Escribe José Carlos Picón
Casi cuatro décadas de este atentado. Aún así, con riesgos y movimientos rápidos, Personaje secundario (2023), ha reeditado “El chico que se declaraba con la mirada”, libro free rock, biográfico, por ratos narrativo, caleidoscópico, intoxicado, de Roger Santiváñez. El conjunto está compuesto por 11 textos en aparente prosa, de punto seguido, centrado, que, de acuerdo a Jorge Frisancho en la introducción al volumen, ejecución deudora del Rimbaud de “Una temporada…” e “Iluminaciones” o de los románticos.
Esta materia de lenguaje compuesto por las palabras, frases, construcciones que Santiváñez confecciona frenéticamente, intercala recuerdos vívidos de los primeros encuentros con la sexualidad, la perversión, la pornografía, el amor transgredido e intervenido. Asimismo, incorpora momentos dolorosos de su barrio, su comunidad piurana, en evocación y adoración cínica.
Los primeros aprendizajes sobre el sexo del púber poeta son expuestos en retazos, ramalazos de memoria, ansiedad, un desasosiego mezclado con un placer confuso. Santiváñez recurre al tejido, a la obsesión de la trama en tanto elaboración de cruces y entrecruces, a la disposición impulsiva de una línea de elementos lingüísticos, unos contiguos con otros, sin orden tal vez, impulsados por el azar o la asociación de ideas. Formalmente, los grupos están compuestos de oraciones narrativas que relatan, dan testimonio o recuerdan. Hipnóticos centros desde donde aparentemente se emiten sonámbulos o alucinados versos que provienen de una zona oscura y sin limpieza del inconsciente. Nombres, lugares, canciones. La niñez evocada desde la enfermedad, desde la adicción y la desesperanza.
La nueva oralidad de los ochenta. Algo de esto tiene o delata Domingo de Ramos, también miembro de Kloaka. Un discurso frenético que tropieza o roza sin equilibrio el narcotismo, un inventario de situaciones clave de la vida de un púber que va camino a adolescente, de un joven que corre a la adultez. La interdicción de las santidades y la moral fermenta el deseo, el anhelo y la lucha por convertir al sexo en principal eje de motivaciones e inspiraciones. Es probable que la voz de “El chico que se declaraba…” corresponda a aquel hito que alimentó una corriente que tocara designios posteriores, experiencias de otras generaciones. Una escuela, de mala reputación, pero escuela, al fin y al cabo.