«Yo fui mendigo», de Isaac Felipe Montoro

Por Javier Arnao, el Caminante El 11 de noviembre de 1961, casi diez años antes de que Hunter Thompson publicara en el Scalan’s Monthly «El Derby de Kentucky es decadente y depravado» (fundando así lo que se llamaría periodismo gonzo), Isaac Felipe Montoro publicaba en el diario Expreso «Yo fui mendigo en la gran Lima». […]

Por Javier Arnao, el Caminante

El 11 de noviembre de 1961, casi diez años antes de que Hunter Thompson publicara en el Scalan’s Monthly «El Derby de Kentucky es decadente y depravado» (fundando así lo que se llamaría periodismo gonzo), Isaac Felipe Montoro publicaba en el diario Expreso «Yo fui mendigo en la gran Lima». Sin saberlo, inauguraba una entonces innovadora forma de recoger historias: sumergirse en la noticia para contar, desde la experiencia directa y la subjetividad, el mundo que se está investigando.

Montoro, abogado de profesión, periodista de oficio, autor y editor de decenas de libros (que él mismo distribuía), entre crónicas, cuentos y novelas, entre las que destacan Las ratas del castillo, El comandante pintado, Los peces de oro (premiada por el Instituto Nacional de Cultura), vestido con harapos y un raído gorro de paja, se introdujo en el mundo de la mendicidad limeña. Raúl Villarán, director de Expreso, le encomendaba esta tarea para ganarse un puesto para el matutino de su periódico. Como anota Juan Gonzalo Rose en el prólogo: «Por primera vez un reportero dejaba su escritorio de la Sala de Redacción para vivir él mismo las experiencias del personaje objeto de la noticia».

Más que una novela, Yo fui mendigo es un extenso reportaje compuesto por crónicas que narran las peripecias y vicisitudes de Montoro por las calles, muladares y lugares más lumpenescos de Lima. En ellos conoce, de primera mano, la realidad de los mendigos y la delincuencia ligada al submundo. Es testigo de muertes, traiciones, asesinatos, así como de gestos de humanidad en medio de la decadencia y el vicio. Además de convivir con mendigos, se codea con una amplia galería de personajes callejeros: ladrones, alcohólicos, pequeños rateros, prostitutas, orates, recicladores, golosineros, cantantes ambulantes, y nos cuenta sus dramas e las impresiones le despiertan. Limosnea, pasa hambre, toma ron de quemar, duerme en covachas, en las cuevas del río Rímac. Los lectores del periódico, impactados por sus trágicos testimonios, insatisfechos con esa información, exigieron más. Montoro, que conservaba sus mugrientos apuntes, amplió su repertorio de relatos y compuso este libro, agregando detalles considerados entonces sórdidos e impublicables en un periódico.

El libro fue todo un éxito (cuenta con cuatro ediciones), aunque, al parecer, sus novelas no corrieron la misma suerte. Si bien tiene ciertos defectos de edición y narrativos —fallas ortográficas, de estilo, cierto efectismo (por momentos se torna un tanto melodramático y miserabilista) y la intromisión de ciertos juicios morales— y no exhibe grandes virtudes narrativas, constituye un interesantísimo documento periodístico, sociológico, incluso histórico, pues se nombran tiendas y lugares hoy desaparecidos (el restaurante-bar Cuneo y Bandilora, por ejemplo). La prosa fluye sin trabas y alcanza picos de tensión dramática. Su gran mérito es habernos narrado la miseria desde sus entrañas y sobre todo haber sido precursor del subgénero gonzo, considerado hoy tan «audaz» en nuestro circuito.

Montoro, Isaac Felipe. Yo fui mendigo. 4 ed. Librería, importadora, editora y distribuidora Lima S. A. Lima, 1985: 174 pp.

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