Escribe José Carlos Picón
Llegó desde la cálida ciudad de Trujillo el libro “Itinerario del alado sin cielo” (Nectandra, 2024) de David Novoa. Los versos del poeta norteño recuerdan el vértigo de Ginsberg, la escritura desde las profundidades de Kerouac. Si hubiera que ubicarlo en algún espectro, Novoa podría ser catalogado de un neobeat peruano.
Sin embargo, como bien señala Luis Eduardo García, su escritura nos trasladó al paladeo de los metafísicos de siglos anteriores, por la hondura con que cala en sus biopsias elementales. “…clavo mi mirada en una nube y lenta la desplazo / un rojo rayo brota de mi corazón”.
Poeta, escritor y periodista, Novoa obtuvo en el año 1990, el premio Poeta Joven del Perú. Su oficio y familiaridad con las lides líricas están puestas aquí, de manifiesto. Se trata de una voz singular, ataviada de humor, desparpajo y crudeza: “ignoro si la forma de ser uno es no serlo / si ser el viento leve el bullicio cotidiano en las / esquinas los bolsillos de cualquiera”.

“Acorde con el tiempo mi corazón es una bomba”, advierte el poeta, signado por la trashumancia, el devenir a veces caótico, bohemio, henchido de vitalidad, además, “el ocaso una venda ensangrentada atada a mi cabeza”. Su escritura no se resigna, lucha por asomar su esencia en medio del dolor, de la tristeza: “Presiento un ser dolido entre mis medias y mi pelo / uno que transcurre ajeno sobre escombros”.
Esta, su sexta placa, viene recubierta de confesiones y cantos. Incluye además una serie de fotografías urbanas, en la lente de José Carlos Orrillo, en las que aparecen alucinados personajes. “No estoy triste y aunque lo esté no lo estoy”. El vagabundear y la deriva es parte de su cotidiano transcurrir: “Cruzo las plazas tomo por asalto alguna banca solitaria / la tarde cansada voltea las esquinas”. Un Vallejo alucinado e intoxicado de sustancias, alquitrán y de locura. Quizás sea esa una descripción cercana a la fisonomía elemental de Novoa, quien transita y trasunta paralelos y perpendiculares, lejano a toda concesión. “Tantos pasos míos sin nadie encima / recorro una calle recorro otra / un bullicio escapa de las entrañas de un bar”.
Voces escondidas como las de Novoa figuran a lo largo de la carretera literaria en un país que sigue teniendo a Lima como partera de genialidades injustas y sobreestimadas. Aquí la muestra de estas veleidades.