Escribe Diego Nieves
El diario es un género que nos acerca a un escritor tanto o incluso más que su ficción. Es interesante conocer las confesiones de las personas que nos regalan novelas, cuentos o poemas.
Es evidente que no solo somos lo que escribimos, pero un diario es un anexo de la vida de quien escribe, es decir, es una fuente primaria, fidedigna, una manera de conocer a esa persona. Y a pesar de que pareciera que unas cuantas líneas solo expliquen un retazo minúsculo de la existencia de un escritor, puede que detrás de esas pocas palabras podamos reconocer sus más grandes miedos e ideales.

El diario al que más regreso es La tentación del fracaso (Seix Barral, 2019) de Julio Ramón Ribeyro. Esas páginas son una forma de conocer la vida del hombre que nos ha regalado tantos magistrales cuentos. Como, por ejemplo, este pasaje que se remonta a la primera juventud del flaco, unas líneas del 8 de noviembre de 1954, que quizá resumen todas las cuestiones que lo mortificaban en ese entonces:
«Desasosiego, inquietud, deseos de lanzarme al bulevar y mezclarme con la multitud. He pasado todo el día encerrado en mi hotel, tratando de concluir mi cuento “Junta de acreedores”. La cosa marcha lentamente, el tema es ripioso, embêtant. Quiero beber, quiero ver mujeres bonitas, quiero buscar otra forma de liberación. No soporto este espejo que me devuelve mi figura escuálida cada vez que la miro. El café frío, el tabaco amargo en los labios, el temor de recibir la cuenta del hotel, la correspondencia que se almacena y no puedo despachar, la falta de C. que debe de estar en el trópico. Qué sórdida, qué sistemática acumulación de factores adversos».
Este y muchos otros pasajes de sus diarios me llevan a conocerlo más, a relacionar el tinte gris de sus tan estupendos cuentos con su realidad. El desamor, los aprietos financieros, la inseguridad —incluso la de tamaño cuentista— de no acabar un cuento, todas estas son cuestiones que afectan su obra y nos acercan al autor.
Pero los diarios no son solo una forma de narrar hechos específicos. No hay reglas en ellos. Los escritos no solo hacen referencia a sucesos del día a día, sino también a reflexiones acerca de los temas que más sentido le dan a nuestra existencia: la muerte, el amor, la vida, la amistad.

Por ejemplo, otro gran escritor peruano que nos enseña a través de un diario su concepción de estos grandes temas, a saber, la amistad, es Alonso Cueto. En Los años (Ediciones Cueto, 2023), dice:
«Al igual que el amor, la amistad solo sobrevive si los amantes o los amigos cambiamos juntos. He dejado amigos atrás porque ellos o yo cambiamos de un modo distinto o porque correspondían a una época que terminó.»
Si nos movemos a otro país, cuando leo los diarios del austrohúngaro Stefan Zweig, autor de obras monumentales como Novela de ajedrez, de autobiografías como la del político francés Joseph Fouché, o de obras de no ficción como Momentos estelares de la humanidad, no puedo evitar relacionar sus diarios con su obra. Cada página de los diarios de este escritor está plagada de anotaciones sobre las guerras que vivió. Zweig fue un hombre que vivió durante años en el exilio, desde la Primera Guerra Mundial hasta su suicidio, en plena Segunda Guerra Mundial. Sus convicciones antibelicistas jugaron un fuerte rol en su concepción de la guerra y en su obra literaria. Uno lee el diario de este hombre y descubre que está lleno de anotaciones de esa índole. Aquí un extracto del domingo 17 de setiembre de 1939:
«Malas noticias. Los rusos han invadido Polonia. Ahora Inglaterra y Francia se ven obligadas a declararle la guerra. De lo contrario ni siquiera podrán restablecer la antigua Polonia. Si no vencen a los soviéticos, la guerra será una batalla sin salida…»

Al leerlo, comprendo por qué existe Mendel el de los libros o Novela de ajedrez. Los protagonistas de estos relatos son seres atacados por una de las tantas desgracias de la guerra.
Los diarios de Juan Marsé, el español Premio Cervantes y autor de la gran novela Últimas tardes con Teresa, le confiesa sus errores al papel. En sus diarios Notas para unas memorias que nunca escribiré (Lumen, 2021), dice:
«Hoy he terminado las correcciones en la primera edición de Esa puta tan distinguida. He corregido no solo las erratas. Me asombra la cantidad de oraciones que di por buenas, después de tantas revisiones…» (30 de abril de 2016).
Este tipo de anotaciones humaniza la figura de grandes escritores como Marsé.
Finalmente, me es imposible dejar de leer los diarios de uno de mis escritores favoritos: Tólstoi. Leyendo las anotaciones del 17 de julio de 1884, es decir, las anotaciones de un Tólstoi de 55 años (el ruso nació el 9 de setiembre de 1828), quedo atónito. En Diarios (Acantilado, 2002), dice Tólstoi:
«Me levanté tarde. Pero tomé el café con los niños. Por las mañanas sigo corrigiendo la traducción (se refiere a la traducción de su obra “Cuál es mi fe”) alemana y la leo y me sorprendo de que no llegue a las personas. Por la tarde fui con los niños a buscar setas y me quedé a trabajar con los segadores de Baburino. Estaban bebidos. Me sentí bien con ellos. En casa las relaciones vuelven a ser tirantes y son tirantes únicamente con mi esposa. Todos los otros me quieren».

¡Cuántas cosas se me vienen a la mente! ¿Tolstói se despertaba tarde? Jamás lo hubiese imaginado, sobre todo para el Tolstói de aquellos años. Lo que sí me hace total sentido es el hecho de que trabaje con sus segadores. ¿No es acaso esto lo que hacía Dmitrich Levin, uno de los protagonistas de Ana Karenina y alter ego de Tolstói? Levin era un terrateniente rural que se interesó muchísimo por la agricultura y sus campesinos. Tampoco me sorprende que indique que sus mujiks, los segadores, estén bebidos. Después de todo, este era una de las realidades de la Rusia decimonónica. Y también es asombroso cómo Tolstói afirma que se siente bien con ellos. Levin también se llegó a sentir, luego de tiempo, bien con ellos. En unas pocas líneas, el conde Tolstói habló de la realidad de sus campesinos, de su relación con ellos y de sus problemas matrimoniales.
Sin duda, creo que los diarios son la puerta de entrada hacia un mundo mucho más íntimo con el escritor. Es una forma de conocer sus miedos e ideales, y de relacionar todo aquello con su obra. A propósito de diarios, el escritor peruano Guillermo Niño de Guzmán tiene una lista de autores y libros favoritos en el género del diario. Es una lista generosa de más de veinte títulos publicada en el capítulo “Los mejores diarios y otros escritos íntimos” de su Cuaderno de letraherido I titulado Hasta perder el aliento (Tusquets, 2022). Espero lo aprovechen tanto como yo lo hice.