Escribe José Carlos Picón
Desarmar las presencias
“Ella solo me dispara una y otra vez / y responde que todo esto acabará muy pronto”, sostiene Rondinelli en el primer poema de “Des-armar” (Colmena Editores, 2021). El autor acapara desde una nostalgia corrompida, desde la invocación, los terrenos del deseo, el desenfreno, la ruptura y hasta el resentimiento.
En este libro existen pulsiones, golpes de compulsividad que operan como unidades de generación de sentido, micro-discursos apoyados en recuerdos entre etéreos y velados, en visiones, en esquemas irracionales por donde se filtra la experiencia o la acción determinada. Asimismo, Rondinelli subyuga las presencias, las pondera esclavizadas de su imaginación onírica, vigilias frenéticas a través del sueño, confusión en el límite de lo imaginado, lo real y aquello que nunca sucede.
Su dicción es potente, enérgica, sobria y directa. Una sencillez que, no obstante, irradia la posibilidad de escenarios que pueden surgir de una puesta en escena mental, una representación en la hipérbole de lo cotidiano o, sencillamente, la ejecución de un poema de lindes thriller, asociada a la oscuridad o la penumbra.

Esto aquí mencionado puede corroborarse en sus poemas en prosa, que ralentizan el tiempo lineal narrativo para enfatizar la imagen que inicia y culmina una emoción o clima, con solvencia. “En los meses que copulábamos en la azotea del edificio donde vivía”, dice Rondinelli, en medio de una concepción de su arte poética, oscilante entre la confesión, el testimonio, el guion dramático, la trama.
Sus textos son dispositivos que interpelan la memoria como hecho real o especulación, fantasía neurótica, o isla narrativa para atravesar desde el ansia, el deseo, la soledad, hacia el declive de la objetividad. Los sujetos poéticos, como los llama Vanessa Martínez en la contraportada del volumen, que aparecen son fantasmas, cuerpos sugerentes, huellas de humanidad que sirven a la máxima tentativa de una concatenación de signos atravesados por agonía moral, libertad apática, agresividad mental.
La entrega, la adoración o la ignominia, son máquinas deseosas que se desintegran en la memoria desde la periferia de lo real. La compulsividad de la fabulación padece transustanciación en versos de naturaleza confesional, coloquial también, incluso interpelativos y admirativos. El plano de la connotación, latente, hace lo suyo en la ambigüedad del lenguaje, que, sin embargo, es fácticamente claro, sin barroquismos o circunloquios.
En “Des-armar”, la redención debe ser encontrada en un inventario moral casi imposible por, en algunos casos, la psicopatía del yo poético. El deseo y la alquimia corporal, la ruptura de los límites, la antiética proporcional de la representación, son puestas al servicio del monólogo y la simbiosis hostil con un interlocutor revelado en la fantasmagoría de los objetos, de lugares, y coordenadas referenciadas, “(…) la muerte no existirá / y estaremos en todas partes / otra vez”.

Distópica musical
Franco Osorio arremete, en “X” (Colmena Editores, 2021), un imaginario flexible, complejo, trabajado en brevedad, arte menos en gran parte de los poemas. Un imaginario arraigado a desentrañar lo ininteligible que pervive en lo humano y en el devenir del ser más “inteligente”, egoísta, violento e irracional del planeta.

En ese sentido, reúne sus piezas en conjuntos musicales de génesis simbólica. Resabios antagónicos y conflictos que atormentan al hombre compuestos de un sonido primordial para atomizar la imagen. Así su lírica está encausada de melodías que son la plataforma de la alquimia de un lenguaje misterioso y hasta críptico. Ellos configuran un diseño lineal de sucesos expuestos a la explosión de una luz combinada que distorsiona el sentido y lleva al extremo radical la sugerencia semántica. Osorio reconstruye la armazón cartilaginosa de un tiempo inexistente todavía, es decir, construye la posibilidad de una historia latente con escenas borrosas o apariencias. En ese proceso, proyecta culminar un 31 de diciembre de 2099 cuando, suscitado el Apocalipsis por un azar divino, los disparos del pesimismo hacia la introspección crítica del ser humano, son convertidos en más virulentos y más intensos.
