«La casa de los vientos», un mundo crudo y violento

"La casa de los vientos", novela de Gabriel Rimachi Sialer, presenta a uno de los personajes LGTB más memorables de la narrativa peruana. Una lectura de Luis Eduardo García.

Escribe Luis Eduardo García

¿Qué destino le espera a un niño que lee y recita poesía, le gustan los hombres y carece del arrojo suficiente para afirmar su identidad sexual y, sobre todo, es incapaz de encontrar quien lo ame con sinceridad en un mundo más bien violento y promiscuo? Una novela de Gabriel Rimachi Sialer, “La casa de los vientos”, aborda este tema espinoso con gran pericia narrativa.

La literatura gay en el Perú

El tema de la homosexualidad en la narrativa peruana es de vieja data y ha sido tratado bajo dos formas: de manera abierta,en unos casos; y de manera indirecta, y a veces encubierta, en otros. En el primer grupo se inscriben novelas como “No se lo digas a nadie”, “La noche es virgen” de Jaime Bayly y “La casa de los vientos” de Rimachi Sialer. En el segundo grupo la lista es más nutrida y los libros y se enfocan, más que el tratamiento crudo y explícito del tema, en la construcción de los personajes LGTB más conocidos de nuestra literatura. Así tenemos a los personajes de las novelas “Duque” de José Diez Canseco (considerado como el libro pionero en el género), “Los inocentes” de Oswaldo Reynoso, “El Sexto” de José María Arguedas, “Historia de Mayta” y “La Chunga” de Mario Vargas Llosa, “Salón de Belleza” de Mario Bellatin, “Síndrome de Berlín” de Dany Salvatierra, el cuento “Con Jimmy, en Paracas” de Alfredo Bryce Echenique, así como en los libros de Javier Ponce Gambirazio, Juan Carlos Cortázar, Claudia Salazar o Melisa Guezzi, entre otros autores y autoras.

Novelista peruano Gabriel Rimachi Sialer (Foto: Carlos M. Sotomayor)

Más que una novela sobre el mundo gay, “La casa de los vientos” (inscrita en el primer grupo) de Gabriel Rimachi Sialer, que he leído estos días con mucha atención y entusiasmo, es una novela de formación, un Bildungsroman, puesto que el eje de la historia recae en la forma desgarradora en que Octavio, el protagonista de la historia, busca un sentido a su existencia en medio de un mundo limeño hostil y pacato. Es verdad que la novela presenta una trama visible: las tribulaciones y excesos homosexuales de Octavio Correa; sin embargo, presenta también, con la misma intensidad, la vida que lo rodea y que define su identidad: la tragedia de las familias disfuncionales, el peso moral y ambiguo de la religión, la violencia contra la mujer, la discriminación social y racial y el contexto social de una Lima sitiada por los petardos y el miedo de Sendero Luminoso en los noventa.

La novela de Rimachi, creo, vale más por el tratamiento narrativo con el que somete al tema, que el tema en sí mismo, tan sensible y visto con sospecha y condena hasta ahora. Reconozco que se necesita mucha valentía para romper con la creencia de que la heterosexualidad es la única manera de asumir una relación, pero la novela cobra un gran valor por la destreza y vigor para abordarlo; es decir, por el uso solvente de las técnicas, procedimientos y recursos propios de la ficción y pulso narrativo.

Las técnicas en «La casa de los vientos»

Para empezar, en una suerte de cajas chinas, la vida de Octavio contiene, o arrastra a la vez, la vida de Julio y Ana, sus padres, y otros relatos menores que permiten realizar una lectura antropológica de la historia, así como contrastarla con un conjunto de ideas y prejuicios procedentes de las múltiples capas sociales que componen la sociedad peruana.

«La casa de los vientos», publicada a fines de 2022, viene cosechando el reconocimiento de la crítica y los lectores.

Destaco también la forma de narrar (avanza a un ritmo sostenido, sin fisuras), el modo en que filtra el comienzo del siglo XXI a través de las letras de las canciones de moda y el contexto político y, sobre todo, la construcción del personaje. Los primeros capítulos que presentan la vida de Octavio son muy desgarradores, pensé que por esa vía el autor podía llegar a excesos sentimentales, pero, salvo uno que otro pasaje de la historia, todo está muy bien. “La casa de los vientos” adquiere brillantez en la construcción de Octavio, al que habría que incluir ahora en la lista de los personajes LGTB más memorables de nuestra narrativa. Me aventuro a decir que es de lo mejor, sino lo mejor, de la novela.

La casa de los vientos” se abre y se cierra con un recurso eficaz: el abandono y posterior demolición de la casa donde vivía Octavio y su familia, el lugar donde han soplado los vientos de la vida, a veces a favor, pero la mayor parte de las veces en contra. En medio de los extremos de esta imagen circular se extiende un hilo narrativo impulsado, con gran pericia, por un narrador en tercera persona y en pretérito indefinido, salpicado muchas veces con mails y pequeñas notas escritas por los personajes con el fin de impulsar el relato, muchas veces hacia atrás mediante técnica de los flashbacks. La estructura y la trama de la novela se ven así enormemente enriquecidos.

La poesía en la novela de Rimachi Sialer

La prosa de Rimachi se mueve o, mejor dicho, fluye, a través de frases largas, muy bien acompasadas y combinadas con frases cortas; ambas dotadas de claridad expositiva, limpieza y precisión en el lenguaje e interpoladas con reflexiones breves de carácter poético y filosófico. Esto se corresponde con la introducción en el discurso narrativo de una serie de poemas modernistas y contemporáneos que el propio personaje cita y recita, sobre todo en su etapa escolar. Este gusto por la poesía, lejos de fortalecerlo, lo vuelve vulnerable ante los ojos de sus compañeros de clase, algunos de los cuales ejecutan las mayores perversidades e injusticias contra él, a vista y paciencia de sus profesores, pues alumnos y docentes consideran a la poesía una ‘debilidad femenina’.

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La poeta Alessandra Tenorio y los narradores Gabriel Rimachi Sialer y Luis Eduardo García,
en la presentación de la novela en la FIL UJAT en Villahermosa, México, marzo de 2024 (Foto: UJAT).

En esta especie de distopía escolar, Octavio enfrenta su relación conflictiva con el Perú y la falta de amor: “Octavio odia al Perú, pero tampoco puede huir de él porque lleva al Perú adentro, como una cárcel. No es feliz en Perú, pero sigue siendo peruano a donde vaya: París, Tailandia, Montreal, Buenos Aires. El Perú en ese sentido te marca como persona y es muy difícil despercudirte de eso. Sólo cuando viaja a Argentina descubre que es posible ser feliz porque Octavio desterritorializa su sexualidad: pero le gana el peruano que lleva dentro y se vuelve tóxico y juega siempre contra él mismo. Y luego pues, el dolor del amor. El llanto más antiguo del hombre es el llanto por amor. Octavio vive una búsqueda por aceptarse, claro, pero su búsqueda mayor es por encontrar alguien que lo ame. Y el mundo gay es tremendamente promiscuo, salvajemente promiscuo. Algo que ellos llaman ‘libertad’ (y que los hace sentir moralmente superiores que los heterosexuales) pero que, en soledad, los hace sentir profundamente vacíos”, me dijo hace poco Rimachi Sialer.

Una novela, en suma, que debió ser mejor considerada, dada su gran calidad, en los balances del año en que fue publicada.

Luis Eduardo García
Luis Eduardo García (Chulucanas, Piura, Perú, 1963) Poeta, narrador y periodista. Es docente de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Privada del Norte de Trujillo. En 1985 ganó el VI concurso “El poeta joven del Perú” y en el 2009 el Tercer Premio del Concurso Internacional Copé de Poesía. Ha publicado cuatro libros de poesía: Dialogando el extravío (1986), El exilio y los comunes (1987), Confesiones de la tribu (1992) y Teorema del navegante (2008); dos de cuentos: Historia del enemigo (1996) y El suicida del frío (2009); y uno de crónicas, ensayos y entrevistas: Tan frágil manjar (2005). El lugar de la memoria (2023) premio de novela breve del BCR. Mantiene desde 1986 una página de reseñas y comentarios literarios en el suplemento dominical del diario La industria de Trujillo.

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