Escribe Jerónimo Pimentel
Carlos Germán Belli plasma en ¡Oh Hada Cibernética! lo que en adelante será uno principales rasgos de su poesía: la apropiación de formas y sintaxis típicas de la poesía provenzal y española del Siglo de Oro que, al ser yuxtapuestas con locuciones limeñas, incluso de la jerga periodística local, le permiten crear un lenguaje original, clásico y moderno a la vez, desde el cual puede expresar un ímpetu social y personal genuinos.

El resultado es una poesía originalísima, que sin ser formalista ni intimista contiene los valores de ambos ejes estéticos. Desde esa voz es posible todo, como denunciar los mecanismos del sistema capitalista (“¿Dó mi lucro?”), la ineficiencia estatal, la amargura del desamor, la construcción de las utopías (tecnológicas), etc. Lo que habría de rabia en estas penurias, sin embargo, aparece atenuado por un humor que procede tanto de la reconversión de las formas tradicionales (“¡Oh padres, sabedlo bien: / el insecto es intransmutable en hombre, / mas el hombre es transmutable en insecto”, advierte con sarcasmo en uno de sus mejores poemas), como del descreimiento que el yo poético manifiesta de forma continua (“Yo en nada ya me fío”).

La visión romántica colonial de Lima, como advierte Belli desde el epígrafe de Moro (“Lima la horrible”), ha sido degradada hasta convertirse en un “valle de heces no finible”. No obstante, en este mundo aún es posible la ternura y la conmoción, incluso al borde de lo confesional, como se aprecia en el último texto del libro, donde el poeta, de forma cifrada, alude al problema de locomoción que sufrió su hermano Alfonso y promete no cejar, “…aunque no escriba / ni copule ni baile en esta Bética / no bella, en donde tantos años vivo”.
Con Belli se acaba un mundo. Cuando un poeta muere, todos los poetas mueren.