Escribe Gabriel Rimachi Sialer
Para quienes hemos seguido la obra de Vargas Llosa reconocemos en «Quién mato a Palomino Molero» el punto de quiebre que marca el destino de Lituma como policía: tras investigar y resolver el cruel asesinato de Palomino Molero -un cantante de boleros y valses en Sullana, trágicamente enamorado de la hija del coronel Mindrau- es «premiado» con su transferencia a un pueblo en la sierra de Junín. El proceso de la investigación junto al teniente Silva irá desvelando la manera en que se ejerce la verticalidad del poder en las fuerzas armadas pero, sobre todo, el clasismo y racismo que vive instalado en quienes detentan el poder.
“El muchacho estaba a la vez ahorcado y ensartado en el viejo algarrobo, en una postura tan absurda que más parecía un espantapájaros o un Carnavalón despatarrado que un cadáver. Antes o después de matarlo lo habían hecho trizas, con un ensañamiento sin límites: tenía la nariz y la boca rajadas, coágulos de sangre reseca; moretones y desgarrones, quemaduras de cigarrillo, y, como si no fuera bastante, Lituma comprendió que también habían tratado de caparlo, porque los huevos le colgaban hasta la entrepierna”, así empieza la novela escrita por el premio Nobel de Literatura (2010), Mario Vargas Llosa, que se estrenó hoy en el Teatro Marsano gracias a la producción de la compañía teatral del recordado Osvaldo Cattone, bajo la dirección de Edgar Saba.
La puesta en escena es espectacular: el árbol donde es encontrado el cadáver de Palomino Molero -ubicado al centro del escenario- se convierte también en un personaje alrededor del cual girará el resto de la obra. Bajo sus ramas y gracias a una banda sonora que llega a estremecer, asistiremos al bar de doña Adriana, interpretado por Susan León, y que es a la vez tentación carnal del teniente Silva (estupendo Óscar Carillo), quien tiene en Lituma, interpretado por Óscar Beltrán, a un Guardia Civil novato, que encuentra en el crimen de Molero la oportunidad de hacer investigación «como la policía de verdad».
Doña Asunta, la madre de Palomino Molero, es interpretada por la experimentada Haydeé Cáceres, y sus paseos por el escenario reclamando la guitarra y los huesos de su hijo, llegan a emocionar cuando se acompaña del canto. Porque en esta obra no falta música, no faltan boleros. Y tampoco humor. Saba ha sabido mantener este aspecto respetando muchos de los diálogos que terminan por darle el carácter que cada uno de los personajes alcanza a desarrollar en la novela. Y esto es algo que los lectores agradecen. Incluso quienes no han leído la novela salen de la sala convencidos de ir a buscar el libro porque el final, estremecedor, los ha dejado conmovidos.
Mención aparte merece la actuación de Gustavo Bueno. Su voz, ya reconocida desde la película «La ciudad y los perros», ayuda a la memoria cuando aparece en el escenario interpretando al perverso coronel Mindrau, cuya vida está sumergida en una culpa que tendrá que resolver. «Quién mató a Palomino Molero» es una obra que hay que ir a ver. Recomendada.