Escribe J. J. Maldonado
¿Cómo contarle a un niño la vida de François Truffaut? ¿Cómo trasladar el universo de la nouvelle vague al universo infantil? ¿Cómo presentar al intrincable autor de Los 400 golpes a un niño peruano o de provincia latinoamericana? Aunque parezca no haber respuestas, el libro álbum François Truffaut: el niño que amaba el cine, publicado por el Fondo Editorial UCV, nos brinda las respuestas a través de una muestra narrativa que se reparte entre el arte textual y el arte puramente gráfico.
Escrito por el italiano Luca Tortolini (Premio Andersen 2024) e ilustrado bellamente por la artista rusa Victoria Semykina, el libro realiza un homenaje profundo al descubrimiento vocacional del célebre cineasta francés durante su infancia y adolescencia. La traducción y dirección editorial de la escritora peruana Carmen Plaza Abanto, agregan una capa de precisión y cercanía cultural que hacen que este libro alcance el corazón de los lectores, sin importar su edad o contexto.
El relato nos lleva a la infancia de Truffaut, marcada por dificultades familiares y una vida en las calles de París, pero también por su inmensa pasión por las películas. En una época en la que el cine aún era un arte en construcción, el libro nos muestra que el pequeño François halló en la pantalla no solo una forma de protegerse del mundo, sino también un espacio donde explorar y descubrir la magia de contar historias.
Tortolini utiliza un lenguaje accesible y poético, evocador por momentos, lo cual hace que cada página transmita la inocencia, la fascinación y la sensibilidad de un niño que sueña con mundos lejanos desde una pequeña sala de cine. Desde lo gráfico, Semykina aporta una visualidad alegórica y emotiva, con ilustraciones que evocan el París de los años 30, permitiendo que el lector, tanto niño como adulto, experimente la aventura de ingresar al universo visual (y vital) del primer François Truffaut.
El punto fuerte de este libro álbum, además de ser un homenaje a Truffaut, es su capacidad de trasladar la historia de un gran cineasta europeo al imaginario de niños peruanos y latinoamericanos. De hecho, los pequeños lectores tienen la oportunidad de descubrir a Truffaut no como un personaje lejano o inteligible, sino como alguien que, a través de la dedicación y la pasión, se convierte en un referente universal. Y aunque pueda parecer un defecto en lugar de un logro literario, el libro evoca una lección: la idea de que los sueños, sin importar dónde comiencen (en las frías calles o en callejones oscuros, como en el caso de Truffaut, por ejemplo), pueden cumplirse si existe una gran pasión.
François Truffaut: el niño que amaba el cine se convierte así en un delicado artefacto narrativo que acerca a los niños del Perú al lado más personal de un ícono del cine europeo y, al mismo tiempo, enciende en ellos la chispa de la curiosidad por el arte. Como señala el título de la colección editorial a la que pertenece el libro, esta entrega es, definitivamente, una “Historia para todos”.
Hay que leerlo.