Escribe Christian Reynoso
“La serpiente puede dominarlo todo”, dice Artemio Apahueño Panaifo, un curtido lanchero de Chazuta, descendiente de los navegantes bogas, famosos por su destreza en la navegación del Huallaga. Ha visto serpientes en la Tierra y en el Agua, en el Fuego y en el Aire, dice. Ese es el punto de partida para pensar en este animal como elemento de la cosmovisión amazónica y como motivo de representación en la obra del pintor Alberto Quintanilla del Mar (Cusco, 1932), quien los siguientes días inaugura la muestra “Serpiente celestial” en la ciudad de Tarapoto, adonde llega por primera vez.
Entre los elementos del imaginario pictórico de Quintanilla, la serpiente guarda un lugar especial, no en la medida como podría decirse del perro y sus múltiples representaciones con dos cabezas y como eterno enamorado de la Luna, pero sí como un animal que deviene en símbolo mágico, de culto y de resistencia, en contraposición con lo que habitualmente se concibe de ella desde la mirada cristiana y occidental: el mal, el pecado, el miedo, el terror, el mal agüero.
Para Quintanilla la serpiente representa la protección del hombre y de los seres de la naturaleza. Le resulta fascinante por su piel en la que se puede descubrir dibujos y acaso una iconografía secreta y natural, y por la manera como se arrastra, avanza y mira. “Yo para pintar a la serpiente he visto su movimiento por horas de horas”, dice. “La serpiente conoce la tierra con alma, corazón y vida; baña con su cuerpo la tierra, y la cuida, pues su cuerpo está en constante contacto con ella. Ambas son sagradas”.
En la litografía “Tatuado”, por ejemplo, parecemos observar a un ser mitológico de las canteras de Lamas o Ahuashiyacu coronado por el movimiento de la boa y su sabiduría, mientras que en los óleos “El disfrazado” o “El suchecito”, serpientes vuelan y botan fuego junto con perros y entes de cabezas voladoras y chullachaquis, en una gama de colores vivos y rojos. La serpiente o amaru, o boa, shushupe, víbora o culebra ―como comúnmente la conocen en la amazonía peruana― permite unir con su zigzagueo distintas tradiciones y expresiones de arte en el Perú. Su simbolismo media entre la cultura andina y la amazónica sin conflicto y Quintanilla ha podido resolver una armonía con ellas como si las lianas y los pinceles se lo permitieran.
Nota: Este texto es una versión resumida de la presentación que hace el autor en el catálogo de la muestra “Serpiente celestial” de Alberto Quintanilla en la ciudad de Tarapoto. Se realiza del 9 de febrero al 2 de marzo de 2024, bajo la organización de la Galería José Carbajal y el Ministerio de Cultura de San Martín.