Escribe J. Miguel Vargas Rosas
Virginia Clemm, hija de María Poe, se convertiría en la esposa de Edgar Allan Poe; por lo que se deduce que tanto la pequeña Virginia como el connotado escritor, eran primos hermanos.
«Fue hace muchos y muchos años,
en un reino junto al mar,
habitó una señorita a quien puedes conocer
por el nombre de Annabel Lee;
y esta señorita no vivía con otro pensamiento
que amar y ser amada por mí».
Sentencia Poe en el poema titulado “Annabel Lee”. Sin embargo, ¿qué tiene que ver Virginia en la vida y la obra de Edgar Allan Poe, el maestro del horror, del relato corto y la narrativa policiaca? Se puede aseverar, sin miedo a equivocarse, que después de la prematura muerte de Virginia, Edgar A. Poe tuvo otros amoríos que pudieron influenciar en su literatura romántica y en su vida. No obstante, otorgarle el mismo nivel de inspiración a esos otros amoríos en comparación con el amor impoluto de Virginia sería cometer un craso error, pues los amoríos que sostuviera el escritor después de la muerte de ella, serían más cortos y truncos ya sea por la muerte o los escándalos.
Pero, la influencia del amor inmarcesible de Virginia fue constante no solo en la obra, sino en la vida del escritor. Partimos de que Edgar A. Poe —estudios actuales han afirmado ello— sufría de un trastorno bipolar que lo conducía a largos periodos de intensa depresión, y sabemos por avances del estudio psiquiátrico que uno de los errores más grandes que cometen los que sufren de dicho trastorno es refugiarse en el alcohol para intentar sofocar el estado depresivo. Poe, se dice, caía constantemente en la bebida como un intento de eliminar esos momentos de aflicción.

«Se piensa que tanto Poe como Vincent Van Gogh (1853-1890) y Ludwig van Beethoven (1770-1827) padecían un trastorno bipolar. En cuanto a Isaac Newton (1642-1727), hay teorías que señalan que sufría la misma patología que los anteriores, pero también hay estudiosos que sostienen que lo suyo era esquizofrenia. Esta es la dolencia que aqueja al matemático y premio Nobel John Forbes Nash (1928), tal y como muestra la película ‘Una mente maravillosa’» (Sánchez-Monge. Mentes prodigiosas. El mundo. Madrid, 2011)
Cuando los primos se conocieron, él tenía veinte años de edad y ella apenas siete años. Él vivía un romance platónico en Baltimore, con una bella mujer, vecina suya, llamada Mary Devereaux e irónicamente Virginia era la encargada de transportar las cartas que el joven Poe escribía para la mujer y regresar con respuestas amorosas. No obstante, estos avatares hicieron que el amor envolviera a los dos primos, quienes se verán separados en reiteradas ocasiones hasta que en 1836 se casaron de forma oficial, aunque las especulaciones señalaban que se habían casado un año antes en secreto. Él tenía veintisiete años de edad y ella trece. Esto escandalizó a los ciudadanos de la época.
El amor transcurriría como una especie de amor espiritual. Poe, señalan algunos estudiosos desde el lado psicológico, no necesitaba a la mujer de forma sexual, sino solo espiritual (Joseph Wood Krutch) y así es como amaba a Virginia, por lo que otros aseveran que la joven Clemm murió virgen (Marie Bonaparte, por ejemplo) y a esto se suman las supuestas declaraciones de las amistades de la pareja que afirmaban que Virginia y Poe no compartieron el lecho nupcial ni el cuarto matrimonial, hasta que la primera cumplió los 16 y Poe la acomodó en su alcoba.
Pese a estas teorías, se sabe que Virginia y Poe conformaban un matrimonio feliz a tal extremo que ella lo admiraba por sobre todas las cosas y él amaba su ternura y la utilizaba como inspiración para sus poemas. El problema del alcohol ya hacía estragos en la vida del poeta, quien se sumía en la pobreza debido a que sus escritos no eran lo suficientemente remunerados.

En 1846 Virginia mostraría los síntomas de la fase final de Tuberculosis y moriría en enero de 1847, en la extrema pobreza, tras la publicidad que hicieran muchos editores amigos y enemigos de Poe, con el fin de solicitar apoyo a la ciudadanía y al mundo de las artes en pro de la joven pareja. Poe, se negó a ver el cadáver de Virginia, argumentando que quería conservar el recuerdo de su amada viva. ¿Entonces cuál es la influencia que ejerce la figura de Virginia? Solía sentarse al lado del escritor, mantener sus documentos en orden, ser la primera en leer sus escritos y ayudarlo en todo.
La muerte de la joven no se daría de forma espontánea. Ya en 1842, Virginia Clemm Poe presentaría los primeros síntomas de tisis tras toser sangre, lo cual la invalidaría en muchos aspectos.
Esto, va a golpear a Poe, quien se profundizará en la bebida —como parte de sus estados reiterativos de depresión— como un método para olvidar la tragedia que acechaba al matrimonio feliz. Curiosamente, sus poemas románticos más trascendentales datan de esos años.
«Yo era un niño y ella era una niña
en este reino junto al mar
pero nos amábamos con un amor que era más que amor
—yo y mi Annabel Lee—
con un amor que los ángeles sublimes del Paraíso
nos envidiaban a ella y a mí».
La situación económica empeoraba, pese a que Poe debido a la condición enfermiza de Virginia se abstuvo del licor por un periodo considerable, al cabo del cual recaería debido a los presagios agoreros. Su fama de poeta y narrador iban creciendo también, aunque económicamente muy poco retribuido. Sus historias de terror eran las más solicitadas.
A Poe hay que analizarlo desde el subconsciente. La mayoría de veces, Edgar A. Poe habla entre líneas: sus personajes dolidos por enfermedades que el escritor atina a describir a partir de dolencias físicas, nos conducen a la mente del propio autor. Estos padecimientos son dolores de cabeza, cambios espontáneos de carácter, obsesiones en algún objeto o idea (como en el ojo de vidrio), etc. Y lo más descomunal es que en la mayoría de los relatos, la mujer está destinada a morir de manera lóbrega y trágica y hay un especial realce a la muerte por causa de la tuberculosis. Su madre, Eliza Poe, también había muerto de tuberculosis, por lo que en cierta forma la enfermedad de Virginia implicó el despertar de una herida grande en él y lo imbuyó, inconscientemente tal vez, a retratar el padecimiento y el dolor de su amada Virginia y a través de esta, su propio dolor.

En 1845 se publica “El cuervo”, un poema extenso en el que se narra la soledad inaudita de un hombre dolido que recibe la visita de un cuervo, a quien interroga constantemente y de quien recibe una sola respuesta: “Nunca más”. Lo que se expresa entre otras muchas cosas, es el dolor de un hombre que ha perdido a la mujer amada y con el interrogatorio al cuervo busca un poco de esperanza, ansiando así que esa soledad, muerte y dolor —representada por el cuervo— cambie su respuesta, mas no lo hace y por más que el hombre intente echarlo —acción asociada a la necesidad de olvidar y de superar la pérdida—, este alado torvo jamás se irá.
De esos años también data Anabel Lee, publicado después de la muerte del escritor. Otro poema de esa época, será Ulalume: «Así calmando a Psiquis, la besé, / Intenté alejar su melancolía / Y vencí sus escrúpulos y tristeza; / Pero estábamos parados a la puerta de una tumba; / Cerca de la puerta de una legendaria tumba. / Y yo dije: «¿Qué lees, dulce hermana, / En la puerta de esa legendaria tumba?»; debemos recordar que Poe solía llamar a Virginia como Sissy o Sis, ambos diminutivos de sister (hermana). «Y ella dijo: «Ulalume, Ulalume. / ¡Es la tumba de tu perdida Ulalume!»»; poema en la que narra también la pérdida de la mujer amada en condiciones desgarradoras.
Otros escritos donde volcaría el pesar por el dolor psicológico que sufría de ver a Virginia morir lentamente, serían Lenore —poema—, Leonora —cuento—, y también, siguiendo la línea del subconsciente, podemos hallar rastros de la desesperación y el horror que ocasionaba el padecimiento de Virginia en la mente del escritor, en dos cuentos muy reconocidos: El gato negro y El corazón delator (1843). Tal como dijera Julio Cortázar, el fin de 1845 sería el fin también de la literatura de Poe, quien se hundiría cada vez más en el poso de la depresión.
En 1847, la mujer que lo cuidaba y que lo amaba; a la que amaba él con suma dulzura y ternura; la mujer que solía llamarlo “Eddie” y leía sus poemas con un placer frenético, partiría para siempre. El cuervo, desde entonces, jamás abandonó a Poe, quien aseguraría que por más que estuviese en romance con otra mujer, seguía amando a Virginia. Esto se vería reflejado en las rupturas amorosas póstumas a la muerte de la joven mujer, ocasionadas por el carácter voluble y algo violento que optaba el escritor.

Después de la muerte de Virginia Clemm, a Poe se le solía ver caminando alrededor de la tumba de esta, ebrio o sobrio, tendido o de rodillas, siempre con actos de locura a la cual, como dijera el propio Poe, sus enemigos la achacarían como producto del consumo excesivo de alcohol; no obstante, para él la locura era lo que le condujo al alcohol. De esos años data una carta en la que Poe relata un suceso violento con otras personas: «No fue culpa del alcohol… Aquella vez yo no había bebido una sola gota. Pero, vi a Virginia; ella estaba ahí»; dos años después, a las tres de la madrugada de 1849 Edgar A. Poe moriría a los 40 años de edad. Sobre el hallazgo del poeta en extrañas condiciones, es una historia hartamente narrada. Ya en su lecho de muerte, junto a “Muddie” (María Poe), preguntaría si aún tenía esperanzas y cuando, creyendo que hablaba sobre su estado de salud, le respondieron negativamente, éste aclaró: «No me refiero a eso. Quiero saber si hay esperanza para un miserable como yo»; y ya como último suspiro, murmuraría: «Qué dios se apiade de mi pobre alma»; el hombre que escribiría horror y suspenso, ese mismo que le temía a la oscuridad, que se dolía por el derrumbamiento del pasado, se sumergiría en la oscuridad profunda de la muerte y sobre ese cadáver, flotaría el único poema escrito por Virginia dedicado a él:
Deseo vagar siempre contigo,
queridísimo, mi vida es tuya.
Dame una cabaña por hogar
cubierta de una espesa enredadera,
lejos del mundo con sus pecados y sus preocupaciones
y del cotilleo de muchas lenguas.
Sólo el amor nos guiará cuando estemos allí,
el amor curará mis débiles pulmones;
qué tranquilas horas disfrutaremos
sin cuidarnos de los demás,
en perfecta calma gozaremos,
apartados del mundo y sus reclamos.
Siempre tranquilos y felices viviremos.