Escribe Gabriel Rimachi Sialer
La segunda década del siglo XXI en el Perú pasará a la historia como la década donde se destapó la más grande red de corrupción de nuestro tiempo. Pero la corrupción no se da solo en las altas esferas si no que, como un virus silencioso y letal, alcanzó también a infectar a la población, donde la ignorancia y la ambición fueron el perfecto caldo de cultivo.
Así, la literatura de la corrupción encuentra un campo donde desarrollarse y mostrarnos nuestras propias miserias. Desde el explotado trabajador de un banco que ve en el desfalco una suerte de redención al maltrato sufrido, hasta la abuela que hipoteca su casa para pagar una suculenta coima a un juez y así poder quedarse con su nieta, los relatos reunidos en este libro son también una radiografía del momento que vivimos. A diferencia de la literatura de la violencia, que aún no alcanza su desarrollo cumbre, la literatura de la corrupción empieza ya a mostrarse en textos como los que leemos en este libro.
La homosexualidad vista como una desviación insana, la prostitución como una única
puerta de escape, la desesperación de la migrante venezolana que sucumbe a la noche para darle de comer a su familia o la violencia que va desde lo psicológico a lo físico, son instantáneas de un país que posee la última tecnología en aparatos digitales, pero continúa viviendo en la oscuridad de la intolerancia y la idea de que, para progresar, no importa pisar al que va adelante.
Las evoluciones temáticas desarrolladas en los 90’s e inicios de 2000 mostraban visos de una sociedad que aún no terminaba (y no termina, en realidad) de encontrarse; mundos donde la violencia, la noche y los excesos eran un grito de libertad post decenio fujimorista. Los procesos sociales demoran en desarrollarse, pero la literatura queda como un registro de ese momento. Y aquí radica entonces la importancia de este libro. “Confesiones de un corrupto”, colección de relatos de Patricia Henostroza, abre una puerta tan interesante como oscura para adentrarnos en ese mundo que vemos a diario pero al que no le damos importancia por su aparente lejanía. Sobre este y otros temas conversamos con la autora.
¿Por qué escogiste un género tan difícil como el cuento para desarrollar tus historias, y por qué esta temática?
Porque el cuento me permite desarrollar una diversidad de historias y personajes. Estos personajes son muy disímiles entre sí, tienen distintos hábitats, naturalezas y cada historia merecía ser contada independientemente. Mi acercamiento al tema de la corrupción se dio por mi labor como Oficial de prevención de lavado de activos, y por lo que observé en mis quince años en el sistema financiero. Estaba cansada de ver cómo en mis narices la corrupción destrozaba todo lo que tocaba. Una idea generosa, por ejemplo, se puede convertir en un botín para unos cuantos. ¿Cómo no hacer catarsis de ello?
Cuando hablamos de corrupción, el nivel que alcanza es muy amplio ¿Cómo te acercas a este tipo de personajes?
Este tema me ha tocado de manera personal, son incontables los casos de buenas personas agobiadas por cargas injustas y mayores a las que podrían soportar. Esta corrupción no se refleja necesariamente en actos negativos para los demás. A veces los corrompidos por el dolor buscan consuelo y terminan siendo víctimas de los que les prometen esperanza. El Perú es un caldo de cultivo fértil para corromperse, lamentablemente tenemos una corrupción institucionalizada que no permite que nuestro país progrese. Si no eres vivo, te quedas fuera de la repartición del poder.
La presencia de los venezolanos en tus cuentos nos habla también de un tiempo que estamos viviendo ¿qué piensas de eso?
Mis cuentos son universales, el tema de la migración es global y constante. Las masas se mueven por todo el mundo. Yo misma soy una inmigrante que llegó a Lima hace diez años, con muchos sueños y esperanzas. Me es fácil identificarme con su situación, y sin embargo, como escritora, personalmente no he sentido ningún tipo de discriminación por mi género y creo que lo que siempre debe prevalecer, al margen de los géneros, es la calidad literaria, la historia que contamos.
¿Crees que las posibilidades son iguales para ambos sexos en el ambiente literario?
No estoy muy segura de ello. Virginia Woolf decía que para escribir, necesitamos como mínimo de una habitación propia y una renta que nos permita sobrevivir. En estos tiempos es complicado en general conseguir ambas cosas. Me tomó un par de años construir las historias del libro, fue un proceso arduo, de revisión, descarte y corrección. Dejé de lado relatos que al inició amé. Es parte del proceso.
¿Has pensado en hurgar más en un tema tan amplio como la corrupción y la violencia?
Sí, definitivamente creo que hay mucho por explorar en estos temas candentes y controversiales, que colocan naturalmente al autor en una zona poco cómoda. Ahora mismo estoy embarcada en la escritura de una novela que abarca precisamente el tema de la migración en general.