Escribe Luis Eduardo García
La reciente publicación de Invitación al viaje y otros cuentos inéditos de Julio Ramón Ribeyro ha puesto a este autor otra vez en la cresta de la ola. Por lo demás, se trata de un autor siempre en ascenso, no en vano es considerado el más grande de nuestros cuentistas. Su internacionalización es lenta, pero es un hecho ineludible.
El libro, al parecer, ha sido hallado por su biógrafo, Jorge Coaguila, y se publica tras la muerte de su viuda, Alida Cordero, reacia siempre a la publicación de sus ‘ínéditos’. Lo cierto es que ahora tenemos entre manos un conjunto de cuentos del que no se tenía indicios. Tras su lectura, comprobamos, en primera instancia, que, efectivamente, “Ribeyro está ahí, profundamente”, tal y como dice Santiago Gamboa.
El estilo de Ribeyro
Que Ribeyro “esté ahí” significa que es él, el cuentista de un estilo inconfundible. Entre los años 50 y 60, los narradores latinoamericanos imaginaban una realidad donde ocurrían cosas maravillosas e insólitas o surgían epopeyas sociales, Ribeyro en cambio escribió sobre asuntos más intimistas, domésticos, sin color, con personajes llenos de frustraciones y envueltos en su propia vida gris. Al cabo de los años, los tópicos del escritor peruano calzan, curiosamente, muy bien con las grandes preocupaciones del hombre contemporáneo. Ribeyro no escribió una novela como las que predominaban en los años sesenta y setenta, pero expresó con acierto la condición humana; de ahí su vigencia. Esto es lo que podría llamarse ‘el estilo Ribeyro’, es decir, una manera de mirar y escribir el mundo.
¿En qué consiste el estilo Ribeyro exactamente? En la utilización —tal y como pide en su decálogo del cuentista— de una forma de narrar «directa, sencilla, sin ornamento ni digresiones». A esto habría que añadir la utilización de un lenguaje reconocible por los lectores y que es, al mismo tiempo, convencional, austero y preciso. Alguien, por esta razón, ha dicho que Ribeyro es el mejor escritor del siglo XIX que ha tenido el Perú. No obstante, aunque su prosa parezca vieja sus temas aparecen siempre vinculados a la realidad inmediata.
Mientras vivió, Julio Ramón Ribeyro fue autor de libros intimistas y lector voraz de diarios y documentos confesionales. Cultivó —como un escritor del siglo XIX— las aporías, el aforismo, el diario y el género epistolar, formatos que muy bien podrían ajustarse a los que usan los seres humanos del presente como Facebook o Twiter.
A finales de un siglo como el XX, contaminado por la tecnología y la informática, escribió libros de muy difícil clasificación: Prosas apátridas, La tentación del fracaso y Dichos de Lúder, en tanto en el mercado abundaban las novelas policiales, de amor, de aventuras y de ciencia ficción. El siglo XX —enemigo declarado del intimismo literario— lo ayudó a que escribiera esos textos raros. Y cuando ya faltaba poco para que llegara la nueva centuria y esos “raros” empezaran a publicarse con más regularidad y éxito, se fue de este mundo.
Es, sin duda, en el género cuento donde más destacó. Los cinco cuentos que componen Invitación al viaje y otros cuentos inéditos (Invitación al viaje, La celada, Monerías, Las laceraciones de Pierluca, y Espíritus) se inscriben en ese estilo peculiar que cultivó, aunque no tengan el brillo de piezas como Silvio en el Rosedal, La juventud en la otra ribera o Al pie del acantilado, solo por nombrar algunas de sus obras maestras.
Aparte del estilo reconocible, no hay un tema común que los atraviese, sin embargo, podemos reconocer en ellos algunos mecanismos recurrentes de su prosa: episodios grises de una vida, hechos tragicómicos, giros sorprendentes, superposición entre lo real y lo fantástico e ironía sutil y sorprendente.
Invitación al viaje es la historia de Lucho, un personaje, busca convertirse en un hombre de verdad a través de una incursión nocturna en la ciudad. La celada, narra la vida de Gladys, una mujer que parece duplicada y que perturba al narrador con su comportamiento seductor. Monerías, es el relato, irónico y disparatado, de un hombre que intenta exportar monos a los Estados Unidos; Las laceraciones Pierluca ̶ para mí, el mejor de los cuentos del conjunto ̶ , recoge la historia de un escultor en el mar de Cadaqués cuya vida termina fundiéndose son su obra; y Espíritus, una sesión espiritista que deja como resultado un objeto extraño venido de otro tiempo y espacio.
Ribeyro era un escritor que iba a contracorriente y, en cierto modo, anacrónico por propia voluntad. Cuando el boom y la novela épica estaban en su esplendor, el autor de Los gallinazos sin plumas escribía historias de personas sin porvenir, vencidos por el tedio y la rutina, historias sin motivaciones sociales; de modo que no encajó en la revolución que quebró las estructuras de la novela contemporánea, pese a que generacionalmente estaba muy cerca del cogollo de ese movimiento: Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez y Fuentes. Invitación al viaje y otros cuentos inéditos nos confirma su insularidad y la posesión de un estilo magistral, único y totalmente vigente.