Cecilia Zero y Carlos de la Torre: una experiencia cinematográfica

Una entrevista de Francisco Joaquin Marro Desde que en 1975 Mario Vargas Llosa-acompañado de Patricia, su entonces esposa- actuara en una película en un papel corto (la original “Pantaleón y las visitadoras”) no se ha tenido noticia de la incursión de otro narrador peruano frente a cámaras. Ahora, en 2018, Dino Bibolotti congrega a Cecilia […]

Una entrevista de Francisco Joaquin Marro

Desde que en 1975 Mario Vargas Llosa-acompañado de Patricia, su entonces esposa- actuara en una película en un papel corto (la original “Pantaleón y las visitadoras”) no se ha tenido noticia de la incursión de otro narrador peruano frente a cámaras. Ahora, en 2018, Dino Bibolotti congrega a Cecilia Zero y a Carlos de la Torre Paredes para filmar “Lía, un cuento de fantasmas”. Motivado por la curiosidad, quise entrevistar a estos dos escritores y descubrir un poco más sobre ellos, cómo fueron convocados y qué les motivó.

Cecilia, quienes siguen tu carrera saben que no eres primeriza en la actuación pero tal vez sea bueno repasar un poco tu experiencia en proyectos audiovisuales.

Cecilia: Con Dino (Bibolotti) me une una amistad que se remonta a mi último año escolar; Magaly Luque (quien era mi profesora de canto) compuso para mí un par de canciones y me llevo al estudio de grabación de Dino, en San Miguel. Grabamos dos demos, entre ellos la canción de “Perras memorias”, la que fue mi primera novela, porque incluso antes de terminar la secundaria yo ya tenía la intención de publicarla. Al año siguiente, después de publicar el libro, volví al estudio de Dino para completar el disco. No volvimos a trabajar juntos hasta 2010, cuando él estaba realizando un casting para un corto. Daba la casualidad que, para entonces, yo tenía mucha experiencia frente a cámaras por haber grabado comerciales y participado en algunas series. Ese primer corto se tituló “Cantando en zapatillas.” Luego vino “Los tres deseos” (que demoró mucho, por una cuestión de producción) y el siguiente trabajo en conjunto fue “Fechoría en san Genaro” (estrenada en 2017) para cuyo estreno invité a Carlos: porque, en realidad, ya se estaba planteando la producción de “Lía”, nos faltaba un protagonista y yo sabía que él también había realizado cortos. Dino vio los trabajos de Carlos, encontró en él actitud y soltura y eso fue suficiente para que se nos uniera.

-¿Y cuál es tu experiencia, Carlos?

Carlos: Solo he dirigido un corto, durante la universidad, para un curso, lo encuentran en internet. Se llama “Verdades sobre la boca del infierno”, y está basado en la obra de MVLL “Lituma en los Andes”. Está muy mal hecho; lo filmamos con handicam y sin equipo de sonido ni nada. En los demás he participado como guionista y/o actor. El cortometraje “Mucho más” del director Jesús Alvarado, que es la adaptación de mi cuento “Mucho más”, que pulula por la red, fue un proyecto que nos tomó casi cuatro años en concretarse. Incluso grabamos el cortometraje dos veces.

La primera fue por el 2010. Éramos los mismos actores: Mariana Villafana y yo. Jesús dirigía y teníamos un equipo de producción que no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo. Para aquella vez planteamos un escenario surrealista. Todo sería negro, no habría bases ni contornos definidos. Las tazas, el cenicero… todo flotando en el vacío de un café que no existía. No sé cómo quedó. Terminamos el rodaje y cuando Mariana llevaba la cámara a su casa –pues era suya–, fue asaltada. Así perdimos todo el material. A principios del 2014 retomamos el proyecto, pues Jesús tenía algo de tiempo y justo se me dio por decirle para hacerlo.

Mariana se sumó de inmediato y volvimos con los ensayos y la revisión del guion… Creo que esta vez salió mejor. Todo confluyó a nuestro favor. Conseguimos el lugar, teníamos las luces, los equipos de audio, la música de Michel Rojas que se comprometió a tocar para el corto y salió. También lo encuentran en internet, aunque es para adultos.

¿Ustedes se plantean trabajar juntos próximamente? Quiero ponerlo de esta forma: de por sí es raro encontrar a dos escritores peruanos actuando en una película, ¿no sería interesante repetir la experiencia?

Cecilia: Sí, supongo que sí. Hay proyectos a futuro, es lo que se quiere hacer. Pero ahora queremos concentrarnos en la película, para ver si la podemos estrenar el próximo año, si fuese posible, en verano.

Carlos: En sí Filmnostro tiene el proyecto de seguir produciendo cine y trabajando con el equipo. Hay proyectos para un videoclip y para otros cortos, en lo que se apoya con lo que se puede: a veces guion, otras actuando. Por ejemplo, para un corto que se está haciendo con Filmnostro pero dirigido por Beto Zapata, tuve que revisar el guion y plantear nuevas propuestas.

¿Cuáles son los comentarios que usualmente reciben de sus colegas escritores al enterarse de que también hacen cine?

Cecilia: ¡Les encanta! Cuando tú escribes y actúas tienes que ponerte en el lugar del personaje, tienes que sentirlo, vivirlo. Eso es algo en común que tienen estos dos trabajos. Y sí, yo creo que después de pasar por la experiencia de la actuación, eso tiene que reflejarse posteriormente en la composición de un libro.

Carlos: En mi caso, no dicen mucho. Casi no hablamos del tema. Mis amigos escritores lo ven más como una curiosidad. En sí, me siento más escritor que actor, porque lo que me apasiona es crear historias. Tampoco he postulado a castings y esas cosas, en mi caso siempre se ha tratado de proyectos en común con amigos. No sé si me dedicaría a esto profesionalmente. Dirigir también sería interesante en algún momento, pero tal vez luego. Siento que quiero escribir muchas cosas y un proyecto audiovisual, si se dirige, creo que te satura todo el tiempo. Pero a mí me gusta mucho actuar, me divierte intentar ponerme en papeles distintos y me divierte también el reto de hacerlo bien. Recuerdo que las primeras veces que actué, lo hice porque consideraba que no había de otra. Por ejemplo, con mucho más, el actor que haría mi papel la primera vez no terminaba de calzarla, así que le dije: hay que hacer esto y esto otro, y al director y al equipo les pareció que yo era más idóneo para ese papel.

 

CECILIA ZERO: SIEMPRE ME HE METIDO EN “TERRENO DE CHICOS”.

Comenzaste a principios de la década pasada incursionando en la literatura juvenil con Perras Memorias. Desde entonces hasta hoy ¿has sentido que lo que llamamos «literatura juvenil» ha ganado preponderancia en el medio literario o todavía se lo sigue viendo con desdén? 

Es cierto que hasta hace algún tiempo se miraba con desdén la literatura juvenil, pero también es cierto que tampoco existía un mercado sólido. Hace diez años, aproximadamente, se creó el Plan Lector y a partir de ahí se ha desarrollado mucho. Por ejemplo SM, una transnacional española, ya está acá. Están también Vincens Vives y Panamericana. Estamos creando industria. Incluso grandes editoriales, como Penguin y Planeta, ya cuentan con plan lector.

Las editoriales con las que trabajo desde 2015 se vinculan con el Plan Lector, y no es tan sencillo como decir “ah, yo hago un libro para chicos y ya.” Detrás de eso hay mucha pedagogía, la cual me vi obligada a estudiar. Hay mucha sicología, muchas técnicas. La mayoría de escritores que publican en estas editoriales especializadas son maestros y ellos ya saben cómo tienen que introducir los textos a los chicos, porque incluso se realizan fichas, sino también existe un protocolo con respecto a cómo se realizan las visitas a colegios. Soy creyente de que hay que hablarles a los chicos en su propio lenguaje, hay que presentarles un texto simpático que conecte con ellos emocionalmente, y que también les permita soñar, que los entusiasme.  Generalmente realizo visitas a salones, pero en otras ocasiones me he visto frente a auditorios ¡una experiencia totalmente distinta! Pero es justamente ese contacto directo con los lectores lo que me alegra.

Yo quisiera que nos ofrecieras algunas experiencias tuyas con respecto a cómo logras conectar con públicos que- en muchos casos- ya están predispuestos por la enseñanza a tenerle terror a los libros de literatura. 

Entiendo y estoy de acuerdo que en los colegios tiene que haber textos clásicos de lectura obligatoria, pero lo más importante, para motivar realmente a un alumno a la lectura, para dejarle esa costumbre, es dejarlos elegir. No es lo mismo obligarle a que lea, por ejemplo, el Mio Cid, que decirle ¿oye, qué cosa te gustaría? ¿Fútbol? Incluso hay libros sobre fútbol. Imponerles algo es lo peor que uno puede hacer, primero tienes que crearles el hábito de la lectura y ello tiene que ser, al principio, una experiencia satisfactoria.

 ¿Qué tan importantes son para ti las redes sociales como herramientas de promoción de tus libros? 

Para la promoción las redes sociales son recontra importantes, pero lamentablemente quitan mucho tiempo. Me gustaría que alguien más manejara mis redes, no me veo a futuro dedicándome a administrar más de una página. No sé qué traerá el futuro, pero me queda claro que es necesario estar en redes, siempre que el objetivo sea comercial.

Diste en la década pasada una imagen sugerente de empoderamiento femenino con tu vocación por el rock. ¿Te parece que entonces fue mucho más difícil de  lo que resultaría ahora, cuando por fin la sociedad peruana se abre al diálogo sobre el papel de la mujer en diversos roles? 

Siempre me he metido en “terreno de chicos”, rock, literatura, comic. Soy afortunada de haber hecho lo que se me ha dado la gana y he tratado de hacerlo bien, con corazón. Por supuesto que he tenido un montón de malas experiencias. Cuando recién empecé uno de los grandes obstáculos fue mi edad, me miraban como “chibola rebelde” y no creían que mi carrera pudiese tener mayor repercusión. Que tal vez era un “caprichito” y después lo olvidaría. El mundo del comic es el “club de Toby”, sí hay autoras de comic, pero no son la mayoría. Espero que a partir de “Chica cafeína” crezca el público femenino, de hecho tengo muchas lectoras. Pero el año pasado, en la feria “Ricardo Palma”, pasé por el stand de Perú 21: siempre converso con los distribuidores, intento aprender de ellos. Y un tipo que atendía me dijo ¿estás viendo comics? ¿Es para tu flaco, no? Le respondí que no, que era para mí. Me miró como si fuera el bicho raro. Y no me parece justo, independientemente si se es niño o niña, uno puede elegir lo que le dé la gana, ambos poseen cerebros y pueden entender el mismo material. A mí me daría muchísima vergüenza ser madre de un chico machista, me sentiría fracasada. Qué bueno que ahora haya más rockeras, más escritoras, de hecho que ahora existen más chicas fanzineras. Ilustradoras hay un montón. Presenté hace poco la revista de una amiga que ha recopilado trabajos de fanzineras de toda Sudamérica.

¿Nos puedes contar con qué obstáculos te encontraste o si, por el contrario, contaste con apoyo? 

No estoy pensando todo el tiempo que deba hacer un texto de corte femenino o de carácter feminista, lo que pasa es que si eres mujer va a ser mucho más sencillo escribir desde la propia experiencia, escribir sobre mujeres, generalmente, no siempre. Para mí es más fácil expresarme desde mi punto de vista.

Curiosamente, a los hombres nunca se les cuestiona el por qué no escriben como chicas.

Claro, y cuando me han preguntado ¿Y por qué no hiciste “Chico cafeína”? les respondo que, al menos para mí, resultaría muy difícil ponerme en el lugar de un hombre.

CARLOS DE LA TORRE PAREDES: “DE LA LITERATURA NO SE PUEDE VIVIR.”

¿Cuál es tu relación con la ciencia ficción y la literatura fantástica?

Son mis géneros favoritos. Es más probable que una narración fantástica o de ciencia ficción me atrape antes que cualquier otro género. Tiene que ver directamente con mis experiencias de toda la vida. Las películas, las series, los dibujos, los videojuegos que jugué eran básicamente de ciencia ficción o fantasía. Además, siempre que mi padre me hablaba de libros o me leía algo, solía ser de ciencia ficción y fantasía. Recuerdo el cuento “Cero en geometría” de Fredric Brown, como uno de los primeros cuentos que leí y que en verdad me gustó.

Luego de eso mi experiencia con los libros fue desastrosa. El colegio significó un enemigo terrible para mi gusto por la lectura y me alejé por completo de esta –a pesar de ganar uno que otro concurso de cuento o poesía en el colegio–, hasta que me encontré con el libro “Crónicas marcianas” de Ray Bradbury y me di cuenta que me gustaba leer.

Respecto a esto muchas veces me preguntan si me considero escritor de ciencia ficción y fantasía. Ahora que me dedico de lleno a la narrativa puedo asumirme como escritor, pero nada más. Creo que los temas, escenarios y estética planteados han sido y serán consecuencias mismas de lo que pretendo contar y en su mayoría de los casos hasta ahora han coincidido con la ciencia ficción y la fantasía.

¿Qué obras audiovisuales te “quemaron más el cerebro”?

Además de la clásica saga Star Wars, podría mencionar varias: Depredador, Terminator, Conan el bárbaro –todas las de Schwarzenegger–, Alien el octavo pasajero, Willow y la mayoría de filmes de Monty Python y Terry Gilliam. De alguna manera esas películas marcaron mi infancia. Podía verlas una y otra vez sin cansarme. Creo que están directamente relacionadas a mis gustos y mi sentido del humor.

¿Y qué le dirías a la gente que piensa que el género solo es para doteros, otakus, vírgenes y reprimidos como “el gordo de los comics” de Los Simpsons?

Estos géneros son para quien los quiera leer, como toda la literatura. Los gustos y preferencias en otros aspectos de la vida no suelen tener que ver con los gustos artísticos o de divertimento. Además, ¿acaso no todos somos capaces de asustarnos o soñar con realidades que aún no existen o no existirán jamás?… No es casualidad que en el mundo los géneros de ciencia ficción, fantasía y terror sean de los más vendidos.

Vale mencionar que en estos géneros encontramos autores universales: Poe, Lovecraft, King, Bradbury, Philp K. Dick, Orwell, Asimov, Clark, Howard… y la lista continúa. Asumir que un género es menos por ser distinto a otros, tal vez más empoderados en el establishment cultural, resulta absurdo porque es limitante y el arte, al ser expresión humana, al igual que el conocimiento, no puede ser limitado; no porque no deba serlo –relativizando lo moral–, simplemente no se puede, todos los intentos en la historia para limitar el conocimiento y la expresión de los seres humanos libres, han fallado.

¿Si para una editorial independiente es muy difícil insertarse en el medio, cómo lo es para un autor, sin respaldo de nadie, que solo se tiene a sí mismo y debe preparar un plan de promoción y ventas prácticamente de la nada?

Bueno, el respaldo nos lo dan los lectores, la crítica, las librerías y los espacios culturales. Es innegable que poder llegar a cualquiera de ellos resulta muy difícil, sin embargo, hoy en día tenemos herramientas democratizadoras como las redes sociales, que nos permiten generar canales de difusión para públicos determinados a precios accesibles.

Creo que depende del trabajo. Siempre he sido de la idea de que las obras se defienden solas, más allá de quién sea el autor. Es cierto que muchos dirán lo contrario, pero me gusta ser romántico en eso. Yo no soy más importante que mi trabajo y es mi trabajo el que tiene que defenderse solo. Lo más que puedo hacer es repartirlo, entregarlo a las editoriales e invertirles dinero para que se vea publicado.

Estoy convencido de que no seguiría escribiendo si no hubiera hecho “Los viejos salvajes”. Esa novela se sigue defendiendo sola y si sacó la mención honrosa[1] el 2012 fue porque la suerte llega solo cuando uno está preparado para recibirla. Cuando escribí Los viejos salvajes, tampoco estaba convencido, nadie creía en ese libro. Era ciencia ficción, “en Perú eso no funciona”, me decían. Hasta que una buena amiga me recomendó seguir mandando mis trabajos a concursos y pues me dio la mención honrosa.

Luego de eso ya no había nada que hacer. El libro se publicó en un formato tipo pulp, con papel bulky. Ya todo había empezado, no había marcha atrás. Oscar Colchado me lo dijo cuándo lo visité, tenía que dedicarme a la literatura. Estaba en quinto año de la carrera, pero me sentía absurdo preocupándome por títulos y trabajos estables. Siempre supe que eso no era para mí y la vida me había dado algo que no pensaba desaprovechar.

¿Sientes que has recibido apoyo de colegas, amistades o alguna institución o ha sido una batalla solitaria?

Los colegas, amigos y editoriales con las que he trabajado siempre han sido un gran apoyo. Sin ellos, no se podría. Siempre nos estamos dando la mano, ayudándonos a vender, consiguiendo espacios para todos, abriendo espacios de participación cultural, fomentando lectura… y conversando sobre el provenir de nuestro trabajo.

Es cierto que en temas de difusión y distribución uno se puede sentir de cierta forma abandonado, muchas editoriales solo venden en ferias y no encuentran forma de posicionar a sus autores al nivel de editoriales con más acceso a medios de comunicación. En estos casos a cada uno le toca moverse, invertir tiempo, esfuerzo y dinero en repartir libros a personas que pudieran comentarlos, así como asegurarse de que la distribución sea adecuada, que el libro se pueda encontrar en librerías, etc…

Debemos reconocer que tu chamba de promoción de tus libros abarca incluso viajar a provincias y visitar colegios de la periferia de Lima.

El viajar para hacer presentaciones y conversatorios es necesario por un tema de difusión. Si bien estos viajes suelen ser desastres financieros, el posicionar el producto en espacios alternativos a Lima es importante.

Lo de los colegios es otra cosa y tiene que ver directamente con lo que considero la labor fundamental de todo escritor en nuestro país: abrir espacios de participación cultural vinculados a la lectura y a la creación. En un país que no lee, los escritores primero tienen que fomentar que la expresión artística literaria se vincule al desarrollo: un país que lee es un país más informado y que debería tomar mejores decisiones, además un país con espacios de participación cultural democráticos permitiría que realmente los artistas se puedan profesionalizar y vivir de su trabajo.

Porque justamente me queda claro que de los libros no se vive al 100% y quería preguntarte cómo te ganas la vida.

Sí, de la literatura no se puede vivir. No sé si lo en nuestro país, tiendo a pensar que en todo el mundo resulta imposible. Imagino que los escritores tienen que dedicarse a dar conferencias, charlas, dictar clases o cosas parecidas. Yo, por ejemplo, nunca me imaginé dictando y hoy puedo vivir gracias a eso. A finales de 2013, un amigo, Gianfranco Hereña, me invitó a reemplazarlo como profesor de creación literaria en un colegio, mi primera reacción fue decir que no, pero luego de reflexionarlo y hablarlo con mi familia, llegué a la conclusión de que representaba una oportunidad interesante.

Así entré a trabajar como profesor de creación literaria el año 2014. Pero no fue mi primera experiencia, justo ese verano –en medio de las postulaciones para entrar a trabajar al colegio–, dicté un taller de creación literaria para la Municipalidad de Jesús María. Para el año 2015 abrí mi taller particular y hoy en día sigo dictando en el colegio y en mi propio taller así como para algunas instituciones que me contratan.

 


[1] Se refiere al IV  Premio de Novela Breve de la Cámara peruana del Libro, justamente de tal año, donde obtuvo tal mención.

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