Las últimas horas de Poe

Durante una breve tregua a sus delirios, según único testimonio del Dr. Moran, Poe exclamó: “Que el Señor se apiade de mi pobre alma”, y murió.

Publicado

15 Abr, 2025

Escribe Ybrahim Luna

El destacado biógrafo inglés Peter Ackroyd estudió decenas de documentos y publicaciones sobre la vida y obra del emblemático escritor estadounidense Edgar Allan Poe (1809 – 1849) para armar la que parece la versión definitiva sobre los últimos días y horas del atormentado autor de “El Cuervo”. El trabajo lleva por nombre “POE, una vida truncada” (“Poe, A life Cut Short”, 2008). Peter Ackroyd (1949), también documentalista y hombre de TV, es un excelente sabueso para las biografías. Entre sus más destacadas están las dedicadas a Tomás Moro, William Blake, Charles Dickens, William Shakespeare, Charles Chaplin, y a su ciudad natal: “Londres, una biografía”.

El minucioso trabajo de Ackroyd, alejado de los clichés y abundante en datos y fechas, muestra a un Poe humano y desdichado, y no por ello menos maldito e iluminado para la platea. Es febrero de 1849, y Poe resurge –una vez más– de los recurrentes “altibajos” de su vida amorosa y artística. Sus problemas con el alcohol y fracasos económicos parecen haber quedado atrás. Es optimista sobre su futuro inmediato y se lo hace saber a sus amigos a través de cartas donde les comunica que no puede dejar de escribir a diario porque ha dejado la bebida y goza de buena salud. Por entonces, da los toques finales a poemas que trascenderán en la literatura clásica como “Las campanas” y “Annabel Lee”, y trabaja en un cuento de temática grotesca como “Hop-Frog”.  

Los entusiasmos casi infantiles de Poe tienen una razón. De manera inesperada ha aparecido un financista para uno de sus proyectos editoriales, una revista que se llamaría “Stylus”. El mecenas se llama Edward Patterson, de Illinois, un admirador. Todo parecía encaminarse. Esta vez habría estabilidad económica y los críticos aprenderían cómo se dirigen las empresas de crítica y creación literaria. Pero esto, como casi todo en la vida de Poe, fracasó, se esfumó en la puerta del horno. No se lograron los fondos necesarios y en abril de 1849, Poe entró nuevamente en depresión.

Como último intento de lograr estabilidad económica, Poe viaja a Richmond para dar conferencias y buscar auspiciadores. En junio parte en un barco a vapor hacia Filadelfia. Su tía-suegra, Maria Clemm, va a despedirlo. Según lo que ella recuerda, las palabras de despedida de su querido ahijado fueron: “Que Dios bendiga a mi querida Muddy, no temas por tu Eddy, verás que estaré bien mientras permanezca lejos de ti, y después volveré para amarte y consolarte”. Fue la última vez que lo vio con vida.  

En Filadelfia Poe recayó en la bebida, perdió el material que había recabado para las conferencias y vagabundeó por las calles. Por entonces le comunicó a su tía que había estado en la cárcel por haberse embriagado. El asunto se complicó. Empezaron –o regresaron– las alucinaciones. Poe visitó a su viejo amigo editor John Sartain quien lo describió como “un fantasma con una miserable expresión humana”. Poe le aseguró que había gente que lo perseguía. Se sabe que pidió una cuchilla de afeitar, para –según el escritor– afeitarse el bigote y no ser reconocido por sus perseguidores. Aunque es más probable que se haya tratado de una tentativa de suicido en su “locura alcohólica”. El escritor le confesó a su amigo que tuvo alucinaciones mientras estuvo en la cárcel, en las que sus seres queridos aparecían muertos y mutilados. El solo recuerdo de sus pesadillas lo hacía convulsionar.

El desdichado Poe visita al periodista George Lippar. Lleva un solo zapato, está hambriento y le solicita un préstamo para completar el pasaje de regreso a Richmond. Ya en Richmond le escribe a Maria Clemm para contarle sus desdichas y angustias. Días después le vuelve a escribir, pero ahora para decirle que, sorprendentemente, todo parece mejorar: una constante melodramática en la vida del escritor. Luego de unos días, Poe visita a amigos y familiares y retoma las conferencias por las que es bien remunerado. Los diarios lo vuelven a reconocer: “Reaparece entre sus conciudadanos con acrecentada reputación y una gran expectativa por parte del público”, reseñó un diario de la época. Es agosto y Poe es un ídolo.

De vez en cuando, y sobre todo por la agitada vida social de un artista y académico, Poe vuelve a beber, aunque esta vez parece controlar “su enfermedad”. Incluso se da tiempo para cortejar a una viuda bella y adinerada, Elmira Shelton. Algo que no prosperó por la oposición de los hijos de esta. Sin embargo, el 22 de septiembre, ambos formalizaron algo parecido a un compromiso. No hubo matrimonio, solo “un entendimiento parcial”, aseguró luego Elmira.

Poe se propuso llegar a New York para preparar una revista literaria, una más. Antes de partir a Baltimore, el 26 de septiembre de 1849, visitó al Dr. John Carter, quien le diagnosticó cansancio y le recetó algo para la fiebre. Poe tomó un barco a vapor en la madrugada del 27 y un día después llegó a su destino. Quizá para combatir la fiebre que no cedía, Poe retomó la bebida durante el viaje probablemente como “anestesia”. En tierra, confundido, quiso viajar a Filadelfia, pero lo devolvieron inconsciente en un tren que intentó tomar. Un dato concreto. Un editor de periódicos envió al exeditor de Poe, Josep Evans Snodgrass, un mensaje el 3 de octubre: “Hay un caballero con aspecto bastante deprimente en la 4ª sede electoral de Ryan, que responde al nombre de Edgar Allan Poe […] Le puedo asegurar que necesita asistencia urgentemente”.

Casa de E. A. Poe en Baltimore

“La 4ª sede electoral de Ryan” era una taberna, cuyo local era utilizado para las elecciones al Congreso de aquellos días. Snodgrass visitó el bar y encontró a Poe fuera de sí, rodeado de ebrios y vestido de una manera extravagante: con un sombrero de paja raído, unos pantalones que no eran de su talla y un abrigo usado. La teoría más sólida hasta la actualidad es que Poe fue utilizado como “lacayo”: un hombre vestido de maneras distintas para votar varias veces por un mismo candidato, por lo general a cambio de comida y alcohol.

Snodgrass se encontró con el primo de Poe, Henry Herring, quien había ido al bar a apoyar a un candidato local. Henry rehusó cuidar de Poe, pero ayudó a introducirlo en un coche con rumbo al Hospital Universitario de Washington. Allí fue atendido por el médico residente John Moran, que lo encontró con temblores musculares y con un delirio creciente de ver y conversar con objetos y personajes espectrales. Así estuvo hasta el viernes 5 de octubre.

Semiinconsciente, empezó a divagar sobre su desdicha y emitió datos incongruentes sobre su pasado.

Tumba de E. A. Poe

El sábado por la noche entró nuevamente en delirios y a gritar hasta las 3 a.m. del domingo. Durante una breve tregua de sus delirios, según el único testimonio del Dr. Moran, exclamó: “Que el Señor se apiade de mi pobre alma”, y murió. El lunes 8 de octubre de 1849 fue el funeral de una de las mentes más brillantes de la literatura universal. Asistieron unas cuatro personas y no duró más de cinco minutos. Edgar Allan Poe había muerto, pero el mundo, que preparaba los cables y engranajes de su Segunda Revolución Industrial, no se percató.

Ybrahim Luna
Ybrahim Luna (Cajamarca, 1979). Ha publicado los poemarios “Criador de pilotos” (2009) y “Todos los santos” (2021), el libro de cuentos “De corresponsal a cómplice” (2010) y el de relatos breves “Vértebras” (2024). Fue finalista de la bienal de cuento “Premio Copé 2022”. Ha colaborado con medios periodísticos como “La República”, “Revista Ideele” y “Hildebrandt en sus trece”.

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