«Todo ángel es terrible», de Gabriela Rábago Palafox

Escribe Alberto Chimal. Ideas raras que se encuentran en los libros: Gabriela Rábago Palafox (1950-1995) no es la escritora mexicana más famosa. Se habla poco de ella; sus libros no se han reeditado y la información que se encuentra sobre su carrera está, salvo muy contadas excepciones, en sitios web no oficiales, en archivos, en […]

Escribe Alberto Chimal.

Ideas raras que se encuentran en los libros:
Gabriela Rábago Palafox (1950-1995) no es la escritora mexicana más famosa. Se habla poco de ella; sus libros no se han reeditado y la información que se encuentra sobre su carrera está, salvo muy contadas excepciones, en sitios web no oficiales, en archivos, en diccionarios biográficos compilados hace años.

Esto es una injusticia.

Algunos han tratado de remediarla: los aficionados a la literatura “de género” (o al menos los de cierta edad) la tienen como autora “rara”, marginada a causa de su interés por lo sobrenatural, el horror o la ciencia ficción. Se recuerda que su colección de cuentos La voz de la sangre (1991) se dedica por entero al horror, que su novela La muerte alquila un cuarto (1991) contiene elementos sobrenaturales y una trama de novela negra, o que ella fue de hecho la primera mujer en ganar el Premio Puebla de Cuento de Ciencia Ficción, en 1988, con un texto titulado “Pandemia”, lo que abrió el camino a muchas escritoras posteriores en ciertas porciones de la literatura mexicana que, aun siendo excluidas o menospreciadas, no habían sido menos sexistas que la “literatura seria”.

Sin embargo, con todo lo que me interesa la literatura de imaginación, me parece que esa imagen de Rábago es parcialmente una ilusión, la lectura sesgada de una carrera más amplia.

Deben recordarse otros detalles. Rábago fue normalista y se dedicó al periodismo. Fue becaria del Centro Mexicano de Escritores, aquella institución que financió proyectos de Juan Rulfo, Juan José Arreola, Fernando del Paso, Elena Poniatowska y otros figurones de la literatura nacional. En su periodo de más actividad no sólo escribía narrativa sino artículos, poesía, teatro, y estaba vinculada con el medio literario: colaboraba en proyectos con escritores del momento, obtenía premios y reconocimientos… Sólo tras su muerte su trabajo se fue difuminando.

Esto puede haber sucedido por desinterés de sus editores, o por oposición o conflicto de los dueños de sus derechos autorales (como le ocurrió por años, entre otras, a la obra del gran escritor peruano Manuel Scorza).

La marginalidad realmente importante en la obra de Gabriela Rábago es otra.
Los recuentos de algunos que la conocieron hablan de problemas familiares y “especulaciones” sobre su salud justo antes de su muerte; otros, más recientes, son más claros y dicen que padeció discriminación, dentro y fuera de su entorno inmediato, por haber mantenido una relación de pareja con otra mujer. No puedo decir mucho más aquí, pues no tengo más que estas informaciones mínimas y de oídas.

Lo cierto es que en la obra de Gabriela Rábago hay una conciencia muy aguda de la marginación, y no como un problema estético sino social: su “Pandemia” describe cómo una sociedad se vuelve contra su población homosexual a causa de una enfermedad semejante al sida, por ejemplo, y muchas otras de sus narraciones tienen que ver con los prejuicios que llevan a la discriminación y con las imágenes que construimos, como culturas y como individuos, para “justificar” semejantes prejuicios; con las diferentes (y muchas veces perversas) definiciones de la “virtud”.

Otro ejemplo: su primera novela, Todo ángel es terrible (1981), ataca la noción de la “inocencia” o la “pureza” de la infancia: Octavio, su narrador y protagonista, comienza matando animales, guiado sin entenderlo del todo por los rituales crueles de su entorno; pasa a atacar a otros seres humanos, pero sólo hasta ese momento actúa con malicia, con deliberación. Antes es meramente animal o –sospechamos– meramente humano: ni bueno ni malo. En esta época en que toda clase de acciones bestiales contra otros seres humanos se hacen con el pretexto de “proteger” a la infancia (“¡Piensen en los niños!”, dicen los defensores de la homofobia, los opositores del matrimonio igualitario, los partidarios de la censura), hace falta recordar que la naturaleza humana es mucho más compleja y más diversa, como Gabriela Rábago entendió siempre.

 


Alberto Chimal (Toluca, 1970) es considerado “de los narradores más polifacéticos e imprevisibles de la literatura hispanoamericana actual” según la revista española Quimera. Además de narrador y ensayista, es tallerista literario y un autoridad tanto en el campo de la escritura en medios digitales como en la “literatura de imaginación”: la narrativa fantástica como literatura contracultural. Sus libros más importantes: Gente del mundoÉstos son los días (Premio San Luis 2002), GreyLos esclavosEl Viajero del TiempoLa generación Z, La ciudad escondida. Nightmare remix, La torre y el jardín (finalista en la XVIII edición del Premio Internacional de Novela “Rómulo Gallegos”). Acaba de presentar “Los atacantes” (2015). Su sitio: www.lashistorias.com.mx

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