Fernando Obregón: “Los poetas del 80 llevan la cicatriz escandalosa de la violencia”

Poeta de la generación 80´ y miembro de Hora Zero, Fernando Obregón Rossi reedita "Sorpresa de una bala ante la belleza del suicida".

Publicado

10 Nov, 2024

Escribe Luis Eduardo García

Integrante de la generación de los ochenta y miembro de lo que podría llamarse la tercera etapa de Hora Zero, Fernando Obregón Rossi (Lima, 1961) ha publicado hasta ahora solo un libro: Sorpresa de una bala ante la belleza del suicida, en el que percibimos no solo a una voz segura y dueña de sus virtudes, sino también una sorprendente manera poetizar un periodo aciago en la historia del Perú: la violencia política y social.

Este libro se publicó incompleto en 1999. ¿Qué ha cambiado desde entonces en tu poética?

Ha cambiado mucho, porque la vida modifica tu forma de escribir. Del lenguaje atormentado, caótico y (aparentemente) sin sentido de este libro escrito entre 1985 y 1995, bajo un período de violencia sin igual en el país, hay pocas cosas que se mantienen. He aprendido a mirar la vida y la poesía con otros ojos, apreciándola mejor pero siempre explorando entre los límites de la palabra y la propia existencia.  Tengo otro libro terminado Estudio de vida, distante de este infierno juvenil y más cercano al purgatorio. En cambio, lo que estoy escribiendo ahora Relación de las cosas bellas que alcancé a ver, se aproxima más a la realización paradisíaca que anuncia Dante en su Divina Comedia.

Fernando Obregón
Nueva edición del libro de Fernando Obregón Rossi.

¿Qué hayas tardado tanto en publicar tiene que ver con tu manera de trabajar? ¿Eres un esclavo de la autocorrección o es cuestión de cumplir con los plazos y los ritmos de la vida?

¿Existen plazos para publicar un libro? La mayoría de estos poemas y otros no publicados, los vengo leyendo en los numerosos recitales y actividades culturales que con el movimiento Hora Zero hemos desarrollado en las últimas décadas.  Si no los he recogido en libros o plaquetas, simplemente es porque no tengo necesidad de hacerlo. Mi único apuro es escribir y ser consecuente en el trabajo de la palabra. Si estas sobreviven al tiempo, entonces merecen ser publicadas.

Sorpresa de una bala ante la belleza del suicidio está, empezando por el título, cargado de imágenes poderosas, de origen surrealista la mayor parte de ellas. ¿Qué deudas reconoces o tienes con el surrealismo?

Este libro es más surrealizante que surrealista.  Y es que la realidad contemporánea, ya no es la misma de hace un siglo cuando André Bretón y sus amigos cuestionaron el arte y la vida abriendo la posibilidad de exploración en todos los ámbitos de la actividad humana. Hoy el mundo es más surrealista que nunca, la inteligencia artificial es el más claro ejemplo.  Si las imágenes de mi libro parecen surrealistas, es porque la realidad ya lo es.

¿En qué medida pude ser bello un suicida?

Toda claudicación a la vida guarda tras de sí una historia. Este libro fue escrito durante una de las décadas más violenta que hayamos padecido en la historia de nuestro país. El suicida puede ser una persona, un ángel caído, la propia sociedad o la palabra misma. Todos con una historia inconclusa que pudieron ser bellas de haber sobrevivido a esa espiral de violencia.

Fernando Obregón es parte de la legendaria «Hora Zero» (en la foto con Enrique Verástegui y Jorge Pimentel).

T. Mora y R. Santiváñez, destacan el discurso trastocado de tu libro (“remolinos de palabras”, dice Verástegui en el prólogo), sin puntuación, “de encabalgamientos inesperados”, que parece seguir las pautas del libre fluir de la conciencia. ¿A qué responde esta manera de estructurar el discurso?

Antes de este libro, trabajé otros dos que tenían una mirada diferente, cuando de pronto desbordó la violencia en los ochenta. Sentí que había perdido la brújula literaria ante una nueva realidad que me exigía escribirla de la manera más coherente y consecuente posible. El caos de los textos es el caos de entonces. El discurso chocante y trastocado es la vida de entonces. Los encabalgamientos inesperados son las múltiples caídas de entonces. Los remolinos de palabras y carencia de puntuación son los discursos sin sentido de esos años.

¿Tiene esto algo que ver con la violencia que, según mi lectura, es el verdadero leitmotiv del libro?

Cierto. La violencia es el eje central del libro, pero también la resistencia y resiliencia. Una violencia que regresa pendularmente sobre nuestro país, cada cierto tiempo. Hoy vivimos otro nuevo ciclo de violencia, donde de nuevo todo vuelve a sacudirse. La sociedad ingresa de nuevo a una etapa suicida. La primera versión del libro es de hace 25 años, pero parece escrito para hoy.

Los temas recurrentes de los poemas son metafísicos, metapoéticos y metafilosóficos: el extravío del poeta en la gran oscuridad de la vida, la fuerza invencible de la muerte, la imposibilidad y el sinsentido de la belleza, entre otros. Esto podrías llevarnos a pensar que no hay ninguna esperanza, que todo está perdido, sin embargo, mi lectura, por lo menos, me indica que no es así. Hay un sosiego, una búsqueda intrínseca que tiene que ver con el asombro y la belleza. ¿Qué clase de optimismo y esperanza alberga tu poesía?

En un tiempo de neofundamentalistas, de fake news, donde la razón abdica de la sinrazón, la poesía es la única esperanza. Pero sin optimismo ingenuo ni pesimismo ciego. En un mundo que niega la vida la obligación del poeta es apostar por ellos. A pesar de que se nos haya entregado una catástrofe para poetizar, como se afirma en el manifiesto Palabras Urgentes de Hora Zero.

Obregón y Verástegui en Barranco.

R. Santiváñez ha destacado de tu discurso la forma en que unes un verso con otro, su encabalgamiento, el uso de la elipsis. ¿De dónde procede esa técnica?

No creo en los lingüistas metidos a poetas y que sólo se regodean en el juego de las palabras. Son malabaristas de biblioteca. La poesía es humanidad antes que nada y a la palabra hay que dotarla de esa humanidad. Todo uso de recursos literarios va en esa perspectiva. Suprimir puntuación, artículos, encabalgar un verso con otro como si fuese una cascada de palabras, el uso de aliteraciones, adverbios o elipsis tienen como finalidad dar vida al discurso. Si no, no tiene sentido usarlos. Las influencias son numerosas, pero para mí Trilce de César Vallejo, es la piedra angular de nuestra poesía.

¿En qué línea de la tradición inscribirías tu poesía? No veo rastros ni influencia marcada de la poética de Hora Zero, colectivo del que formas parte, en tu poesía. Yo diría más bien que tu trabajo marca un camino muy personal y distante.

Este libro fue escrito bajo la influencia y seguimiento personal de Juan Ramírez Ruiz, a quien conocí a inicios de 1980 y que a pesar de ya no ser parte activa del grupo siguió caminando con Hora Zero casi toda esa década. Este libro fue leído a Tulio Mora, Enrique Verástegui y Jorge Pimentel, antes de entregarlo a editorial ASALTOAOLCIELO en 1999 y fue determinante para mi incorporación al grupo. Todos ellos vieron en el libro su cercanía a la propuesta de la “Poesía Integral”, pero sobre todo a la premisa central del Manifiesto Palabras Urgentes: Hemos heredado una catástrofe para poetizar. Hora Zero es un colectivo poético donde cada integrante crea su camino y se respeta su búsqueda personal. Este libro no hubiese sido posible sin las críticas y observaciones -muchas veces duras- de los poetas nombrados.

Los Hora Zero en una foto que ahora forma parte del salón «Hora Zero» en el legendario Bar Queirolo del Centro Histórico de Lima.

¿Cuál es tu imagen, si acaso la tienes, del poeta y la poesía en un mundo donde no parece haber mucha cabida para ellos?

Veo a los poetas como druidas modernos, intelectuales independientes conocedores de lo profano y sagrado; pero a la vez como los Lamed Wufnis reseñados por Borges en su Libro de los Seres Imaginarios. Son los seres justos escondidos que evitan que la humanidad desaparezca. Ahora, la poesía no sólo es un género literario, puedes encontrarla también en la música, el cine, las artes plásticas, y hasta las propias ciencias ya están contaminadas de poesía. El discurso de la próxima humanidad reconciliada tendrá más de poético que de racional.

¿Qué balance harías de la generación del 80 a esta altura del tiempo?

Los poetas de los 80 tienen llevan la cicatriz escandalosa de la violencia, a la cual hay que añadir la sobrevivencia. Son estigmas difíciles de borrar, aunque el tiempo se encarga de amenguar. La presencia de la mujer es posiblemente el mejor aporte, pero no es el único. Encuentro libros bellos y notables y voces en pleno proceso de producción. Los poetas peruanos de los 80, son una historia en desarrollo, de la cual aún falta mucho por escuchar y leer.

Luis Eduardo García
Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). El lugar de la memoria (2023) premio de novela breve del BCR. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo.

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