Escribe Alexis Iparraguirre
Los que conocen a Gabriel Rimachi Sialer saben que es uno de los promotores más afiebrados del cuento fantástico clásico en el Perú, y su libro de cuentos de 2020, “Historias extraordinarias”, mencionado como uno de los mejores en el recuento anual, desde el título alude a la traducción en español más conocida de los relatos de Edgard Allan Poe. De hecho, cada relato del libro puede leerse como un homenaje apasionado a Poe y también, en cada caso, a un clásico distinto del género, pero, por sí mismos, también son testimonio de devoción inconmensurable por ese tipo de sensibilidad y de escritura.
Como manda el canon fantástico, Rimachi Sialer refiere sus historias a través de testigos aparentemente confiables de los hechos, cuya sensatez se va desmoronando frente a nuestros ojos hasta desvelar la inminencia del horror o de lo inconcebible. Como ocurre en las historias de Poe o de Lovecraft, los protagonistas de “Historias extraordinarias” no son ciudadanos ejemplares, pero su sensibilidad hiperestimulada brinda acceso a una imaginación visionaria que, de otra forma, no conoceríamos.
Son artistas, escritores, misántropos o iluminados que permanecen reconcentrados en sus propias percepciones, y a veces todos ellos juntos en una persona, como ocurre con el narrador del notable relato “Técnica mixta”; es decir, cultores de una suerte de solipsismo que quizás sea su pecado original. De ahí se orientan hacia experiencias extáticas, eufóricas, vuelos en los que, de pronto, les caen las sombras.
En particular, en la historia de “Tan oscura como la noche” el lenguaje cobra una vivacidad y autonomía ejemplar. Se trata de la visita alucinada a una biblioteca pública que, al menor descuido, se vuelve la selva amazónica, y también una exploración en la enfermedad mental y en la etnografía que concentra las virtudes narrativas mejores del libro. Ello ocurre cuando la perplejidad y el delirio se retroalimentan y hacen del relato un mecanismo al garete que solo sigue la dirección hipnotizante del lenguaje. Es, justificadamente, uno de los libros peruanos de cuentos señeros del año pasado.