Juan José Soto: el lado oscuro de la poesía

En “Lado B de las sombras”, Juan José Soto emprende con incertidumbre y valentía, el recorrido por las calles necias de la angustia, el deterioro humano y la sevicia del tiempo, pero también ejecuta una danza a través de la luz y el lenguaje en vida de quien resiste alucinado.

Publicado

17 Oct, 2022

Escribe José Carlos Picón

Los poetas han cantado a las sombras desde el inicio de los tiempos. Describieron los efectos y el poder de su hegemonía en mente, cuerpo y alma. Sombra-presencia, sombra-dolor, sombra-placer, sombra-epifanía, sombra-iluminación. ¿Qué es la sombra y desde dónde puede ser abordada?

Juan José Soto ha publicado este año “Lado B de las sombras”, un conjunto de poemas, algunos de pocos versos, otros más largos que, no obstante, tienen en común aquel tono de quien vive recogido en la noche, alimentándose de vigilias, alucinaciones, transformaciones y rupturas del límite.

Existe una cerradura por la que alguien ve el actuar de las sombras, su devenir, sus estallidos, sus inconductas. ¿Es el poeta quien ve de afuera lo que ocurre en su mundo y en si mismo? “Hurgo en mi aljaba/saco y tenso palabras/las lanzo contra la penumbra”, ahí parece estar la respuesta.

El ‘single’ de la angustia

“Lado B de las sombras”, el título, refiere al lenguaje de la industria musical, a la cultura del disco de vinilo o el casette, al 45 rpm que, por lo general, asumía en el lado A, el single de éxito, el hit. Por su parte, el lado B del mismo, está ocupado por una canción, tal vez menos importante, que vive “a la sombra” de la primera. Como se sabe, en el mundo de la música pop, por ejemplo, esta lógica ha sido subvertida innumerables veces. La analogía escogida, responde creo yo, al gusto de Juan José por los clásicos del rock y la buena música.

Entonces, en un sentido básico, el Lado B de las sombras, que recuerda también al “Dark side of the moon” floydiano, es la sombra o la oscuridad más profunda, la que contiene quizás, todas las intensidades de penumbra, negro y ¿vacío? ¿Forma parte el vacío de las sombras que recorre Soto?

Los dos poemas que suceden a la introducción del ojo, parten de un reconocimiento vital, en el primer caso, de la sensualidad  y el cuerpo de la amada u objeto de deseo, y en el segundo, de la necesidad de abrirse paso ante el vacío del hombre y de su “absurda existencia fosforescente”. El poeta recurre a la ayuda de la luz de los ojos de aquella entidad que lo acompaña en su batalla contra las larvas de la noche, ángeles caídos que destruye con sus “atolondradas e ingenuas manos”.

Poeta peruano Juan José Soto (Foto: Lima en escena).

Visión interior, suicidio extranjero

La imagen del ojo persiste en otros poemas. “Un ojo se levanta/agita los brazos”, dice en el poema VI, “En el lado B de las sombras/el otro ojo/el de los vaticinios/y los hondos escotes/se ahoga/sin apelaciones/en las crispadas aguas/de un oscuro ron/sin honor/y sin alma”. Es el poeta quien deambula desquiciado (sin ojos) en este alucinado y enfermo mundo donde imperan “el olor de las tinieblas”, la “piel del abismo”.

Es posible que Juan José Soto construya, a lo largo de este libro, la alegoría de una vida y el devenir de lo humano, una serie de escenas y estaciones (a la manera de Rimbaud) en el que el silencio se descompone y se oyen los estruendos apagados de cuerpos contra el asfalto.

Luego aparece una tendencia suicida en el poema VII que detalla objetos adversos, “palabras desorbitadas/sostenidas de penumbras”. Un paisaje anodino, de pesadilla en el que “inusitados cetáceos/cansados de arenques/se lanzan a cazar en la orilla/a la mismísima muerte/varada en la piel de elefantes y lobos marinos”, y donde “un iracundo orate se estrella/duramente/contra una bandada de cormoranes/y las piedras de los acantilados”.

Por si fuera poco, “el poeta de la roca insospechada/vacía el alma/de una Smith & Wesson/ante la presencia/de una mosca negra”. Juan José entrega estos cuadros llegados desde la implosión de la existencia de la humanidad, un panorama desolador, alterado, violento, que es narrado con cierta dosis de cinismo y humor mezclados, que transitan velados, muy por debajo de la respiración, contenidos y asfixiados por su propio desborde. 

Sobrevivientes a una masacre metafísica

Posteriormente, en el poema XIII la voz se torna reflexiva, inquisitiva, nihilista, fases encauzadas a través del delirio pesimista, la desesperanza, configurando un estado en que todo parece ir en retroceso hasta aniquilarse, incluso, quienes aparentemente son los protagonistas de esta pieza, “una bandada de testas/deambula por las escolleras/y una panda de poetas/borrachísimos, chulos ellos,/agonizan, ebrios de lucidez/en las orillas de las playas contiguas”. Estos personajes son colocados posteriormente, “en sacos de yute o bolsas negras de polietileno/son registrados/numerados/clasificados por categorías” para ser exhibidos en museos interactivos y escaparates virtuales.

La crítica mordaz al egoísmo humano, su maquinaria y sus consecuencias tangibles e intangibles vibra en este texto que reniega de los poetas del siglo XXI quienes “olvidaron la escritura en hojas de papel/y la contemplación de los crepúsculos”.

Después de tanta desazón, el poeta busca solaz. Y en el poema XIV canta a la mujer, a Chabuca, quien muestra su magia que convierte desiertos en jolgorio de luces intermitentes. Chabuca, quien “oronda y festiva/cubrías el continente de las cosas y los hombres/con el rotundo desenfado de una canción”. La composición describe un viaje, el movimiento vitalista del amor, ya que, “llueve sobre la tierra, Chabuca/llueve/llueve sobre la desolada memoria/y despierta a este ebrio enloquecido/que sostiene el asfalto”. El ritual desencadena el baile, la última danza “bailemos, Chabuca/desafiemos la dimensión de las sombras/bailemos”.

Una ruta a seguir

Incansable, el poeta, continua ese periplo a través de si mismo, de sus observaciones, a través de lo que no puede controlar ni asir. “Prosigo en el laberinto/esquivo el rumor de las voces/atrapadas en los muros/con la constelación de una sonrisa”. No queda otra pues, que la resiliencia, para usar un término de la psicología hoy en boga.

Es interesante que Soto utilice a lo largo del libro, recursos líricos con ciertos matices expresionistas, trazos del ensueño, la pesadilla, pero también de la música y la cultura popular, de la voz dicharachera cotidiana que se mezcla con hondas imágenes de dolor, profundidad sombría y paisajes de deliquio dilatado. Sin embargo, la lucha es tenaz para el poeta, puesto que, como Juan José señala en el coda, después de la destrucción, muerte e inevitable desaparición, “contra todo abismo/danza rebelde la luz”.

Círculo de Lectores Perú
Círculo de Lectores Perú es una comunidad que crece alrededor de aquello que tanto nos gusta: los libros y la lectura. Vive con nosotros la aventura de leer.

Sigue leyendo…

Loading...