CINCO
Aves que surcan el inmenso cielo hacia el horizonte malva;
peregrinos del tiempo nos disolvemos en la ignota alba.
Solo tú, hierática, blanca, impoluta,
detienes por un instante, en una hoja,
el tiempo como a una angustiosa gota.
Pero, la relatividad que hondea en la luna
colinda
con la relatividad de tu mirada nocturna.
Y al final de cada noche gélida
aves surcan el inmenso cielo hasta perderse en el horizonte malva
y peregrinos del tiempo, nos disolveremos en la ignota alba.
CATORCE
Bajo el puente, en la alcantarilla cenagosa,
superviven los monstruos de mi infancia
regurgitando cubos de hielo
y alimentándose de hiedra venenosa
porque hubo monstruos más monstruosos
que liquidaron la dulce sopa que mamá
podía aderezar con ensueños
y quemaron la casa del dragón durmiente
convirtiéndonos en tristes señuelos.
NUEVE
Para R.A.
Aún, mujer de sol y de lluvia, no te das cuenta
del mundo que creas en este mini-mundo de sueños muertos
de los sueños que retornan, en tu voz, desde los submundos
de las noches glorificadas en tus manos blancas
de tus labios ribeteados de estrellas y algodones.
Aún, amor, no te das cuenta
de los ríos que renacen en tus miradas
y cómo va retoñando la vida silvestre
borrando la oscuridad de las marañas
y cómo detienes el tic-tac en mis pupilas
y renace el tiempo y la vida.
Aún no te das cuenta
de la falta que le haces a las hierbas del campo
a los animales furtivos
a los ríos y las cuevas
a los edificios y sus terrazas
a los automóviles y a los motores
al ronquido de la madre adormilada.
Sinceramente, aún no caes en cuenta
que en tu palma sostienes la vida y la muerte
y en tus besos becquerianos se balancea mi suerte.