el lugar de la memoria luis eduardo garcía

«El lugar de la memoria», de Luis Eduardo García

"El lugar de la memoria" es el último libro del destacado poeta y periodista peruano Luis Eduardo García. Una historia donde la memoria sostiene los delgados hilos familiares.

Publicado

24 Jun, 2024

Escribe Gustavo Sosa García

En muchas ocasiones nos identificamos con un personaje —sin recordar el nombre de él—. O sentimos que las escenas que se desarrollan en una novela son parecidas a la de nuestra vida diaria y experimentamos la necesidad imperiosa de leer una obra literaria que nos hable. Ese impulso irresistible me llevó a contactarme con Luis Eduardo García (LEG).

Sabía que el libro fue ganador del XXV Premio novela corta Julio Ramón Ribeyro. Conocía que contaba la relación padre – hija. Quería entender a mi abuelo, que a sus 93 años delira, manotea el aire, jadea, aviva sus recuerdos, regaña y toma el cuchillo en ristre. Y, en efecto, otra vez, en la literatura hallé a los míos, y me encontré.

Es habitual en mí perder cosas y dinero. Descuidado, es lo primero que me dicen. Aunque en otras ocasiones se sorprendan cuando recuerdo que un amigo con el que estudié primaria ocupó el número 27 en la lista. Mientras leía El lugar de la memoria (2022) imaginaba a mi abuelo. Un hombre que, como Amado, un día llama la atención porque “parece que le hubiera pasado un tren encima” (p.19) y luce desaliñado, preocupando a Cayetana.

LEG desarrolla, a través de la ficción y el pulso narrativo, un tema complejo: la memoria. Hay momentos en que Amado, por su condición de profesor universitario, explica con didáctica pedagógica las trampas y los laberintos de esta mancha blanca. Y, con amor, el vínculo que tiene con Cayetana, incluso cuando renunció a su deber supremo: la escritura, negándose “sistemáticamente a tener niños” (p. 25) porque le parecía contrario a sus intereses. He ahí la estructura de la novela: la relación padre – hija y como telón de fondo la enfermedad del olvido.

Poeta y periodista peruano Luis Eduardo García.

Luis Eduardo García y el desarrollo de la memoria

En Espejo 1, Amado es consciente de que debe escribir para ganarle al olvido, sabe bien que la memoria es pasajera y la escritura lo hará que perdure en el recuerdo de Cayetana. En Espejo 2, es la hija quien reflexiona, a través del monólogo interior, cómo era Amado, cuáles eran sus motivaciones e intenciones en su trajín de poeta; recuerda una sucesión de hechos cuando la enfermedad del olvido consume a su padre. Entre el exordio y el epílogo, LEG, construye a sus personajes. El autor reconoce, con la metáfora, el inicio y el fin de la vida; pero es en ese ínterin donde la memoria se vuelve caprichosa.

Si bien se puede destacar la relación padre – hija en la novela, el leitmotiv es preservarse a través de la escritura, y por extensión de la literatura. Javier Cercas considera que las grandes novelas tienen un “punto ciego”. Mario Vargas Llosa asume que una pieza literaria debe plantear preguntas donde el lector las interprete con múltiples respuestas.

Sin embargo, Luis Eduardo García, en esta entrega, plantea varias preguntas y da respuesta, entre ellas, “¿Cuál es el lugar exacto a donde van a parar los recuerdos?” (p. 132), porque la preocupación es honda al saber que “quedarse sin recuerdos es la muerte absoluta” (p. 130).

Sobre estas interrogantes aparece Cayetana, quien responde a los deseos de su padre, sin vacilar. Es la hija que deja su porvenir, la que tira la toalla, llora y se frustra. Es ella quien aconseja a Amado que escriba (p. 262) no como una terapia para sobrellevar la enfermedad de olvido, sino con el “afán de preservar sus fracasos amorosos, su niñez y su condición de padre.” (p. 263).

Cayetana también es madre, por eso no juzga. No condena al padre. No revela sus sospechas. Guarda el secreto ante su mamá para evitar una serie de reproches hacia él. Intuye que Aladino es su medio hermano. La curiosidad y las conjeturas, LEG se las lanza al lector, solo para que pique. Sabe el autor que en un momento querrá morder el anzuelo, pero no demasiado pronto. Y así lo lleva. Le da pistas y es en los diálogos donde Amado, al rememorar sus sentimientos encontrados por Lisboa, revela el secreto.

Pasado un tiempo la mancha blanca avanza y con ella la habilidad de escribir se va perdiendo. Entonces, Amado garabatea; es decir, dibuja sus recuerdos, enternece a Cayetana, y por supuesto al lector. Quien tenga El lugar de la memoria entre manos debe asegurarse de no perderla. En algún momento encontrará que una hija será madre de su padre, a quien nunca llegará a olvidar porque perdura en la escritura.

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Gustavo Sosa García (1993) vive en Ferreñafe, Lambayeque. Es Magíster en Lengua y Literatura por la Universidad Internacional de La Rioja, España. Ha trabajado la crítica literaria en monstruos aterradores como Fiodor Dostoiesvsky, Miguel de Unamuno y el querido suicida José María Arguedas. Sus crónicas aparecen en el libro Tiempos difíciles: crónicas latinoamericanas de pandemia y crisis social (2021), editado por la Universidad de Concepción, Chile. Es colaborador del Proyecto Editorial Pobre Cartonera, amante del periodismo narrativo y quiere mucho a un hijo que perdió antes que naciera.

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