Escribe Christian Reynoso
Al final de la presentación, uno de los autores del libro, pidió a los músicos que suban al podio para tomarse una foto. Habían pasado 35 años desde que no se juntaban. Varios integrantes de Kaos General, G-3, D.R. Hardcore, Sentido Común, entre otros, subieron, posaron y mostraron las canas y las ropas negras. Lo cierto es que dentro de ellos parecía latir el sentimiento de tener que permanecer hasta el final como lo habían creído cuando eran adolescentes, allá por los años ochenta. ¿Acaso nostalgia? ¿Posesión? ¿Rebeldía? ¿Ganas de gritar? ¿Ganas de tocar y reventar los oídos de los fans, como antes?
“Permaneceremos hasta el final. Hardcore, Lima-Perú 1985-1989” (Altazor, 2023), es el título del libro de Carlos Torres Rotondo y Richard Nossar que, como el empujón propio del pogo, nos lanza a una parte de la historia del movimiento hardcore que se desarrolló en Lima entre los años 1985 y 1989. Una historia personal y colectiva al mismo tiempo, que establece una línea de tiempo y muestra la forma de entender la rabia, las aspiraciones, los quiebres y las tensiones de una generación de muchachos limeños de clase media y alta, disconformes con ellos mismos y con el sistema, que encontraron en la música una forma de fluir.
El libro se ocupa de la evolución de las bandas y sus producciones de manera autogestionaria, pues había un genuino interés creativo por encima de la cultura del cover; se revisa los fanzines de la época (publicados e inéditos) y se muestra fotos nunca vistas de conciertos; se analiza las influencias musicales, la forma de expresarse, la vestimenta hardcoriana, las pugnas entre las bandas, el clasismo (había una facción llamada Bandera Negra), todo ello teniendo como telón de fondo la violencia y el terrorismo que vivía el país.
Torres y Nossar proponen a Autopsia y Guerrilla Urbana, que debutaron en 1985, como las bandas raíces del hardcore peruano. Esto no quiere decir que antes no había una movida de tinte subterráneo y punk. Las icónicas Leusemia (que debutó en 1983), Narcosis (en 1984) y Zcuela Crrada (en 1985), también tenían su cuota y espacio. En ese sentido, el libro resulta polémico acorde con el espíritu transgresor propio del hardcore. Vendrían luego G-3, Ataque Frontal, Kaos General, Kaos, Curriculum Mortis, Voz Propia, Q.E.P.D. Carreño, Desarme, entre otras, que, en torno a la llamada Jato Hardcore (una casa en Barranco utilizada como lugar de reunión y conciertos), constituyeron acaso la época dorada del hardcore peruano, hasta la ruptura.