Un cuento de Marcio Taboada Zapata
Le deseé suerte con las otras casas y cerré la puerta. Con el noticiero, mi piel se había erizado. Y creo que ella lo notó: sentí su mirada fija mientras frotaba mi muñeca en la imagen de un perfume color pichi.
Es mentira eso de que el café tranquiliza. ¿De dónde vino aquello? Destapé una botella de cerveza; casi nunca empiezo al mediodía, pero lo necesitaba, tanto como a Pat y una solución.
Tomé el celular y le marqué.
—¿Qué quieres, mierda?
—Pat, querida, ¿por qué me tratas así, acaso ya no me amas?
—Déjate de cojudeces y dime para qué llamas.
—Patty, estoy solo.
—No vuelvas a llamarme, hijo de perra, o le diré a Nancy.
—Te digo que estoy solo.
—Y así te vas a quedar por perro.
La muy puta me había pegado ladillas y aun así me trataba como si yo fuese quien lo arruinó. Encima nombró a Nancy. Nancy es una buena muchacha. Vaya a saber qué se le metió en la cabeza para encamarse conmigo. Sin embargo, se asustó con el primer apretón que le di. Pat, en cambio, disfrutaba que se me pasara la mano.
Encendí un cigarrillo. Tampoco suelo fumar tan temprano. Dejé el celular en la mesa y fui a mi habitación. Prendí la radio. Un flash informativo interrumpió la música: una colega de la prostituta la encontró inconsciente y con signos de haber sido torturada.
Salí. Caminé unos metros y vi a la vendedora de fragancias tocando la puerta de una vivienda deshabitada. Me acerqué y se lo dije. Ella sonrió.
—Y usted… disculpe la intromisión, ¿se siente mejor?
—¿Por qué lo dices?
—Ah, parecía nervioso.
—Estoy algo enervado. ¿Ha visto las noticias? Muertes, violaciones, locura. ¿Y el amor?, ¿dónde está el amor?
—Qué curioso, un amigo me prestó De qué hablamos cuando hablamos de amor, es un libro de cuentos de un autor norteamericano. Raymond Carver.
—Me gustaría leerlo. ¿Fumas?
—No.
—¿Te molesta si…?
—Descuide.
—¿Sabes? Pierdes tu tiempo tratando de vender en esta zona. Aquí todo apesta y el hedor no se quita con esas sustancias aromáticas. Deberías probar dos calles al norte.
—Mmm…
—Podría acompañarte. Así, respiro un poco de aire fresco.
—¿Toma aire fresco con un cigarro en la boca?
—Es una buena mezcla.
—Mejor sería descansar; estos tacos me matan.
—¿Bebes?
—Vodka.
—Tengo en mi casa. ¿Qué opinas?
—Vamos. Me llamo Eva, por cierto.
—¿Padres religiosos? ¿eres religiosa, Eva? Mi nombre es Harry.
—Mis padres. Yo soy creyente, no fanática; los extremos son perjudiciales. Además, cumplir los mandamientos al pie de la letra es imposible. Me doy mis gustitos. Dios me perdone.
—¿Cómo has terminado en ventas? Pareces una intelectual.
—Exagera.
—Puedes tutearme.
—Exageras.
Abrí la puerta.
—Lo siento, está un poco desordenado.
Eva me siguió hasta la cocina. Se sentó a la mesa, entretanto yo servía su vaso.
Mi celular empezó a sonar. Eva lo vio y preguntó si no atendería. Le respondí con una negativa. Saqué una botella del frigorífico y, con su bebida, me senté frente a ella.
Entonces, de nuevo, el sonido.
—Harry, parece que a Nancy le urge hablarte.
—Dejemos que suene.
—¿Es tu novia?
Lancé el celular al piso. La batería salió volando. El estruendo nos redujo al silencio y al sabor de los alcoholes. Atisbé la impresión de Eva, por lo que me excusé.
Saqué un cigarrillo y ella colocó sus catálogos al lado de su vaso.
—Ese que me querías vender olía bien. Lo feo era su color.
—¿Lo querrás?
—Brindemos primero.
Hicimos el tintín.
Eva bebía, lenta y delicada. Sus labios presionaban el cristal dejando una ínfima abertura que permitía apreciar el ingreso del líquido en su organismo; organismo cubierto por una piel blanquísima y recubierto con una blusa que invitaba al cerebro a proyectarla como una decente señorita.
Me detuve, sutil, en su rostro.
—Querida Eva, viéndote recuerdo un relato de Bukowski en el que un hombre dice de una mujer que «el único sitio donde asomaba el infierno era en sus ojos».
—¿Me quieres?
—Es un decir. Recién nos conocemos.
—A veces eso es suficiente. ¿Querrás el perfume?
—Si de esa manera vuelvo a verte…
—Espera, apunto el pedido. ¿Amas a Nancy, Harry?
—Oh, no. Solo me enamoré una vez. Ahora aquella mujer me llama «hijo de perra». Fallé. Nos fallamos el uno al otro. Pero en los gustitos hay pecado, ¿verdad?, precisamente, Nancy fue el pecado que Patricia no soportó. Supongo que le contrarió que me enredara con una chica de casa.
—O sea, fuiste infiel a la única mujer de la que estuviste enamorado.
—Mmm…
—¿Todavía la amas?
—Aún la echo en falta, sobre todo, cuando hay problemas, como en el que me he metido anoche, pero ya no siento lo mismo. Aunque sí desearía tenerla en la cama.
—Vaya.
—Es que ella disfrutaba de los golpes. Soy un hombre que disfruta de besos y bofetadas, abrazos y golpes. ¿Lo has probado?
—Podría intentarlo, siempre que vayamos despacio.
—Seguro.
—Podrías contarme eso que te preocupa. Me gusta ayudar a mis amantes.
—¿Tus amantes?
—Así es.
Bebimos hasta terminar en mi habitación.
¡Qué gran mujer! Su cuerpo era magnifico, y me fascinó que, donde apretaban mis manos, la piel se le llenara de un rojo vivo, crudo. Me contuve. Nalgueé fuerte y la ahorqué. Para cuando trajera mi colonia, aumentaríamos la energía, quizá utilizaríamos algunos juguetes. A diferencia de Pat, Nancy y las otras, Eva se tragó mis fluidos. PECABA como ninguna.
Le confesé el incidente con la prostituta. Prometió conseguirme un abogado. ¡Una mujer y una solución!
Dormimos un par de horas y luego nos despedimos.
Me sentía en paz.
Levanté el equipo celular y le situé la batería. Marqué.
—Otra vez tú.
—Solo quería decirte que eres una puta, Pat.
—Maldito hijo de perra, no quiero volver a escuchar tu horrible voz.
—Si no lo quisieras, no contestarías.
—¡Muérete!
______________
Marcio Taboada Zapata (30 años). Natural de San Pedro de Lloc, capital de la provincia de Pacasmayo, La Libertad. Licenciado en Comunicación y Periodismo. En 2020, fue uno de los ganadores del primer concurso de cuentos realizados por la Municipalidad Provincial de Pacasmayo. En 2021, publicó Sórdido, libro de relatos cortos, por el cual, en 2022, durante el XIV Encuentro de literatura hispanoamericana Iván La Riva Vegazzo, la Casa de la Cultura y Turismo de San Pedro de Lloc lo reconoció como “Escritor joven revelación 2022”.