Escribe José Carlos Picón
Espinela negra reúne un conjunto de piezas breves que, como bien apunta María Belén Milla, está conectado con la sabiduría del mirar y el aprendizaje del observar. Los poemas de Raúl Castañeda en este, su primer libro, funcionan como fotogramas de una película de relieve visual con detallado colorido y trabajo de orfebrería en el acabado de la imagen.
(…) enrostrado
umbral de la mezquita
donde el viejo árbol de sicomoro
descansa en las ramas
de ahogadas lámparas
acantilados costeros
espacios
donde el autillo
caza (…)
La observación del poeta es solitaria. En algunos momentos planteada como una sonda a profundidad que pretende vislumbrar el misterio de la dinámica interior de las cosas, su fragmentada iluminación prismática, la estructura de relentes ontológicos. En otros momentos, esa mirada se genera desde la soledad, lo que recuerda el discurso amoroso del que habla Roland Barthes en la advertencia de sus “Fragmentos (de un discurso amoroso)”.
En este trabajo el semiólogo francés habla de las figuras, retazos de discurso en los que la palabra se entiende no en un sentido retórico sino gimnástico o coreográfico. “Las figuras se recortan según pueda reconocerse, en el discurso que fluye, algo que se ha leído, escuchado, experimentado”. Las figuras de Castañeda son, en ese sentido, propias y únicas, porque nacen, fluyen y operan en él, proyectándose en su propia experiencia para volver a ella.
Cabe decir que los textos de Espinela negra acusan brevedad, economía del verbo. Esta práctica facilita la función de la sugerencia que se sustenta en la imagen. El poeta revela su fascinación por el cine, en particular, la de ciertos realizadores asiáticos como Kim Ki Duk, nombre que da título al último poema del libro:
(…) la granizada rama
el cincel en cielo encogido
la destreza flotando
incrustada en un hilo
la corrupta estrella
que
atraviesas
por la rajadura de una apedreada botella
sin pulso
Esta contención funciona en dos tipos de composiciones que, como sostiene el crítico y poeta Paul Guillén, resultan de poemas que revelan búsquedas procedentes de la memoria y el recuerdo, como Pubertad, Papá, Psicoanálisis, así como otros que, dentro de su espectro lírico, apelan a una “metaforización del ver y el desear”, es decir, al privilegio occidental del sentido de la vista frente a los otros. Esta veta está representada por textos como Tus ojos, Noah y Sabotaje.
La realidad configurada en la poesía de Castañeda está contenida en fragmentos de una historia vivida entre luz y opacidades, sugiere Guillén. Una experiencia que ha ido alimentándose desde el inicio de la conciencia en un proceso paralelo, a través de la arquitectura del sueño, el recuerdo, la evocación, las emociones y el sentimiento. Elementos todos que tallan de alguna forma, la herramienta del poeta, quien con esta primera placa consigue el primer paso de una poética singular que está aquí para seguir acompañando al lector por mucho tiempo.