Francisco Ángeles: «Se escribe demasiado desde la literatura y muy poco desde la observación del mundo»

Una entrevista de Gabriel Rimachi Sialer. El escritor peruano Francisco Ángeles, radicado actualmente en Filadelfia, Estados Unidos, donde escribe su tesis doctoral para la Universidad de Pennsylvania mientras enseña en Bryn Mawr College, regresa a Lima para presentar su última novela, «Plagio» (Literatura Random House, 2016), que nace a partir de la reescritura casi total de su […]

Una entrevista de Gabriel Rimachi Sialer.

El escritor peruano Francisco Ángeles, radicado actualmente en Filadelfia, Estados Unidos, donde escribe su tesis doctoral para la Universidad de Pennsylvania mientras enseña en Bryn Mawr College, regresa a Lima para presentar su última novela, «Plagio» (Literatura Random House, 2016), que nace a partir de la reescritura casi total de su primera entrega, «La línea en medio del cielo». «Es el libro que hubiera escrito si en esa época hubiera contado con mi actual experiencia vital, literaria y teórica«, escribe el autor en la nota sobre el origen del libro.

Luego del éxito que le significó su anterior novela «Austin, Texas 1979», Ángeles apuesta por un ajuste de cuentas personal («Plagio es el original que se produce después de la falsificación»), y el resultado es positivo, una historia donde la dosificación de la acción, la intriga y el manejo de la tensión logran retratar una de las etapas del fujimontesinismo donde la violencia y la corrupción invadieron casi todos los niveles de la sociedad limeña. Conversamos con el autor a propósito de este y otros temas, siempre polémico, siempre frontal, en esta interesante entrevista.

A propósito de «Plagio» ¿Por qué reescribir una primera novela que fue bastante bien recibida en crítica y lectoría en su momento?
Tuvo buena crítica, sí, no creo que le haya ido muy bien en lectoría, lo que me parece normal para una novela inusual, extraña, rara, no sé bien cómo decirlo, para nuestra tradición. Decidí reescribirla porque esa novela era, entre otras cosas, un tributo a mis influencias, una manera de poner las cosas en orden con mis propias lecturas. Y creo que estuvo bien para 2008. Pero al releerla después de años me di cuenta de que hubiera podido hacer esa especie de homenaje a mis referentes mucho mejor. Por otro lado, porque reescribir algo que ya está hecho es muy coherente con la idea de reciclaje y repetición, copia y falsificación, influencia y tradición, de la que habla la novela

¿Cuáles son esos referentes, más allá de la dedicatoria explícita a Ricardo Piglia?
(A quien por cierto siempre sueles citar y celebrar -no sin razón- en tus comentarios)
Piglia es fundamental, imprescindible, por eso le dedico el libro aunque él nunca vaya a enterarse. En esa época de La línea en medio del cielo pensaba también en otras influencias que en Plagio se han diluido o desaparecido (David Lynch, Kenzaburo Oe, Kazuo Ishiguro) o que las he asimilado de manera menos directa: tomando elementos específicos de su escritura, como Tabucchi, por ejemplo. Pero es verdad que Plagio es pigliana, pero de una forma más justa que en 2008: es pigliana más allá de Piglia. Quiero decir: soy mucho más consciente ahora de toda la tradición con la cual él está dialogando.

«Hay que arrebatarle al Estado ese poder de gran narrador y empezar a narrar también nosotros» dice en un momento uno de tus personajes, pero con la intención de hacer lo mismo que el Estado: desinformar para intentar conseguir el poder…
No, en absoluto: nadie quiere conseguir el poder en esa novela. Todo lo contrario: la búsqueda de la acción política ya no pasa por la toma del poder, como en el siglo 20, sino en formas alternativas de intervenir. Esa es una discusión larguísima, que a mí me ha tenido ocupado los últimos años, pero para hablar de ello necesitaríamos cinco horas para decir algo…

«No solo difundir rumores sino fabricar acciones… que puedan ser utilizadas como cortinas de humo», a esa frase final (del diálogo) me refería. ¿Para qué si no se tomaría uno tantas molestias sino es para buscar también el poder?
Ahí está precisamente el malentendido: que se asume que la única opción de ejecutar política es tomando el poder. Eso es siglo 20, pre-caída del muro, pre-globalización. Modelo caduco: ¿quién puede pensar seriamente que la transformación social llegará tomando el fusil, como en la época de Fidel y el Che? Todo eso ya está bastante analizado por doscientos anaqueles de bibliotecas: no se puede pensar que un cambio de gobierno cambiará nada porque ningún gobernante tiene capacidad de acción en la situación actual de dominio de capitales transnacionales. Y a partir de esa situación es que se impone la pregunta por formas alternativas. En el caso de Plagio, dichas alternativas pasan más por la destrucción de lo existente, a partir de la lectura de Bataille, que por la propuesta de algo radicalmente nuevo. Y yo, en principio, estoy de acuerdo con la crítica por sí misma. No tener un plan alternativo, sólido, coherente, sin fisuras, no tendría por qué anular la posibilidad de pensar críticamente.

En tu última visita a Lima hubo una polémica respecto al tema de la memoria y las novelas sobre la violencia. Pero «Plagio» apela también a esa memoria: los noventas, la violencia, los grupos que se reúnen clandestinamente, y una justificación que me parece interesante: «Muchas cosas pasan sin registro, tarde o temprano no quedará ninguna memoria», a lo que responden «Para eso sirve la literatura».
Sobre el tema de la violencia política en la literatura peruana creo que ya dije mucho, creo que algunos están de acuerdo conmigo y otros no, lo que me parece normal. Pero también hay personas que no han entendido lo que quiero decir, y no creo que les interese hacerlo porque es más fácil reducir o deformar el argumento de la persona con la que debates que intentar pensarlo un poco más. Por eso no creo que valga la pena volver sobre el tema. Dije lo que tenía que decir en su momento, y listo… Y en cuanto a la cita de «Plagio» que mencionas, eso no lo dice el narrador, sino uno de los personajes, con lo cual el otro personaje, su interlocutor, que es de alguna manera también su doble, está en completo
desacuerdo…

En una entrevista que te hicieron hace poco leí algo que me pareció bastante interesante, el hecho de que habías tenido que alejarte de tus contemporáneos para ser, literariamente, «contemporáneo».
Jeje, esa frase quedó simpática, ¿no? Me salió natural ante la pregunta. Pero esa naturalidad puede ser engañosa, como suele ocurrir con las frases simpáticas. Pero sí tengo claro que la literatura que más me interesa, que es también la más escasa, realmente escasa, no digo en el Perú sino en todos lados, es la que mete las narices, la cabeza, el cuello, en el mundo contemporáneo. Eso es lo que hace, por ejemplo, Michel Houellebecq. Me gusta muchísimo más que novelas que vuelven una y otra vez sobre el pasado…

¿Karl Ove Knausgård, por ejemplo?
No, no me refería a cancelar el pasado personal, íntimo, a la memoria individual, sino a ese tipo de pasado que podríamos llamar «monumental»: el que sale en los libros de historia del colegio y que después lleva a que veinte mil escritores produzcan sus novelas sobre la segunda guerra mundial que ya parten apoyados en la certeza de que están tocando un tema «importante». Y no digo que no lo sea: lo que digo es que eso no basta para que un libro sea bueno. Y, como estábamos con las frases simpáticas, aquí meto una de Beatriz Sarlo: «no es lo mismo la idea del libro que el libro». Eso lo resume todo. Por otro lado, la memoria individual sí me parece imprescindible: en ella se puede encontrar, cuando el escritor es bueno, una mirada distinta del mundo. Por ese lado, no tengo ningún problema con la idea con que Knausgard empieza a escribir. Pero en su caso específico el resultado, que es lo importante, no me gusta en absoluto.

¿Qué es lo que hace «bueno» a un escritor «contemporáneo»? Eso marca ya una distancia grande si vemos el panorama al menos local.
Que sea capaz de producir, desde la literatura, con esa libertad no restringida a los lenguajes específicos de cada disciplina, una perspectiva sobre el mundo que vivimos en lugar de reafirmar los que ya teníamos desde antes.

¿Honestidad consigo mismo y «con su tiempo»?
No, no, la honestidad no tiene nada que ver. No me importa si un escritor es «honesto» o no lo es. Me importa que los libros sean buenos. Yo diría: capacidad para observar el mundo en el que vive, entenderlo al menos en parte, y no andar pegado a lo que ya se encuentra bien establecido en el imaginario colectivo

Entender el mundo y escribirlo, eso requiere además de una buena capacidad en el manejo del lenguaje, en saber contar y no solo escribir. ¿Crees que ese es uno de los problemas de la producción actual?
Por supuesto que hay que saber utilizar el lenguaje y hay que saber contar una historia. Eso es elemental. Pero no me satisface. Tiene que entregarse algo más, que no se está entregando. Y ese es un problema mundial, en mi opinión, ni siquiera latinoamericano, mucho menos peruano. ¿Por qué la literatura no se pone a tono con nuestra época? Esa una discusión muy larga y no creo que nadie tenga una respuesta definitiva. Hay gente, como Kenneth Goldsmith, que dicen: la literatura está cien años retrasada con respecto a la música o a las artes visuales. Quizá tiene razón. Hace poco leí una entrevista a Aira donde decía más o menos lo mismo. «Lo que yo hago es en el fondo lo mismo de siempre, es raro que me consideren vanguardia o ruptura» o algo así dijo. Podríamos tentar respuestas, claro, pero eso es largo si se quiere hablar en serio. Para empezar por algo básico, yo diría que se escribe demasiado desde la literatura y muy poco desde la observación del mundo. Incluso cuando uno cuente sus propias experiencias, lo que le ha pasado, lo que ha sufrido o peleado o gozado, al final, cuando pasa a la página de Word, termina mediado por los modelos literarios previos. Y la única alternativa que le encuentro es construirse uno mismo su propia tradición: ya no nacional, ya no solo literaria, sino una tradición donde haya gente de todos lados y de todas las disciplinas. Pero construirse esa tradición toma tiempo, muchos años de lectura, estudio, observación. Diez años, diría yo, como mínimo, desde que uno se pone a buscarla en serio….

«Meter las narices, la cabeza, el cuello, en el mundo contemporáneo»…
Exacto. Y es más jodido de lo que parece. No solo para los escritores sino para todo el mundo: jodido para los sociólogos, para los antropólogos, para los periodistas, para los teóricos políticos. No tenemos modelos. Todo está desbordado. Nadie entiende un carajo de lo que está pasando…

Intentar, ahora, la gran novela monumental es prácticamente imposible, pero se puede, por ejemplo, sumergirse en espacios específicos y contemporáneos, pienso en Houllebecq, al que mencionaste hace un momento.
Sí, Houellebecq es un escritor que creo parte de esa premisa. Pero no es el único. Tenemos por ejemplo el caso de Martin Amis: escribió una novela corta, muy corta, que se llama Tren nocturno y que me parece magistral para lo que venimos hablando. Pero, claro, se le considera «menor» dentro de su obra. Quizá la crítica prefiere su libro sobre el 11 de septiembre, y ahí estamos otra vez en lo «monumental», algo para lo cual ya el lector viene preparado, sabe cómo viene la jugada….

El reto entonces sería, para todo escritor actual, salirse de su zona de confort y arriesgar. ¿Pero ese no ha sido el reto desde siempre?
Siempre debió ser el reto, supongo. El punto es que la forma de ese reto, en la literatura más valiosa, debería ir moviéndose en la misma medida en que se mueve el mundo desde el cual escribe…

El mundo desde el cual se escribe suele ser, al menos por lo visto últimamente, el terreno fértil de la mal llamada autoficción. Mi punto aquí es que inevitablemente tiende a agotarse y empieza la repetición.
Cuando dije «el mundo desde el cual se escribe» no me refería a qué tipo de literatura se elige: lo que llaman autoficción, novela histórica, novela de viajes, fantástico, etc. Me refería al mundo que, creo, podemos llamar «real»: la serie de condiciones sociales, históricas, políticas, que han modelado nuestras vidas para que sean lo que actualmente son.

¿Resaltarías algunas novelas peruanas de tus contemporáneos que creas que hayan conseguido eso?
Hay novelas peruanas muy buenas en los últimos años, pero no me ha parecido que esa preocupación esté en la agenda de ningún escritor peruano, de mi generación ni de ninguna otra, al menos entre los que he leído. Pero no los he leído a todos, claro, lo cual sería imposible, quizá haya algunos otros que estén en la misma búsqueda…

La tradición nacional es el realismo, pero últimamente se ha visto un despegue interesante de lo fantástico e incluso la ciencia ficción. Tú eres literato de profesión ¿crees que alguna vez se pueda alcanzar la fuerza y pegada que estos géneros tienen en otros países?
No tengo idea, pero espero que sí: mientras más variedad exista, mucho mejor.

«Plagio» ha sido publicada por Penguin Random House, lo cual asegura mayor llegada con los lectores y la posibilidad de ingresar a otros países ¿Qué expectativas tienes ahora que regresas al Perú?
Te lo digo con la mayor sinceridad posible: no tengo ninguna expectativa más allá de pasarla bien. Me gusta presentar libros, conversar de literatura, las entrevistas. Esa es mi expectativa: pasarla bien acompañando a este libro por unas semanas. Fuera de eso, lo que pase con esa novela puede darme o no algunas satisfacciones, pero ni las espero ni me preocupan.

¿Piensas romper el récord de presentar 20 libros en una edición de la FIL?
Jajaja en realidad fueron 19 el año pasado, lo que no repetiré nunca más en mi vida. Esta vez tendré unas pocas participaciones, muchísimas menos que el año pasado, y el próximo año no iré a la FIL, eso ya lo tengo decidido, así que con eso le bajaré el promedio.

Respecto de la FIL se ha levantado toda una ola de protestas por el tema del precio de las entradas,más caras que el año pasado ¿consideras como escritor invitado que es una medida adecuada?
No soy escritor invitado a la FIL, sino un escritor que participa como otras decenas o cientos de escritores y expositores. En cuanto al otro tema, no soy parte de ninguna editorial, de ninguna institución, en realidad no soy parte de nada, y no tengo elementos de juicio suficientes como para opinar al respecto.

Finalmente, ¿qué viene ahora después de «Plagio»?
Una novela que he estado trabajando con un ritmo frenético. Creo que escribí 250 páginas en mes y medio. Pero todavía me faltan muchas páginas para terminarla, será más larga de lo que había planificado, así que la dejaré hasta que encuentre el tiempo suficiente como para dedicarme a ella como pude hacerlo en las últimas semanas.

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