El salón era amplio. Las carpetas conservaban el olor a pintura fresca. Capa sobre capa de esmalte cubría la madera. Lo sé porque iba rascando la superficie mientras masticaba un chicle. Vi a los demás nerviosos por ser el primer día de clases. Se miraban de reojo. Uno leía el silabus del curso mientras otro, con chaqueta de cuero, ensayaba una tonada con sus dedos sobre el pupitre imitando a las baquetas de una batería. Había pocos lugares vacíos y en la entrada el listado pegado en la puerta anunciaba que éramos veintiséis los estudiantes. Estaríamos ahí unos veinte.
Faltaban pocos minutos para que dieran las 8:00 a.m. y el profesor aún no se asomaba. Suspiré queriendo que mi martirio terminase de una vez. Era repitente del curso y no me venía bien estar ahí; sin embargo, había prometido que, pasara lo que pasara, terminaría la carrera. Iba a ser una larga temporada resistiendo este lugar.
8:05 a.m. Mis compañeros ya se impacientaban. No es usual que los catedráticos demoren en llegar. Yo me miraba las uñas y con sigilo me sacaba la suciedad con los dientes tras confirmar que nadie me estaba viendo.
Uno de esos jóvenes que creen tener liderazgo natural salió al frente y se presentó. Animó al resto a hacerlo y nadie le hizo caso. No sé si lo hice por aburrimiento o porque me pareció una buena idea: me paré y desde mi pupitre dije mi nombre completo. María Choquehuanca, “para servirle a usted”, continué con tono irónico parafraseando palabras de una novela mexicana. Nadie rio, ni tan siquiera sonrieron. Me senté en tanto el profesor hacía su ingreso al salón. El remedo de líder fue para su asiento. De inmediato lo reconocí. No me había preocupado en averiguar quién daría cátedra de ese curso. Bajé la mirada recordando el ciclo pasado, los exámenes finales perdidos y el dolor físico que no mejoraba y que me llevó a estar días hospitalizada. Me hice pequeña. Diminuta.
Él se presentó y por ratos posaba su mirada en mí. Yo desviaba la mía hacia mis compañeros. En eso el “líder” se percató de la tensión que había entre el maestro y yo. A pocos minutos de terminar la clase, se ingenió una pregunta atrevida que tenía como ejemplo el acoso de los profesores hacía sus alumnas. A lo que el maestro, suelto de huesos y con las cejas apretadas en afán de aparentar preocupación por el tema, dio un pequeño discurso de ética, luego enfatizó que las mujeres deberían preocuparse más por no mantener relaciones que podrían llevarlas a embarazos no deseados, y no en la inocente mirada de un catedrático. Un leve rumor se apropió del salón y el catedrático se despidió no sin antes recordarnos que debíamos leer una separata para la próxima clase.
Yo estaba colorada y con los ojos aguados. El líder, maldito empático, se me acercó. Supongo porque sabe leer muy bien los gestos de la gente o porque entendió la indirecta del maestro. Estuvo parado unos segundos a mi lado y no me dijo nada. Sacó papel higiénico de su bolsillo y me lo alcanzó. Lo ignoré. Me sequé, con la mano, la única lágrima que logró salir. Sonreí mirando la nada. Serían años de estudio soportando el estigma de lo que hice para seguir ahí. El frustrado padre del hijo que nunca nació estudiaba en el mismo lugar, solo unos salones más allá. Mientras caminaba por el pasillo escuché su voz altanera y alegre que expresaba plenitud. Él había aprobado el curso que ahora yo estaba repitiendo. Tal vez un día de estos lo encuentre abrazado a su nueva conquista, paseando por facultad.
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Mirza Patricia Mendoza Cerna (Lima – 1985) Cuentista. Forma parte del colectivo de mujeres escritoras «Saqra». Participa con sus cuentos en: 4 Narradores Independientes (Editorial Libre e Independiente – 2020), Relatos de Pandemia (Editorial La Rata Esquizofrénica– 2020), Última Estación (Ángeles del Papel Editores– 2020). Es compiladora de la antología ERROR 404: Vínculo no encontrado (Editorial Libre e Independiente – 2021). Es parte de la muestra de cuentos peruanos de terror: Tenebra (Torre de Papel Ediciones -Tercera edición —2021). Conforma la antología de cuentos Presbítero Eternos Residentes (Ángeles del Papel Editores – 2021).