Escribe Gabriel Rimachi Sialer.
Una de las características de la narrativa de Alberto Fuguet es la forma directa en que cuestiona y critica el circuito en el que se mueve -un circuito donde además es admirado y respetado-, sin piedad y con un humor corrosivo, (cosa que no siempre consigue, si recordamos por ejemplo «No ficción»), llevando al lector a la zona de confort en la que el escritor se mueve: una completamente desconocida para el lector común.
«Sudor», la nueva novela de Alberto Fuguet, cuenta los previos a la celebración de una nueva edición de la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA), a la que asistirán los Restrepo (padre e hijo, que a la vez son álter ego de Carlos Fuentes y su hijo, quien se suicidara al año siguiente de su visita a Chile) y en la que tendrá un encuentro con este último, quien además marcará su vida. Fuguet desnuda aquí la forma en que se manejan las relaciones entre escritores y y editoriales; el acercamiento para las grandes firmas, las consolidaciones de imagen internacional, las rencillas literarias, calladas envidias, ambiciones y la guerra de egos que es una feria internacional con sus colas para firmar autógrafos -colas que son a la vez una suerte de termómetro del éxito- y desfile de personajes cada vez más ridículos, elaborados para durar lo que una edición de editorial independiente (o indi, como las llama Fuguet).
«Se topa con Alejo Cortés a la salida de la presentación que preparó la editorial Montacerdos. Rafa Gumucio y el escritor-DJ limeño Dany Salvatierra se batieron a duelo para celebrar los talentos de la nueva Anaïs Nin local. El nuevo descubrimiento parece un sueño hecho para la prensa, las redes sociales, los trend-setters, los cool-hunters y los líderes de opinión sin opinión: una chica emo chilota de veintitrés años que admira a Miley Cyrus y todos dicen que, si no se autodestruye, puede ser la nueva John Green queer-urbana pero crossover (es algo bi y los minos la encuentran «étnica», como diría Puga). Milagros Morales es delgada, de piel blanca tiza, una chica con inmensos ojos negros, pelo corto, lesbiana pero no butch, de riguroso negro, botas Doc Martens, los brazos llenos de cortes, con novia pintora peruana pituca de cincuenta y dos años de apellido Miró y una colección de cuentos llamados «Penas», con epígrafe de Patty Smith y blurbs de Mariana Enríquez y Dani Umpi.»
Fuguet se regodea en sus recuerdos de escritor invitado a FIL de varias partes del mundo, y conversa o se cruza con escritores con nombre propio (el mismo Oswaldo Reynoso aparece por ahí como el primer «escritor queer de América Latina), y convierte a este viaje fuguetiano por el mundo editorial en un carrusel donde se nos van cayendo las imágenes que se construyen con notas de prensa.
Pero además y sobre todo, «Sudor» es una inmersión sin anestesia en el submundo gay, donde el amor y el cariño pasa a un segundo plano para satisfacer el deseo primario de la carne, que se va mezclando con la nostalgia y la necesidad de afecto cuando el personaje se entrega a la reflexión. Sudor es una novela sobre la soledad y sobre la frialdad con que, gracias a una aplicación como Grindr, los gays pueden ubicarse y tener sexo al paso, un trámite de defogue en una ciudad donde los personajes viven de las marcas y para las marcas, donde el lujo y lo exclusivo es sinónimo de status y calidad de vida, y donde las marcas de ropa interior definen incluso la intensidad y capacidad del amante de turno. Los amores de Alf, sus nostalgias y sus deseos (editoriales, sexuales, carnales, afectivos), nos convierten en cómplices de una novela que toca ahí donde muchos no se atreven por miedo o falta de valor (dos emociones completamente distintas). «Sudor» es, definitivamente, una novela que nos devuelve al Fuguet más rabioso y reflexivo -más maduro y oscuro, también-, y sobre todo, más humano.