La madrugada del 26 de abril de 1986, el cuarto reactor de la planta de energía nuclear de Chernóbil explotó -debido a un error humano-, liberando material radiactivo doscientas veces superior al de las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki, provocando la mayor catástrofe en la historia nuclear y ambiental de la humanidad.
La radiación (que según se estima tardará en desaparecer en poco más de mil años), provocó la muerte de más de un millón de personas a lo largo del tiempo. Estas muertes y la permanente tragedia del pueblo ucraniano son narradas sobrecogedoramente por Svletana Alexievich en “Voces de Chernóbil”, estremecedor conjunto de testimonios que llega traducida al castellano gracias a ediciones DEBOLS!LLO.

En este libro, Svetlana Alexievich presenta las respuestas de sus decenas de entrevistas, pero obviando las preguntas, estableciendo en el lector esa complicidad que a la vez lo convierte en actor y testigo dentro de las historias, cada cual más terrible que la otra: “Por favor, pequeña, no te mueras ahora –dice una madre a su hija-, no ahora que es invierno y la tierra está dura y no podré escarbarla, espera por favor, a la primavera”. La forma en que el gobierno va encubriendo el desastre y manipulando la información, y cómo se utilizaron a los ya contaminados con radiación para que terminaran de morir trabajando en la planta nuclear sin la menor protección y a cambio de un dinero que no podrían disfrutar jamás, hacen de este libro un documento terrible y siniestro, y uno no puede evitar estremecerse por las voces que van narrando la tragedia desde donde les tocó: en la casa, en el campo, en las semanas y meses posteriores a la explosión, en el destino que les tocó vivir a niños que no llegaron a la pubertad porque el cáncer los devoró, en los niños con malformaciones que morían apenas nacer.
Escritora y periodista bielorrusa, Svetlana Alexievich, obtuvo el Premio Nobel de Literatura 2015 en reconocimiento a que “su obra polifónica es un monumento al valor y al sufrimiento de nuestro tiempo”, dijeron en Estocolmo. “Voces de Chernóbyl”, publicada en 1997 y recientemente traducida al castellano, es una contundente e irrefutable prueba de ello.