Escribe Gabriel Rimachi Sialer
El escritor Santiago Rocangliolo presentó en la Feria Internacional del Libro de Lima su nuevo libro infantil “Cómo conocí a las gemelas Pizzicatto”. El libro cuenta la historia de Celeste y Marina Pizzicatto, quienes provienen de una familia disfuncional y se hacen famosas tras haber derrotado a un ejército de brujas; pero la historia contiene algo más entre líneas: el cuestionamiento de una sociedad que reclama derechos de igualdad, una sociedad donde las diferencias se están mostrando para, a partir de ahí, generar cambios. El libro, que cuenta con las ilustraciones de Carmen García, nos muestra además cómo a partir de las plataformas podemos acercarnos a nuestras heroínas (cuyos problemas internos -familiares- son también un misterio, y las redes exacerban ese querer acercarnos lo más posible a los personajes que admiramos).
Las hermanas Pizzicatto llevan un apellido tan raro como gracioso, juguetón si se quiere, y no es la primera vez que recurres a este tipo de apellidos ¿a qué se debe?
Creo que no es muy consciente esto de los nombres raros. Tengo una novela que es súper divertida donde el personaje se llama Colifatto. Tengo cierta tendencia por los apellidos italianos que parecen de chiste porque yo mismo tengo un apellido italiano que parece de chiste, entonces creo que viene por ahí. Esta es en realidad una historia sobre familias alternativas.
Estamos atravesando un momento de transformaciones sociales importantes; uno encuentra entonces en la literatura una forma de acercarnos a este tipo de familias para entenderlas, aunque ¿qué familia es completamente “normal”?
Sí, bueno, yo mismo vengo de una familia disfuncional. Cuando me preguntan ¿cuántos hermanos tienes?, |tengo qué preguntar qué entienden por hermanos (risas). Yo tengo una hermana de sangre, una media hermana y cinco hermanastros, y estoy muy orgulloso de mi familia disfuncional; creo que la familia no es la que define el registro civil si no la que uno escoge y la que uno quiere y forma. Y eso es de hecho un reclamo social. Ayer estuve en casa de Ricardo Morán con sus dos nuevos bebés, que son una familia que ha tenido que trabajar de hecho mucho más que yo. Durante mucho tiempo este debate que llevó el feminismo se centraba en que no estuvieses obligado a tener una familia, que una mujer pudiese decidir ser soltera o escapar del rol de madre asignado tradicionalmente. Hoy en día -y en los últimos años- lo que se reclama es el derecho a que las personas tengan la familia que ellos quieren tener. No era muy consciente de ello al escribir este libro, yo juego más con las imágenes y con las cosas que quiero poner en un plan más plástico, más visual, y pienso de manera muy libre y delirante a lo largo de todo el libro. Pero al final no dejaba de hablar de gente buscando gente afín, gente a la que finalmente quiere. Es un tema que me preocupa y que está ahora en el tapete social.
¿Cómo vas construyendo la personalidad de las gemelas Pizzicatto dentro de una familia disfuncional?
Es muy difícil explicarlo, quería que las gemelas tuvieran algo que no tuviera la otra. Tenía la imagen de estas gemelas de “El resplandor” -la cinta de terror de Kubrick- y luego el recuerdo de una perfumería popular que conocí en México, cosa que nunca había visto antes: pasillos larguísimos llenos de frascos idénticos pero con olores diferentes a cedro, lavanda, eucalipto, sándalo… Una suerte de biblioteca de Borges de los olores, incluso de aquellos que sólo sucedieron una vez en la historia, embotellados y guardados. Estaba muy enganchado con Lemon Snicked y con una serie de autores para niños a los que leo, como Neil Gailmand, Roal Dahl (que es un punk de la literatura), y todo eso estaba en el aire y lo que hice fue tejer una historia con eso e ir contándosela a mis hijos por las noches. He pasado mucho tiempo con mis hijos el último año luego de estar de viaje varios meses, siento que les debía ese tiempo y fue una excusa para irles contando la historia y ver cómo iba, qué les gustaba, qué no, por qué; todo eso fue parte del proceso de construcción de lo que quería hacer.
Las gemelas se convierten en una suerte de influencers dentro de la historia…
Bueno ¡han derrotado a un ejército de brujas, y eso tiene bastante más mérito que la gran cantidad de influencers que no han hecho nada la mayor parte de sus vidas! Pero es que además me interesa mucho lo que nos traen las pantallas en general, las historias que consumimos; me impacta mucho cómo es que mis hijos ya no ven “televisión” en el sentido en que nosotros la veíamos, productos que se ponen en señal abierta: ahora ven a otros niños que hacen sus propios shows de televisión y son youtubers de su edad. Vivimos en el mundo soñado de Andy Warhol donde todos pueden ser famosos durante algunos minutos porque pueden hacerlo con las redes y llegar al planeta entero, y eso me llama mucho la atención. Vivimos en un cuento donde todos podemos ser los protagonistas durante un ratito. Lo que pasa además es que el olvido se ha hecho más acelerado: una vez que dejas de estar en el programa online nadie te va a recordar tres segundos después.
Tienes un ritmo de publicación bastante acelerado, y pasas de libros de cine a novelas para adultos, y del teatro a las historias infantiles.
¡Un ritmo excesivo, diría yo! Esos fueron años particulares. Mi última novela “La noche de los alfileres” es de 2016 y después de esa novela y la gira yo estaba completamente vacío, con la sensación de no tener ya nada más que decir, con la sensación de no querer encerrarme tres años en mi cuarto a escribir un libro y menos pasarme un año de gira hablando del mismo libro y de mí mismo, con una crisis de los cuarenta que era más una masacre que una crisis, con esa necesidad de ¿esto va a ser mi vida?, no la quiero, no me gusta en muchos aspectos, en muchas dimensiones, y entonces decidí que debía volver a sentir la ilusión de aprender. Cuando eres escritor tú mandas sobre todo lo que haces y por lo tanto no necesitas interactuar; me di cuenta de que para recuperar la ilusión había que empezar a volver a aprender a escribir. Resulta que la tecnología ha abierto ahora nuevos espacios, he hecho una audioserie, guiones de audioseries para plataformas que es ahora mucho más interesante de lo que era antes la televisión, así que son tiempos de probar cosas que antes ni existían, para volver a enamorarme de mi oficio y sentir que nuevamente aprendo. Y creo que ha valido mucho la pena.
Esa crisis no es la de la página en blanco; es una crisis, digamos, más grande.
Yo jamás he tenido esa crisis de la página en blanco, yo soy un adicto a esto de escribir; es más, creo que es una enfermedad.
La vez pasada declaraste que para empezar una novela basta tener una idea. Y luego sentarse a desarrollarla en 350 páginas.
Una de las primeras ideas que tuve cuando empezó esta crisis fue tomarme un año sabático. Y está bien si puedes permitirte un año de descanso para pensar qué vas a hacer con tu vida. Bueno, diez días después estaba trepándome por las paredes ¡qué estoy haciendo si no estoy haciendo nada! Yo necesito estar escribiendo, no es algo que escoja. La gente me dice que tengo mucha disciplina. La disciplina es algo que te impones para hacer algo que no te gusta. Yo necesitaría disciplina para no escribir. Parte de mi equilibrio mental nace del hecho de estar contando historias, y esta adicción al trabajo hace que me venga muy bien explorar distintos géneros, porque si no acabas publicando un nuevo libro antes de terminar la gira con el primero. Entonces trabajar en muchas otras cosas me oxigena y me permite tomarme mucho tiempo para escribir una novela. Voy entonces muy, muy lento, y no tengo ninguna presión porque tengo otros trabajos creativos que también me interesan y me atraen.
En qué nuevos proyectos estás ahora.
Estoy trabajando un documental, una adaptación teatral, algo que espero algún día llegue a ser una novela… es bastante ¿no? Lo que pasa es que muchas de estas cosas se trabajan de manera diferente. En el documental se trabaja en equipo porque el guion lo exige. Como negro literario sé que mi nombre nunca aparecerá en varias publicaciones; en mucha de mi obra mi nombre no estará al final de mi vida, entonces no sólo es un trabajo como se idealiza, esto requiere un nivel de concentración mucho mayor.

La mesa inaugura de la FIL Lima 2019 que desató la polémica sobre la ausencia de mujeres en su conformación.
La polémica por la inauguración de la FIL ¿qué crees que pasó ahí conociendo cómo está la situación actual y el tema reciente de lo ocurrido en la Bienal?
Yo creo que era bastante obvio que algo así iba a pasar. Creo que ni siquiera fue un tema de machismo sino más bien miedo burocrático. Fue: “¿A quién vamos a bajar de estos diez machotes?”, porque si bajas a cualquiera de los ministros, a uno de los alcaldes o al Presidente, al día siguiente van a estar llamando por teléfono para pedir tu cabeza; en cambio si tienes un escándalo público pues basta con que emitas un comunicado pidiendo disculpas. Creo que todo esto se debió a que el poder en el Perú se maneja aún de una manera muy feudal, y quien sea que haya tomado la decisión vio su trabajo amenazado si no invitaba a ninguno de los señores que estaba ahí, y estaba más dispuesto a soplarse un escándalo público y a disculparse, que a pelearse con un poderoso.
El feminismo está conformado ahora por diversos colectivos, y muchos de ellos buscan no el debate si no la imposición de sus ideas, condenando la forma en que vive el resto del mundo por decisión propia. Si no piensas como yo, estás mal.
Eso es fascismo, pero no creo que sea un problema del feminismo, es un fenómeno de todas partes. Yo creo que tiene mucho que ver con las redes sociales que han hecho que todo el mundo pueda expresarse mucho más y valorar su opinión -lo cual está bien-, pero que por algoritmos de la propia red solo hables con gente que piensa como tú. Pueden ser activistas, pueden ser feministas, pueden ser derechistas, pueden ser los “istas” de cualquier tipo, pero están rodeados de tanta gente que piensa como ellos que les resulta difícil con el tiempo entender que exista gente que piense diferente, y esto lo notas en España, por ejemplo, donde está costando trabajos insufribles que los políticos se pongan de acuerdo, igual que en el Perú, de hecho. Cada vez nos refugiamos más en identidades y con eso reducimos lo que somos a “yo soy gay, yo soy de derecha, yo soy mujer y sólo soy eso” y eso evita que puedas comunicarte fluidamente con gente diferente. Yo creo que algo que me gusta mucho de ser escritor es preguntarme muchas veces qué tanto un escritor tiene que ser útil a servir para algo a la sociedad y si eso implica defender alguna bandera en particular, y pienso que más bien no, que la utilidad que tienes cuando escribes una historia en el contexto del que hablamos, es hacer que la gente se ponga en los zapatos del otro. Es hacer mediante una narración, sea para adultos, sea para niños, de no ficción o real, que por un rato la lectora sea un lector, el heterosexual sea un homosexual si el personaje lo es, el blanco sea un negro, el asiático un europeo, y que los lectores sean obligados a asumir identidades diferentes, y eso es lo más útil e importante que uno hace al momento de contar historias.
La redes sociales se manejan con mucha virulencia, y la corrección política ha llegado a un punto donde incluso los escritores comienzan a condicionar su literatura ante lo que consideran (o piensan que es) un río donde cosechar lectores.
Bueno, pero es una pelea que tú tienes que enfrentar. Yo la pasé muy mal después de libros como “Abril rojo” o “La cuarta espada” porque me situaban en una posición de opinador cada vez que conversábamos de violencia y alrededor de esos libros, pero luego comencé a darme cuenta de que iba a una entrevista y me preguntaban por los presidentes de América Latina o cómo se resolvería la crisis financiera o si debía haber un acuerdo de libre comercio entre China y qué sé yo… Y que de hecho iba a más reuniones con presidentes y expresidentes que con escritores, y tuve que optar por mi libertad, lo cual implicaba romper las expectativas que había sobre mí y traerme problemas. Hablar sobre eso también te sirve porque la mayoría de periodistas no leen los libros pero todos hablan de política, entonces si hablabas de política tenían titulares, te abría un espacio más grande y te otorgaba cierto prestigio de persona seria y eso es difícil de sacrificar pero depende de ti. Yo opino de muchas cosas, también me niego a opinar de muchas otras y trato siempre de que mi imagen pública sea la de mi trabajo creativo. Y te vas ganando tu sitio si estás de acuerdo en trabajar de verdad y eso implica sacrificios. Con este libro me hace gracia porque al no ser político todo el mundo te quiere mucho, no hay líos, no hay peleas. Por otro lado te das cuenta que vas mucho a la prensa y son muchos medios y muchas horas y rápidamente hablas del nuevo libro y de pronto estás hablando de la crisis financiera, de la crisis política… Por eso creo que haberme ganado mi propia libertad ha implicado muchos sacrificios, pero está bien.
Cómo ves las diferencias entre las estrategias del activismo feminista en España y en Perú, dentro de lo cultural.
Si tú piensas en los movimientos literarios, por ejemplo el boom latinoamericano, era un grupo de hombres pero había también mujeres. Si tú piensas en el Crack mexicano, es un grupo de hombres también; en McOndo tampoco había chicas alrededor ¿no habían chicas escribiendo en ese momento? Hace poco encontré una edición del libro de Donoso, “Historia personal del Boom”, que venía después con las memorias personales de su mujer, cuyo título era “El boom doméstico”. Es decir, la señora era considerada casi un mueble dentro de la historia literaria, de hecho el libro de la mujer por momentos es más jugoso porque no es un ensayo literario sino la vida misma, es más humano. Entonces sí, me parece necesario hacer visible el trabajo que no hemos visto en todos los ámbitos. Hablamos de un periodo de insistencia para normalizar, hasta que se vuelva algo simplemente “natural”. Pero es verdad que como lo natural ha sido lo otro hay un elemento de discriminación que es necesario al principio, un tránsito que obligue a replantear las mesas, por ejemplo. Obvio que si la mesa es sobre problemas de la próstata van a haber más hombres ahí.