Charles Bukowski: los primeros 100 años del viejo indecente

“Lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte se me va a descubrir de verdad. Todos los que me tenían miedo o me odiaban cuando estaba vivo abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes. Se crearán clubs sociales y sociedades. Será como para volverse loco. Se hará […]

Publicado

16 Ago, 2020

“Lo peor de todo es que algún tiempo después de mi muerte se me va a descubrir de verdad. Todos los que me tenían miedo o me odiaban cuando estaba vivo abrazarán de repente mi memoria. Mis palabras estarán en todas partes. Se crearán clubs sociales y sociedades. Será como para volverse loco. Se hará una película de mi vida. Me pintarán mucho más valiente de lo que soy y con mucho más talento del que tengo. Mucho más. Será como para hacer vomitar a los dioses. La especie humana lo exagera todo: a sus héroes, a sus enemigos, su importancia”.

Charles Bukowski no se equivocó. Nacido en la antigua ciudad de Andernach, Alemania, el 16 de agosto de 1920, se convirtió con cada una de sus publicaciones en el héroe de muchos que, como él, se hallaban atrapados en una sociedad que los soportaba, pero no los aceptaba. Hijo de la alemana Katharina Fett, y del soldado norteamericano de ascendencia polaca Heinrich Bukowski, abandonan Europa en 1923 tras la Primera Guerra Mundial para mudarse primero a Baltimore, Estados Unidos, y después a Los Ángeles, donde vivirían el resto de sus vidas. Pero la nueva vida para el pequeño Charles, no sería nada bonita. Su padre, un hombre muy violento, descarga sus iras contra él y su madre, y esa violencia se reflejaría años más tarde en cuentos como “Hijo de Satanás”, donde la frase más brutal la expresa el niño que se enfrenta al padre: “Si me vas a pegar será mejor que me mates. Porque si no lo haces, cuando yo sea grande te mataré a ti”. No se puede esperar menos luego de oír del propio autor una confesión de este calibre: «Mi padre fue mi profesor de literatura, me pegaba tres veces por semana».

La vida, que no es fácil para muchos, fue un poco más difícil para Buk. A los 13 años la adolescencia le explota en forma de una brutal crisis de acné que le destruye el rostro. “Podía meter la punta de mi dedo meñique en uno de los huecos de mi cara”, confesó en una entrevista. Rechazado por el virulento acné y su carácter producto del hogar que le tocó en suerte, Bukowski busca refugio en los libros de la Biblioteca Pública de Los Ángeles, donde devora a Dostoyevski, Celine, Hemingway, Saroyan o John Fante (quien se convertiría en su padre literario y cuyo personaje, Bandini, serviría de inspiración para la creación de Chinaski). Estudia periodismo y trabaja en cualquier cosa menor que pudiera procurarle un ingreso para comer, dormir y beber. En 1967 empieza a publicar su famosa columna Escritos de un viejo indecente en el diario The Open City, “Un periódico que, como yo, podría morir mañana por la mañana”.

Escritor John Fante con su familia.

En 1969 el editor del diario, John Martin, le ofrece un sueldo fijo de por vida a cambio de que abandone el trabajo de cartero y se dedique enteramente a escribir. De esa experiencia, Buk entrega “Cartero” (1971) y nos presenta a Henry Chinaski, alter ego del autor que conviviría con él y sus lectores a partir de entonces. Para inicios de los 80 y con más de diez libros publicados (entre poesía y narrativa), Bukowski ya era considerado un escritor de culto, y su literatura y discurso empezaba a interesar a los escritores jóvenes que veían en él un símbolo de rebeldía, un punk de verdad. Lector de Li Po (poeta chino que murió ahogado en el río Yangzi al intentar abrazar el reflejo de la luna bajo los efectos del alcohol), la relación entre Bukowski y el trago era conocida y le generaron no pocos problemas (como lo sucedido en legendario programa francés “L´Aposthrophe”, de Bernard Pivot, donde tuvieron que sacarlo del plató tras casi pelearse con los invitados), y esto permitió que su imagen creciera al punto de confundirse con sus propios personajes.

Bukowski escandalizó a todos cuando apareció bebiendo en el programa «Apostrophes» de Bernard Pivot/Foto: Sophie Bassouls/© BASSOULS SOPHIE/CORBIS SYGMA

En 1987 Barbet Schroeder filma la cinta Barfly, cuyo guion fue escrito por el propio Bukowski, protagonizada por Mickey Rourke y Faye Dunaway. La historia de esta película gira en torno a la soledad de Hank, un alcohólico que suele ir al bar a beber y buscarle pleito al bartender (interpretado por el hermano de Silvester Stallone, Frank). Pero en medio de ese submundo de alcohólicos solitarios y angustiados, aparece Dunaway, otra alcohólica con quien finalmente Hank compartirá su vida. Barfly se convirtió rápidamente en una película de culto y los personajes marginales adquirieron una mayor dimensión dentro de la obra de Hank. El realismo sucio ya estaba instalado en el imaginario de los lectores y escritores jóvenes, muchos de ellos admiradores de Bukowski que lo copiaron sin piedad (y sin vergüenza) en el afán de convertirse también en escritores malditos.

Mickey Rourke y Faye Dunaway, protagonistas de «Barfly».

¿Por qué celebrándose hoy 100 años de uno de los escritores más importantes de la segunda mitad del XX norteamericano, no se han dedicado especiales en diarios o la televisión? La respuesta es obvia: Bukowski representa todo aquello que la actual corrección política quiere eliminar a través de la censura. Sin embargo, no se puede desconocer que Bukowski es un cronista literario del submundo gringo de Los Ángeles y que, además, no podría producir otros Bukowskitos en otra parte del mundo simplemente porque las condiciones sociales -incluso para un alcohólico metido a la literatura- son completamente diferentes, por ejemplo, en Perú o Colombia o Argentina. Celebrado por Sartre, Miller o Genet (solo para hacernos una idea), Bukowski supo mostrar a través de la simpleza de su prosa el complejo submundo de los marginales norteamericanos que no luchaban contra el Estado, sino que se servían de las migajas que este les proveía para poder seguir en lo suyo.

A pesar de haber bebido tanto a lo largo de su vida, Hank murió de leucemia y no de cirrosis, el 9 de marzo de 1994, el mismo año que murió Julio Ramón Ribeyro, quien escribió en uno de sus diarios: «Volviendo a Bukowski, ¿por qué en un país como el nuestro no surgen o son excepcionales los escritores de ese tipo? Quiero decir, un escritor que escriba con “sus tripas”, lo que le pasa por la mente, en la forma más directa, brutal y vulgar, sin ninguna censura (decir que Nixon es una mierda, Bernard Shaw un cretino, Genet una mujercilla, Shakespeare un pesado, etc.), sin ninguna pretensión de hombre de letras o de pensador sutil y sin aceptar ninguna convención (literaria, moral, cívica, etc.). El hecho es aparentemente inexplicable”.

Charles Bukowski está enterrado en Green Hills Memorial Park. Su funeral fue oficiado por monjes budistas y su lápida, donde figura la silueta de un boxeador de la cintura para arriba, se lee: «No lo intentes».

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