Escribe José Carlos Picón
Muchos hablan sobre las literaturas regionales. Cabe preguntar a quiénes incluye esta etiqueta. Las discusiones y el debate en torno de las literaturas originarias han tenido puntos de reconocimiento actual, con arraigo y justicia. Poetas de la Amazonía, la sierra y provincias de la costa han merecido diversas miradas.
No obstante, quienes lejanos, a la creación lírica en lenguas tradicionales como el quechua, el aymara, u otras, desarrollan un registro propio, bucólico, melancólico, a veces rural, pero con la gentileza de quien recorre pueblos y bares. Es el caso del poeta huanuqueño Samuel Cárdich quien a publicada su “Poesía reunida” con la editorial Ámbar, iniciativa del también poeta Roiser Dávila.
Cárdich es de aquellos escritores que guarda la lira como la libreta, el lápiz como la aventura. Aunque su aventura es la pueblerina, la de las calles amables y los atardeceres rudos de ternura. La de bares y conversaciones, la de muchachas y muchachos en algazara por plazas y caminos. Con cierto ascetismo, una mística que tiene al poema como producto discreto pero urgente de la pasión que pisa el silencio, nos habla sencillo, musical, despierto. Su vitalidad, proviene de una tradición que ubica a Whitman o Thoreau como fuentes de generación.
“En un parque desierto reposas/sobre un banco de granito, a tu costado/toma asiento la soledad”. Así de claro. Porque “un grito en llamas/por el hecho eterno de la arena/y de la malva creciendo sin temor para el olvido”. Su poesía es poesía con sabor a floresta, campiña, leña. Si bien cotidiana, a veces dura: “…hace soledad y es la severa,/helada medianoche, difícil de vivir: la hora”.
La plaza, el “aire libre” que lo acoge, invita al poeta a divagar, a vagar, en deriva, no solo geográfica, también de caudaloso pensamiento. “Estaba reposando en este banco de la plaza,/absorto, quizá dándole vueltas/al difícil asunto de vivir, sin decidirse/todavía a estar vivo (…)”. Esa tristeza es cobijada por la llanura del lenguaje, su nervio cristalino. Por ello deviene en un diseño áspero de emotivo testimonio. Los versos recogidos en el volumen inician su viaje en 1986. Los últimos poemas que Cárdich muestra aquí datan del 2020, un conjunto titulado, “Memoria del dolor”. Son la muerte y la enfermedad, algunos de los motivos que visita Samuel. Pero también el amor y la luz. Es formidable el rescate de estas voces con oficio pero escondidas por el desdén institucional o las argollas depredadoras. Gracias por ello.
