¿Quién trajo al diablo acá?

No es noticia que el mal siempre ha existido, pero ¿y el diablo? ¿En qué momento apareció? ¿Cómo alcanzó el poder que ahora le conferimos?

Publicado

6 Feb, 2025

Escribe Ybrahim Luna

En los albores del siglo XII, el Príncipe de las Tinieblas no era más que un bufón dedicado a asustar a los campesinos europeos que dedicaban las madrugadas a concluir algún trabajo a la luz de la vela o a consagrar pensamientos pecaminosos por las vecinas de la comarca. En dichas circunstancias, el humilde hombre de campo no requería más para librarse del Ángel Caído (o el diablo, representado normalmente como un enano deforme que sacudía la cama) que volver a la rutina diurna y darse un buen baño de agua fría. Siglos más tarde el escenario cambió radicalmente: cientos de hombres y mujeres terminaron en la hoguera acusados de pactar con uno de los seres más poderosos desde la rebelión en los cielos: Satanás.

¿Qué pasó para que la Iglesia y la sociedad se tomaran en serio al diablo y le concedieran tal relevancia en la vida de todos? Robert Muchembled, historiador francés y profesor de la Universidad París-Nord, ensaya una respuesta en su libro “Historia del diablo. Siglos XII – XX”. En esta obra, a través de análisis históricos, filosóficos y artísticos, se elabora una teoría sobre por qué y cómo se le adjudicó tanto poder a un ser que en determinado momento de la historia parecía destinado al olvido.

Krampus es el nombre del diablo de la navidad, que llega para comerse a los niños malcriados.

En un inicio, el mundo de Satanás no poseía un orden jerárquico ni misiones específicas. El diablo podía ser burlado y vencido por cualquier ser terrenal. En los cuentos medievales, los astutos aldeanos que lo engañaban eran los celebrados protagonistas. Las cosas cambiaron a partir del siglo XIII, cuando las monarquías europeas buscaron una cohesión religiosa ante las primeras crisis políticas y de fe.

La acentuación de los rasgos grotescos del diablo se hizo notoria a partir del siglo XIV. El discurso sobre Satanás había cambiado de dimensión desde el momento en que se esbozaron las primeras ideas sobre la soberanía e independencia de algunos pueblos. Los gobernantes implantaron la idea de que todo trastorno del orden establecido no solo sería un delito a pagar en esta vida sino un pecado mortal con castigos eternos en la otra. La ley provenía y se alimentaba de la moral y la justicia divina sería implacable con quienes violaran la ley.

La imagen del diablo –como explica Muchembled– se hizo más monstruosa a través de la pintura y las descripciones literarias: su tamaño era mayor y ocupaba una obvia jerarquía sobre demonios menores, incluso tenía su trono y su propia corona. 

«La lágrima de Lucifer», cuadro de Alexandre Cabanel

Entonces, los reyes y la Iglesia empezaron a gobernar en nombre de Dios y con más dureza que hacía unos siglos, cuando todo era pagano y permisible. En el siglo XIV, el hombre común ya no podía engañar al diablo y menos burlarse de él, porque el diablo era, bajo cierta lógica, un trabajador de Dios, el encargado de perseguir a los infieles: el látigo del Creador. Pero el objetivo real de dicha idea fue coincidir con un “catolicismo conquistador” que empezaba a operar sobre los pueblos más alejados.

A fines de la Edad Media, el diablo había copado casi todos los ámbitos culturales de una Europa cuyas autoridades buscaban consolidar sus cimientos de nobleza y monacales. Entre las afiebradas fantasías populares y la fecunda imaginación de los clérigos, el diablo era el amo absoluto de los miedos de hombres y mujeres, de reyes y campesinos.

Entre el ocaso del siglo XIV y las primeras décadas del XV, una nueva “ciencia” irrumpió como solución al caos establecido por los debates sin salida sobre el bien y el mal. Se trató de la ‘demonología’, rama “entendida” de la Iglesia que buscaba sustituir el pensamiento vulgar por algo más teológico y práctico. Aunque para entonces, Satanás era ya tan fuerte que podía poseer a cualquier ser humano, incluso a los virtuosos.

Malleus Maleficarum 1519 , Hammer of Witches

Para salvaguardar a los pueblos azotados por las supuestas posesiones demoniacas surgió un arma tan “efectiva” como brutal: el Malleus Maleficarum. El Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas) fue publicado por primera vez en 1487 y constó de 78 preguntas para identificar todo tipo de herejías, así como el remedio necesario para exterminarlas. Se conocieron 15 ediciones hasta 1520: unos 20 mil ejemplares se repartieron estratégicamente por toda Europa antes de la Reforma. El resultado fue doscientos años de persecuciones y ejecuciones públicas. Cientos o miles de personas perecieron en el fuego acusados de compactar con el mismo Príncipe de las Tinieblas. ¿Las pruebas del pacto? A menudo el acto de curar con hierbas o algún pensamiento disidente contra la Corona o la Iglesia.

Escribe Muchembled: “En todo caso, no era pura coincidencia verlos entonar el cántico de la represión contra las brujas en la región de Europa más marcada por las herejías (…) La misma zona de turbulencia era también el campo de las ambiciones rivales, tanto por parte del papa como de los poderes civiles: el Imperio, el ducado de Saboya, la confederación suiza, el ducado de Borgoña. Satanás parecía desenfrenado, pero en realidad eran los hombres quienes intentaban imponer su ley o su tipo de fe en este corredor encarnizadamente disputado…”.

Ybrahim Luna
Ybrahim Luna (Cajamarca, 1979). Ha publicado los poemarios “Criador de pilotos” (2009) y “Todos los santos” (2021), el libro de cuentos “De corresponsal a cómplice” (2010) y el de relatos breves “Vértebras” (2024). Fue finalista de la bienal de cuento “Premio Copé 2022”. Ha colaborado con medios periodísticos como “La República”, “Revista Ideele” y “Hildebrandt en sus trece”.

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