Escribe Guillermo Schavelzon
Así como una petrolera que quiere mantener su producción debe invertir en explorar nuevos yacimientos, y los laboratorios farmacéuticos deben investigar para desarrollar nuevos medicamentos, las industrias culturales también necesitan hacerlo. En los festivales de cine, más allá del brillo de la alfombra roja, se forjan acuerdos esenciales de coproducción y distribución para la circulación internacional de películas o series, generando un ingreso de divisas significativo para el país productor. Así se compensa con creces las inversiones previas recibidas de organismos oficiales que facilitaron la producción.
De manera análoga, las editoriales y los escritores que participan en ferias del libro gracias al apoyo del estado no solo asisten a un evento festivo, que es lo que los medios suelen mostrar, sino que es dónde se negocia lo que vendrá después: exportación de libros, ingreso de divisas, y compraventa de derechos de autor.
Estas ferias permiten que editoriales de otros países e idiomas contraten para publicar obras de todo tipo de autores, anticipándose a la publicación. Ningún tipo de producción cultural local puede prescindir de referentes, ni es independiente de las tendencias universales. Algunos libros serán grandes descubrimientos literarios, otros best seller de venta excepcional, todos los países necesitan las dos cosas. Con unos la sociedad crece culturalmente, con otros se gana dinero, algo que necesitan todos los autores para que las editoriales les paguen mejor, y los libreros para pagar el alquiler.
Si no se hacen los acuerdos que se concretan en este tipo de eventos (una parte esencial de los mismos, que nunca aparece en los medios), se pierden posibilidades futuras para las editoriales, librerías, escritores y toda la cadena de profesionales que garantizan la calidad de un libro.
El Costo de la Ausencia
Cuando un estado retira los apoyos a la participación (que suele ser costosa), de su país, está dejando el terreno libre a la competencia, que capitaliza las mejores oportunidades. No es un verdadero ahorro, ya que esto se convierte así en un boomerang que repercutirá negativamente a corto plazo. La ausencia en estos eventos debilita no solo el año siguiente, compromete la sostenibilidad cultural y económica a largo plazo. Lo que se construyó con una participación durante veinte o treinta años consecutivos, se puede destruir en uno solo.
La política de austeridad en la cultura parece un tango de Discépolo. Las decisiones, sin duda tomadas por funcionarios que creen que una feria o un festival solo es la imagen glamorosa que se ofrece a los medios, ignoran la trama compleja y vital que sustenta estos eventos, aunque no se ven. No asistir hoy significa debilitar mañana, y no en un sentido figurado o distante, sino en un futuro inmediato y tangible.
Cuando las consecuencias de tales decisiones se manifiesten, el único recurso será importar libros y películas de países que no interrumpieron su producción, lo que no solo debilitará la identidad nacional, sino que deteriora la educación y aumenta la ignorancia de la población, lo que incluye a las élites que en el futuro deberán gobernar. Además, para importar hay que tener divisas para pagar, y estamos recortando las posibilidades de obtenerlas.
Ignorar las grandes ferias y festivales es sabotear cualquier proyecto de nación, llevando a un país hacia una crisis cultural y económica de difícil reversión.