Escribe Miguel Vargas Rosas
Como el propio título lo da a entender —La carretera (Ed. Barba Negra, 2024)— el primer poemario de Roberto de Olazábal es una poesía que busca exaltar la belleza, el misticismo y la filosofía que suelen transmitir los distintos lugares o parajes en el espíritu de alguien que emprende varios viajes, aunque este sabe, por experiencia propia, que el viaje más importante y profundo es el viaje al que llamamos vida. Por esto, los poemas reunidos en este pequeño libro, exento de ornamentos fastuosos innecesarios y de expresiones rimbombantes, expresan una amalgama de emociones, sentimientos y temáticas, conservando una sencillez que colinda con la candidez, aunque por ratos parece asomarse al surrealismo, hoy muy manido por los jóvenes escritores.
Dividido en tres partes, estaciones o estancias, La carretera aborda aspectos como el amor, la soledad, la magia, las descripciones poéticas de lugares que son adosadas a las cuestiones “espirituales” o de conciencia (quizá dentro de la línea gongorina, solo que con mucha más sencillez). Basta con leer “Línea dividida” para entender esta ligazón de las descripciones a lo sentimental o “espiritual”: «La división del ser, / arribo al abismo/ cacería de la razón/ presa de la conciencia, / inocencia ausente, / encuentro culposo, / distanciamiento del bien/ amistad con el mal/, bulla mental/ (…) destino y eternidad, / todo en la palma de Nazca» (p. 56). Se puede apreciar que la división del ser (negro-blanco, blanco-rojo, etc.) está realizada con las líneas de Nazca, según la voz poética.

Otro tema tratado en el libro es la repercusión de la historia sobre el presente, como cuando manifiesta: «Talismanes de muertos/ dan lumbre a los vivos/ que escriben sin prudencia/ con clavos rígidos/ en un oval de lirios». No obstante, descuella más el asunto del amor pasional, en la que desliza versos sutiles embargados de una carga muy íntima: «En tempestades/ perenne vuelves; / zurcida a las estrellas/ en el manto negro, / sin tu mano amiga/ sin tus labios amantes/ universo ausente» (p.12) o cuando señala: «Eres la cura/ para soñar menos, / para tolerar el silencio/ para amar en el vacío» (p. 39). Además, en algunos de sus pasajes hallamos dos tipos de rimas (asonante y consonante), que incrementan la construcción estilística de sus poemas.
Si bien es cierto que intenta ingresar a la lírica llamada “social” o “política”, encontramos en esta, específicamente, ciertos subibajas en cuanto a calidad, debido a que pierde lírica y gana más prosa; no obstante, la poesía suele salir de esos entremeses. Ejemplos de ello los encontramos en “Pueblo indolente” o en “Pólvora” y es que la voz poética se torna relativamente crítica frente a lo observado en la realidad. «El asfalto es pólvora/ que ilumina el progreso/ de los descalzos, / sus muros/ de ideas rebuscadas/ en gabinetes añejos, / que guardan los falsos ideales/ de igualdad y libertad». La carretera, por lo dicho hasta aquí, resulta un libro sugerente; sin embargo, esperamos que el autor nos deleite con una próxima publicación donde arriesgue más y no cohíba sus pasiones ni sus sentimientos (y esto creo yo, es una falencia dentro del conjunto de poemas), sino que estos deberían inundar y rebasar las páginas.