Escribe Pedro Medina León
Cuando Marguerite Harper, editora de Elmore Leonard (1925-2013), le dijo que debía dejar de escribir novelas western porque ya no representaban negocio para el mercado editorial, al autor no le supo nada bien. El Charles Dickens de Detroit, como lo llamaban por su particular habilidad para recrear esa ciudad y su habla, tenía por lo menos una docena de westerns, ambientados allí, que lo habían consagrado como uno de los grandes representantes del género.
Si bien Miami Vice se encargó de llevar a la palestra universal los tiempos más violentos de la ciudad, también hubo otras manifestaciones menos populares, como la literatura, que dieron cuenta de lo que se vivía. Quizá la saga del detective privado Hoke Moseley, de Charles Willeford, haya sido la de mayor trascendencia, aunque no la única. Elmore Leonard, quien se mudó de Detroit a Palm Beach y frecuentaba Miami, dio el salto del western al noir en Florida, y fue otro de los autores que dejó su legado. Sus libros Sticky, Glitz y La Brava, publicados entre 1982 y 1985, son notables frescos del mundo del hampa que no están protagonizados por el clásico inspector o detective marginal: sus personajes son, más bien, estafadores, exconvictos, desempleados que se buscan la vida con negocios truculentos, traficantes de drogas y prestamistas extorsionadores.

Elmore Leonard, el bravo
La Brava probablemente sea una de las obras más destacadas de Leonard. En sus páginas, Joe La Brava, exagente del servicio secreto devenido fotógrafo, va tras los pasos de un ladrón de automóviles en South Beach. El delincuente, Cundo Rey, es un marielito recién llegado de Cuba que, además, se gana la vida bailando desnudo por las noches en un strip club de la playa. Los sujetos con los que alternan La Brava y Rey son una exactriz de breve carrera cinematográfica, un expolicía con poca afinidad por los latinoamericanos que empiezan a ocupar “su territorio” y un toxicómano que se pasea en una silla de ruedas robada. En La Brava se bebe, se aspira cocaína y hay sexo explícito en una atmósfera de bares de dudosa reputación, moteles y cafeterías de Collins Avenue y Ocean Drive. Esta sordidez es manejada con exquisitos recursos literarios, como los diálogos punzantes y directos en los que ya se advierte el conflicto entre el inglés y nuestro idioma.

Martin Scorsese, Dustin Hoffman y Elmore Leonard se reunieron en un hotel en Manhattan para discutir la adaptación fílmica de La Brava. En reiteradas ocasiones, Hoffman había manifestado su interés por interpretar el papel del fotógrafo y Scorsese de dirigir el film, pero las reuniones fueron de esas que no llevan a nada. Leonard abandonó Nueva York disgustado y dijo que a él no le pagaban por perder el tiempo. Hubo algunos intentos de retomar la propuesta, incluso con otras productoras, pero Joe La Brava nunca llegó a la pantalla. Elmore Leonard nos dejó a los 87 años, con más de cuarenta títulos publicados, más de treinta adaptaciones al cine y la televisión, y con el reconocimiento de ser “el padre del nuevo noir norteamericano”.