Escribe Juan Carlos Mejía
Después de catorce años de ausencia, Shakira volvió a Lima con un espectáculo inolvidable en el Estadio Nacional, como parte de su gira mundial Las mujeres ya no lloran. Sin embargo, el esperado reencuentro con su público estuvo marcado por la incertidumbre: una emergencia médica obligó a cancelar la primera fecha, generando preocupación entre sus seguidores. La espera, no obstante, valió la pena. Recuperada y con más fuerza que nunca, la estrella colombiana ofreció un show vibrante, cargado de emoción, energía y conexión con su audiencia.
Desde el primer acorde, dejó claro que este concierto no solo representaba su regreso, sino una celebración de su carrera. Con una puesta en escena imponente y un repertorio que abarcó diversas etapas de su trayectoria, hizo que cerca de 45 mil personas recorrieran su evolución musical.
Canciones como Estoy Aquí, Las de la Intuición, Empire/Inevitable y Acróstico despertaron nostalgia y sentimiento. Luego, el ritmo se intensificó con éxitos como Te Felicito/TQG, La Bicicleta, La Tortura y Hips Don’t Lie, que desataron la euforia en el estadio. Cada tema fue recibido con ovaciones, reflejando la profunda conexión entre la cantante y sus seguidores peruanos. «No puedo pedir más, esto es increíble. Gracias por tantas alegrías», expresó en un momento del show.
El cierre llegó con una energía arrolladora. She Wolf convirtió el Estadio Nacional en una pista de baile, con luces vibrantes y un despliegue de fuerza en el escenario que dejó a todos sin aliento. En medio de la euforia, una imponente loba gigante parecía vigilar el aullido de los asistentes que esperaban el ansiado final con un himno indiscutible.
Entonces, Bzrp Music Sessions, Vol. 53 comenzó a sonar y el estadio estalló en emoción. Miles de voces entonaron cada verso, coreando el “Claramente” y gritando a viva voz que “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, transformando la canción en un grito de empoderamiento. Fue una descarga de adrenalina colectiva, un instante donde música y sentimiento se fusionaron en un clímax perfecto.
Antes de despedirse, Shakira tomó un respiro, miró al público y, con una sonrisa cargada de gratitud, dijo: «¡Muchas gracias, Perú! ¡Gracias, mi gente! ¡Hasta la próxima, los quiero mucho!». Bajo una lluvia de aplausos y confeti, Shakira se despidió con la promesa de volver, pero su esencia quedó impregnada en cada rincón del Estadio Nacional. No fue solo un concierto, sino un reencuentro electrizante, un grito de libertad, empoderamiento y pasión. Su voz resonó más allá de la noche limeña, dejando en el aire la certeza de que su música sigue siendo un fuego imposible de apagar.
