Escribe J. Miguel Vargas Rosas
Lenguaje fluido, destreza en la escritura y fuerte influencia de la narrativa Arguediana. Sus personajes están alimentados por aquella personalidad sencilla de los habitantes de la sierra ayacuchana, cuyas vidas se ven truncadas de golpe por la tragedia social a donde son arrojados los campesinos, quienes arrostran la pobreza en los andes. Sin embargo, la tragedia entretejida aquí trasunta los límites de la realidad, buscando que la situación paupérrima en la que se sumerge el hombre del campo en la gran ciudad y la desnaturalización a la que conduce la corrupción social y tecnológica, sea asimilado por el lector de forma aterradora; para lo cual utiliza una especie de hipérbole en la construcción de las historias. Esto se refleja sobre todo en “Cuento para Jacinto”, donde plasma una teoría demasiado oscura, alimentándose de planteamientos tan fatalistas como lo hace la literatura Vargasviliana en “La simiente”, pues un padre terminará asesinando a su hijo debido a la miseria en que este ha de subsistir.
Marco Cárdenas Intenta matizar los temas en el libro “Flor de Retama”, pero su inclinación sin duda alguna va hacia la tragedia, pero esta tragedia no emite esperanza alguna, cayendo dentro del naturalismo literario. El futuro es nebuloso en el libro y solo se muestra un presente netamente oscuro, macabro, que intenta abandonar en los últimos cuentos, donde satiriza ciertas posiciones políticas. En este aspecto, salta a la vista el relato “Las antropólogas”, que se supone debería dotarle de humor al libro, más que en otras; sin embargo, desde nuestra observación, este cuento es un punto débil para el libro que se yergue como una especie de literatura no tan regionalista. Además, en este se extiende al mostrar la rivalidad que existe entre huamanguinos y huantinos; pese a que el autor es de Huanta, el libro tiende a colocarse del lado de los huamanguinos.
Entre las más destacables narraciones está “Rafaelito”, centrada en una pelea entre dos compañeros de clase, que conducirá al vencedor a conocer un poco más sobre la vida del derrotado, y la cruda realidad en la que vive este, conmoverá al ganador hasta las lágrimas. Este es el inicio de un tema que va a tocar como en tres cuentos: la deserción estudiantil y cómo el contexto socio-económico influye bastante en el aprendizaje de los niños ayacuchanos. Sumidos en pobreza y pobreza extrema, los personajes de Cárdenas, tienen que sufrir el impasible sopor en las aulas o la deserción del aprendizaje, para poder sobrevivir y ayudar a su familia a través de trabajos, muchas veces, sacrificados o riesgosos.
Su crítica social es constante, aunque no opte por una posición ideológica a plenitud. Así, en “Cuento para Jacinto”, la crítica tenaz va dirigida contra la capital y su frialdad inhumana. “Esta es la Lima indolente, la Lima que se traga entero a los débiles, la Lima vorágine donde los sirvientes engendran sirvientes”; ampliando más la ramificación de las clases sociales, pobres explotando a otros más pobres. Incluso, en ese cuento que es tan aterrador y deshumanizado, va a mostrar el espíritu comunal que impera en el poblador andino, pese a habitar en la urbe metropolitana: “(…) sentí una inmensa pena por todos los pobres, por los que sufríamos eternamente, y sobre todo por tu madre, Jacinto(…)”; esa representación de un solo hombre o de una sola familia en toda la comunidad, denostando fuerte empatía con los socialmente vilipendiados, queda en nada o se rompe abruptamente cuando el que enfatiza esas cosas, termina por asesinar a su propio hijo. Espiritualmente, Cárdenas vacila sobre la posición política a seguir e incluso sobre si las clases desposeídas han de ser los que construirán un mejor mañana. No lo decimos por su persona, si no por sus historias que se sumergen en el pesimismo.
Ya para concluir, “Flor de Retama”, el cuento que da el nombre al libro, es una de las tantas historias escritas sobre la guerra interna en el Perú, enfocado desde el intestino de los salones de tortura improvisados por las fuerzas armadas en Ayacucho. Su descripción es cruda, descarnada, por lo que conmueve y estremece al lector. Hay que señalar en esta parte, que el todo el libro posee cierta poesía en sus páginas (característica propia de los ayacuchanos, amantes de la música), que hilvanan todas sus historias con ilaciones dulces y nostálgicas, sin caer lógicamente en lo tedioso.