Escribe Alexis Iparraguirre
El libro de Paulo Drinot historia las practicas del Estado peruano para administrar y controlar a la clase obrera en las décadas de los 20 y los 30. Drinot nos advierte dos singularidades de esta narración. Por un lado, la clase obrera nunca fue ni extensa ni peligrosa en el Perú, ni hubo una industrialización generalizada, así que tales prácticas provinieron no de querer normar la realidad sino de la seducción, tanto para las elites como los trabajadores, de un país obrero, en tanto modelo de progreso social y civilización. Por otro lado, tales prácticas querían figurar y moldear al sujeto obrero como distinto de lo indio, o, dicho de otro modo, se trataba de procedimientos de racialización; es decir, obligaban a quien fuese obrero e indio a desvincularse de lo indio, del mismo modo que la Sección del Trabajo del Ministerio de Fomento, que arbitraba las negociaciones laborales entre el capital y el trabajo, era distinta de la Sección de Asuntos Indígenas del mismo ministerio, desvinculada de la gestión estatal de la producción, es decir, de la industria y de la civilización.
La seducción de la clase obrera disputa, pues, la narrativa histórica tradicional de los años 20 y 30 en el Perú. Hasta la fecha era un lugar común decir que la política obrera del Estado peruano únicamente se promovió con reacción a las movilizaciones obreras y a sus reclamos, dinamizados por el activismo del APRA y del Partido Socialista (luego Partido Comunista). En cambio, Drinot argumenta y prueba abundantemente, que, por contrario, la idea de gubernamentalizar y disciplinar a la clase obrera, en tanto componente clave del desarrollo industrial y del sujeto moral civilizado, útil para la nación, pertenecía al sentido común de la elite peruana desde inicios del siglo XX, aunque su práctica, en los hechos, hubiera devenido ineficiente, con muchos gestos reactivos y solo activa en pequeña escala. Para sostener la emergencia de lo que llama el Estado obrero, Drinot rescata archivos hasta la fecha no trabajados, la mayoría publicaciones de normativa y propaganda estatales y artículos periodísticos de trabajadores, patrones e intelectuales implicados en el tema del progreso social, y descubre con ellos un novedoso repertorio de hechos que le permiten pensar de otro modo la lógica estatal de esos años.
No obstante ello, el mayor aporte de La seducción de la clase obrera consiste en introducir fluidamente la terminología foucaultiana en la escritura de la historiagrafía peruana. Nociones como “gubernamentalidad”, “disciplina”, “tecnología”, entre otras, se articulan con evidente valor como productoras de explicaciones históricas en una escritura de la historia nacional que, por norma general, había desconfiado de los conceptos del pensamiento crítico, y que, cuando no se retrepaba en el puro listado de documentación, prefería moverse hacia los terrenos cuantificables de la economía o la estadística. Drinot logra un equilibrio virtuoso entre la exigencia tradicional de referir una cronología sobre hechos positivamente probados y una organización de ellos que aproveche la perspectiva sobre el funcionamiento de Estado que Michel Foucault enseñó en sus cursos del Collège de France.
Si bien es cierto, se puede reprochar que La seducción de la clase obrera vuelva tales nociones categorías fijas, como en general la historiografía peruana trata a todos sus datos (y por tanto ajenas al dinamismo con que las producía Foucault, siempre presto a transformarlas en la controversia y extraer de ellas conclusiones inesperadas), se entiende que ello también sea parte del proyecto historiográfico de Drinot. Su formulación de la historia peruana, que apuesta por introducir las elaboraciones del pensamiento crítico foucaultiano, induce a pensar en una apuesta por transformaciones progresivas, y no radicales, del modo de escribir historia, puesto que irrumpe, potente, en un campo profesional vigorosamente arraigado en una práctica historiográfica tradicional distinta.
Paulo Drinot. La seducción de la clase obrera. Trabajadores, raza y la formación del Estado Peruano.
Lima: IEP, Ministerio de Cultura, 2016. 326 pp.