Escribe José Carlos Picón
El viejo poeta Robert Frost decía que la poesía empieza con metáforas triviales. Si la vida, si quiera un día de esta, no es una metáfora de algo, entonces el lenguaje variaría en su rol fundador, estaría condenado a representar una trama de objetos o sucesos sin espíritu ni alma.
Nos ha llegado “El cantar de las agujas” (Tinta Libre) gracias a su autor Jaime Cabrera Junco y hemos sido sometidos a un día cromáticamente gradual según las horas y etapas de su acontecer. Mañana, tarde, media tarde y noche aguardan el alba. Y el poeta engancha nuestros ojos e imaginación al acto cotidiano de transitar.
Lo que de inmediato salta a la vista es la liviandad de la vanguardia de las primeras décadas del siglo XX. Un lenguaje fresco, juvenil, libre, amenazante. Nada oscuro hay en él. El cantar es un verdadero cantar. “Bailan las agujas. Perturban las sienes”. El libro está compuesta de piezas que rinden homenaje a esa era de ismos. Prosa poética, arte breve, estallido en la página, poema visual.
Sostienen los editores que se trata de un poemario frenético y de fuerza lírica. Sin duda lo es.
“Cuerpo derrengado
baja
baja
en los pozos”.
En esos versos, el día ya estaba terminando, pero Cabrera Junco nos transporta al ángulo luminoso desde el que se presiente el suceso. Las descripciones imagistas de lo vivido durante las horas laborales, el transporte público, los gratos y engorrosos momentos de unas 24 horas cualquiera, son bloques de sentido que van perdiendo sus contornos para reptar por la mente y la espina de cualquiera que los lee.
“Señora gris de limpieza franela amarilla”. Esferas alegóricas con una determinación figurativa específica. Fotogramas unidos en una mecánica pero todavía primigenia ingenuidad tecnológica. “Lista la tarea. De nuevo frente al cuadrilátero”.
Otro recurso utilizado son los neologismos lúdicos que encuentran su rol encarado en la gramática de la creación. “Pestaña nueva. Música contra el ruidoficina”. O aquí representando una pequeña tragedia cotidiana “manos apabullan la pensadera/tantos soles a fin de mes/sueldotela/cuentas sin cuadrar”.
“Pliegos blancos silencian la mesa. Uñas afiladas fauces hambrientas (…) Improvisada banda de jazz destrompetada”. La burocracia laboral dota de tintes revivales, los espacios de atmósferas y situaciones. Las asociaciones que enrarecen el sentido ocupan un importante lugar, son una herramienta utilizada con frecuencia por Cabrera Junco. “El cantar de las agujas”, además de ser un homenaje a nuestros más grandes vanguardistas, a una época lírica en plena experimentación, es un instancia que sirve para refrescar módulos aún latentes de la poesía peruana, cuyos elementos constitutivos, son transformados hacia espectros alineados a la actualidad.