«Muerto de risa», un tratado sobre el humor y la muerte

"Muerto de risa" es la última entrega del cineasta peruano Gonzalo Ladines, una apuesta diferente a lo que nos tiene acostumbrado el humor nacional.

Escribe Emilio Bustamante

La primera secuencia de “Muerto de risa” marca el tono de la película. El padre agónico del comediante muere al ver a su hijo en televisión hacer uno de los números grotescos con los que ha alcanzado la fama. La risa que surge de lo luctuoso se sucederá en el filme, así como su contraparte: la carcajada que se congela por lo inadecuado u ofensivo del chiste, o por la sombra de la muerte.

Emergerán, por consiguiente, a lo largo del relato, preguntas explícitas e implícitas sobre el humor: ¿cuán agresivo o terapéutico es?, ¿de qué se ríe la gente?, ¿es válido reírse de todo?, ¿por qué un chiste da risa en un determinado contexto y no en otro?, ¿por qué no es igual reírnos de los demás que de nosotros mismos? Interrogantes que ya se han planteado Aristóteles, Bergson y Freud, pero que no es común encontrar en una comedia, y menos en una comedia peruana.

César Ritter es Javi Fuentes en una comedia poco usual.

Gonzalo Ladines, guionista y director que se ha especializado en el género de la comedia, había hecho ya una película metatextual (“Como en el cine”, sobre un grupo de amigos que realizan su primer cortometraje) y ahora hace otro filme autorreferencial, específicamente sobre el humor. “Muerto de risa” cuenta la historia de Javi Fuentes (César Ritter), quien luego de la muerte de su padre (Hernán Romero), pierde su sentido del humor y es retirado del reality en el que ha tenido éxito. En su búsqueda de recuperar la fórmula para hacer reír, Javi conoce a Alfonsina (Gisela Ponce de León), una joven artista de stand up que sí causa la hilaridad de su público, y le pide ayuda. El consejo que ella le da es que aprenda reírse de sí mismo.

A pesar de la reflexividad que practica, el filme no cae en la tesis ni en la mera ilustración de ideas, y en ello tienen vital responsabilidad Ritter y Ponce de León, quienes otorgan profundidad a unos personajes que se deslizan por la delgada línea que separa el patetismo del humor, inclinándolos para uno u otro lado en los momentos precisos.

César Ritter y Gisela Ponce de León.

Aunque es notoria la austeridad de la producción en los decorados (la película pudo terminarse gracias a una campaña de crowdfunding), cierta esencia de los canales de televisión ha logrado captarse (la pobreza y la vulgaridad circenses de los estudios glamuorizados por las cámaras y las luces, la ridiculez y codicia de sus propietarios), así como el aire del mundillo de los stands up con sus perdedores talentosos movidos por la vocación, la autoayuda o la renta. No obstante las miserias de sus personajes, Ladines logra encontrar algún punto de empatía en casi todos, principales y secundarios, con excepción de los centennials, cruelmente caricaturizados.

“Muerto de risa” es una comedia de autor con tintes sombríos, que apuesta por hallar un público cómplice en un medio acostumbrado a variantes ligeras del género. Es una película honesta y audaz.

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