencia como campo de aprendizaje, de construcción de madurez, de aparcar su resistencia en los emplazamientos de la vida.
En “El tumulto…”, Balo nos regala, entregado, sus últimas quejas, observaciones, resoluciones. Escenas narradas con lirismo que lo dejan ver como un poeta con “oficio de sobreviviente”, que ama descarnadamente los días y las horas, a pesar del dolor, la ansiedad, lo oscuro. Un poeta de grietas y asperezas. De verdades y de pesares. Quien vive como Sánchez León permanece atrapado por la poesía, como presencia, como sombra, como pálpito. Sus preocupaciones lo construyen. Las voces que responden y hacen frente a sus muros y obstáculos, resuenan en el silencio de la contemplación, de la responsabilidad adulta que ya refresca su frente en la brisa del crepúsculo.
Taciturna, melancólica, sarcástica y tallada de un humor peculiar, es la voz de Sánchez León. “He armado un mundo en contra de mí. / Lo he levantado con la paciencia/ del anciano que trabaja afanoso contra su artritis”. Su poesía ha estado encarnada, desde siempre, de la observación especular, del reconocimiento consciente de las grietas de su propio sistema. Quizás esta dimensión es la que eleva el trabajo de Balo a la altura de una poesía significativa de humanidad, pensando en esta como el nervio de sentimiento universal. Su poesía toca a todos, pero, a la vez, a unos pocos. Es tal vez, su escritura emocional, solitaria, tímida. No obstante, es sólida como el ritmo de quien va dejando la tartamudez discursiva para dejar las vísceras en la tinta naturalmente. “Lo mío tiene los síntomas de las alteraciones”. Este libro representa la unión espiritual de Sánchez León, con la poesía, para siempre.