Escribe José Carlos Picón
Volver a los orígenes siempre es un riesgo. Muchas veces un riesgo necesario. ¿Cómo comprender los procesos vitales, la identificación con el entorno, los exabruptos creativos si no volvemos la mirada hacia lo inicial?
El reconocido narrador y periodista Fernando Ampuero acaba de publicar “El primer cuentista”, un breve libro ilustrado por Casandra y Joshua Tola que, sin embargo, no está destinado para el público infantil, sino a la reflexión adulta aunque, advierten los editores, no estaría mal que lectores jóvenes se acerquen a sus páginas.
Ampuero nos sitúa en una “oscura caverna” en la que Jono, un sujeto rudo pero no tanto como sus congéneres, un tanto distinto más bien, acapara las miradas del grupo humano al que pertenece. Su “poder provenía de su voz”, relata el autor. Su garganta emitía “raros sonidos”.
A través de una sutil e imaginativa propuesta expresiva, Ampuero nos somete a una serie de preguntas que se desprenden del relato. ¿Es acaso que los eventos narrados corresponde al nacimiento del lenguaje oral? ¿Es la energía primigenia que puebla una función fisiológica la que encarna el poder y la posibilidad de comunicación?
Jono, misterioso e irresistible, lograba que la gente se agrupara, lo escuche y deleitara. “Si alguien osaba interrumpirlo, recibía un severo castigo”. Este personaje inspiraba en otro, Furo, mediante sus sonidos guturales, un proceso creativo que tenía por resultado un conjunto de dibujos coloridas, escenas de cacería, murales, como si un pintor primitivo representara lo que de la boca de Jono aparecía.
Un accidente acabó con la vida de Furo, primer admirador de Jono, puesto que su exaltación frente al arte de aquel causó que el castigo por garrotazo ante la interrupción, terminara en su deceso. El arte de Furo estaba ligado al de Jono. Este lloró a muerte de su amigo, desde luego.
No obstante, la fuerza y poder creador de Jono iba perfeccionándose. Además, su inteligencia impulsó la creación de artefactos que facilitaban la vida de todos en la comunidad, en la caza, en los trabajos manuales. ¿Está el lenguaje engarzado con el desarrollo de una inteligencia en el marco evolutivo del hombre?
La tribu seguía fielmente la voz de Jono para todas sus tareas. Tanto así que pronto, cada actividad a la que Jono se refería, correspondía a una sonoridad distinta de su voz, una de la otra. He ahí que, dotando de sonido a cada situación, acción, animal, instrumento, pudo gramaticalmente urdir historias, recogiendo recuerdos y fantasías. El primer cuentista, el primer bardo.
Una noche contó la cacería de un felino. Jono era muy malo en la caza, pero su relato era la representación exitosa de la performance de un fiero cazador. ¿Mentira o verdad? Lo importante era que Jono transmitía seguridad, emoción, por lo que se hizo conocido en otras tribus. Finalmente, fue asesinado con un golpe en la cabeza. Aparentemente fue un rival que iniciaba sin el mismo talento que Jono, su carrera como cuentista. Un bello relato que despierta preguntas sobre la tradición oral, la transmisión del saber, el arte de comunicar, y las estéticas resguardadas hasta en los actos cotidianos.