Escribe Josá Carlos Picón
“Queremos cantar libres bajo el sol”, parece clamar Vittoria Aganoor (Padua, 1855-Perugia, 1910), poeta italiana que la editorial peruana Sol Negro ha tenido a bien de publicar en el libro “Flores al borde de los abismos”.
El mismo poema muestra versos que sugieren la índole del pensamiento poético de Agannor: “Ahora el camino yermo o florido/elegimos según la ensoñación”. En otro texto, plantea un modo de ser y de decidir libertario en el sentido romántico del término: “Sí, rompe las cadenas y a los tomentos/de autoritarios da la espalda con honor”.
Los traductores de esta edición, Miguel Urbizagástegui y Katherine Medina Rondón, señalan en el ensayo introductorio que, “es una precursora del movimiento llamado Crepuscularismo (…) contemporáneo con los futuristas”, un grupo de escritores que muestran incredulidad frente a la idea de la poesía como protagonista en el marco de las transformaciones modernas.
Son tópicos que recorren estos poetas, la cotidianidad, la banalidad y las buenas cosas de pésimo gusto, según Guido Gozzano, un copartícipe del crepuscularismo junto a Agannor. No obstante, diferían de los decadentistas en que su estilo era más narrativo y no de versos pomposos. Podríamos mencionar como antecedente de este grupo, al tándem literario Scapigliatura que recogía para irradiarlo, a finales del siglo XIX, el aliento de Baudelaire y sus flores.

Y cito el inicio del poema “Leyendo a Baudelaire”: “Contemplo al arcángel exasperado/cuando la trompeta celeste toca/aparece en lo alto de espada armado/y contra las huestes rebeldes choca”. Simbolismo y alegoría, vitalizados con el motor de la pasión, “sino en el corazón contaminado/empuja el hierro que en el aire estalla”. Emoción, movimiento, agresividad y belleza.
En “Voces maternas” dice: “Si voy absorta en vano sueño/por la selva del mundo y a menudo los ojos/para distinguir zarzas malvadas son lentos,/mamá, ¿ere tú quien asciende desde el campo/lejano de los muertos y me susurra: “Mira”?”, es un poema sobre el más allá y la conexión con la madre.
Para volver a la exaltación y el idealismo, Aganoor, en “Para el monumento a Shelley” empieza, “Alma libre, ¿ves?(…)/Aquí los herederos de tu sueño, tus hijos vigorosos”. El poeta inglés es la figura de la libertad encarnada, cercano al anarquismo histórico, que bullía con fuerza en aquellas épocas. “¡Callen, hermanos, nuestras/amargas palabras vacías (…) los himnos de los hombres al bardo/exiliado! Himno más honorable y más enérgico/al revivido está rugiendo el mar”.
Paul Verlaine, sostienen los traductores, que escribía sus poemas contemporáneamente con Aganoor, decía, “la música ante todo, el resto es literatura” y, precisamente, está este espíritu en los textos reunidos en “Flores al borde…”.
Cabe decir que, Urbizagástegui y Medina Rondón trabajaron su traducción a la luz del postulado del poeta de la generación del 50, Carlos Germán Belli: “un traductor literario debe tener, ante todo, un gusto personal que lo guíe hacia el texto elegido. A partir de allí se establece una relación más que amical, familiar, con el texto. Cuando uno traduce a otro poeta hay una relación entrañable y un diálogo más profundo”. Importante poner en circulación tradiciones y estilos poéticos de finales del siglo XIX e inicios del XX, gracias a rescates como el de Sol Negro.