En 1975, dos años antes quitarse la vida con 60 pastillas de Secobarbital, el escritor colombiano Andrés Caicedo le escribía esta carta a su madre. Era el primero de tres intentos de suicidio, que terminaría el 4 de marzo de 1977, y que lo convertiría en un ícono de la literatura colombiana primero y de la latinoamericana después. Con tan solo 25 años, Caicedo había dejado un legado de novelas, cuentos, obras de teatro, crítica de cine (llegó a colaborar en una revista de cine en Perú), diarios y correspondencia. Su literatura es una exploración al lado menos turístico de una Cali convulsa, que está en un proceso de transformación constante por aquel entonces, llena de música, drogas, violencia y ansias de libertad. Su novela más conocida, ¡Que Viva La Música!, lsalió a la venta una semana antes de su muerte. Poco antes, había publicado otro libro, El Atravesado, financiado por su madre (como tantos autores noveles aún ahora y tal como le pasó a John Kennedy Toole años después). Con tan solo 25 años cumplidos, Caicedo creía que vivir más allá de esa edad era un despropósito.
Su literatura, cada vez más reconocida y estudiada, constituye un relámpago en medio de la infernal oscuridad de una Cali que se nos presenta tentadora y mortal. Sus lectores crecen y ya su lápida ha sido robada un par de veces. Una sensibilidad particular, una forma única de mostrarnos el mundo que padeció. Esta es la carta que Caicedo le dejó a su madre antes de morir.
Mamacita: Cali, 1975.
Un día tú me prometiste que cualquier cosa que yo hiciera, tú la comprenderías y me darías la razón. Por favor, trata de entender mi muerte. Yo no estaba hecho para vivir más tiempo. Estoy enormemente cansado, decepcionado y triste, y estoy seguro de que cada día que pase, cada una de estas sensaciones o sentimientos me irán matando lentamente. Entonces prefiero acabar de una vez.
De ti no guardo más que cariño y dulzura. Has sido la mejor madre del mundo y yo soy el que te pierdo, pero mi acto no es derrota. Tengo todas las de ganar, porque estoy convencido de que no me queda otra salida. Nací con la muerte adentro y lo único que hago es sacármela para dejar de pensar y quedar tranquilo.
…Acuérdate solamente de mí. Yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo. Soy incapaz ante las relaciones de dinero y las relaciones de influencias, y no puedo resistir el amor: es algo mucho más fuerte que todas mis fuerzas, y me las ha desbaratado.
Dejo algo de obra y muero tranquilo. Este acto ya estaba premeditado. Tú premedita tu muerte también. Es la única forma de vencerla.
Madrecita querida, de no haber sido por ti, yo ya habría muerto hace ya muchos años. Esta idea la tengo desde mi uso de razón. Ahora mi razón está extraviada, y lo que hago es solamente para parar el sufrimiento.
Tu Andrés