Escribe Ricardo Bazo Medina*
Estimados Contrapicadores:
Stefano Sollima es un cineasta italiano que se ha ganado el respeto de la crítica mundial por la temática de sus hasta ahora cinco largometrajes: el crimen, la violencia y el poder omnímodo de los poderosos que en conjunto componen un cuadro de la decadencia moral y política de la sociedad y que al final la llevará a su caída inminente. Inspirado en el neorrealismo italiano, en el cine de Fellini por los giros insólitos y en el Free Cinema estadounidense de los años 70 Sollima se ha consolidado como un estupendo narrador de historias cargadas de adrenalina gracias a los filmes ACAB (2012), Suburra (2015), Sicario: Day of the Soldado (2018), la notable Without Remorse (2021) y ahora con su más reciente trabajo, Adagio, que no se estrenó en nuestro país y que recién ayer martes ha arribado a la plataforma de Netflix.
Adagio (2023) es el quinto largometraje del director italiano. En sus 127 minutos de metraje el también responsable de la extraordinaria serie Gomorrah nos sumerge en una experiencia inmersiva que tiene como protagonista al joven Manuel, el cual es obligado por los Carabinieri (la célebre policía italiana) a infiltrase en una fiesta de temática homosexual a fin de grabar los actos que en ese evento realice un poderoso ministro de Estado, pero el joven recula y esa decisión final deriva en una persecución implacable de la policía romana y que tendrá funestas consecuencias para el entorno de Manuel.
Sollima sorprende en los minutos iniciales con una puesta en escena cruda y por momentos chocante con una cromática claroscura plagada de apagones (dato: el plano inicial aéreo de la Ciudad Eterna nos muestra un casco urbano afectado por un incendio forestal incontrolable y por cortes de luz continuos, un ambiente escénico que está presente en toda la cinta y que es la metáfora sombría de los hechos que veremos) para luego adentrarnos en un baño de sangre in crescendo, mafia, poder, corrupción, allanamientos ilegales, chuponeos y chantaje político con ribetes de escándalos sexuales para tumbarse a los poderosos. Semejante combo no es gratuito: Sollima, sin ser específico en el tema, alude a los casos de corrupción en el poder político en los últimos tiempos en Italia (no dice nombres pero el aura de Il Imperatore Silvio Berlusconi se percibe a la legua) pero este mosaico de decadencia total también puede verse en otros lares con nombres diferentes, porque Sollima nos propone que esto puede ocurrir en Italia pero la corrupción y la inmoralidad es un tema global.
Hay detalles del filme a considerar: como el director ha escrito el guion, él ha tomado como referencia la existencia de la Banda della Magliana, una mafia regional ubicada en los suburbios de Roma y que tuvo vínculos con organizaciones como la Cosa Nostra, la Camorra y la hoy todopoderosa ‘Ndrangheta. Esta mafia romana forjó una red tentacular que alcanzó las altas esferas del poder italiano (políticos, ministros, congresistas y altos mandos militares y policiales) entre 1975 y1993. De ahí que el director describe el underground usando a Manuel (excepcional actuación del novel actor Gianmarco Franchini) como el medio para que el espectador aprecie una mirada de una Roma carente del idealismo que suele tenerse de la capital italiana: lo descarnado de las imágenes, los diálogos cargados de tensión y el fuerte lenguaje corporal hacen de este largometraje un gran trabajo fílmico alejado de los parámetros de Hollywood -otro dato: la producción es 100% italiana tal como se aprecia en los créditos finales, vale-.
Con la presencia en el cast de Pierfrancesco Favino, Toni Servillo y Valerio Mastandrea como el mafioso Cammello, el ex capo Daytona y el enigmático Polniuman respectivamente el largometraje Adagio es de lejos el mejor ingreso del mes a la parrilla del streaming de la N roja. Tremenda puesta en escena, un clima de tensión casi claustrofóbico y notables actuaciones hacen de este quinto trabajo de Stefano Sollima una grata experiencia para el espectador.
PUNTAJE: 8.
¡Corten!
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* Crítico de cine